sábado, 30 de junio de 2018

Una Promesa Cumplida



“Ninguna de las promesas que Yavé había hecho a la casa de Israel quedó en el olvido: todo se realizó.” Jos 21, 45

Jesús, primero hice la oración, como siempre, después busqué la imagen. La encontré ilustrando un texto escrito por Alex Blackwell, a quien no conozco pero que es el afortunado padre de una adolescente. Me gustó. Se llama: “El poder de una promesa cumplida”. En él narra cómo cumplió dos promesas hechas a su hija: leer un libro y asistir a la premier de media noche de la película cuyo libro leyó. Para él, nada de eso fue sencillo, pero los lazos que creó gracias a ello fueron invaluables. Blackwell, a partir de su experiencia, asegura que “una promesa cumplida es confianza que adquiere vida. Una promesa que se cumple es más ponderosa que una buena intención, un pensamiento o cualquier comodidad material. Una promesa cumplida le dice a la otra persona que es valiosa, respetada y amada.” 

Gracias Dios mío por las promesas hechas y cumplidas. Gracias por manifestarte y dar a conocer tu voluntad. Gracias por tu presencia, por estar a nuestro lado, por brindarnos luz en momentos de obscuridad, por brindarnos la capacidad de suspirar un beso de paz, por darnos lo que necesitamos, y por nunca negarte a buscarnos cuando estamos lejos, perdidos y heridos. Por no dejarnos en el olvido y ser Tú quien siempre da el primer paso. Gracias por no juzgarnos antes de comprender. Gracias por escuchar y comprender. Gracias por darle vida a nuestra confianza. En fin, gracias mi dulce Bien, mi amado Rey, mi Escudo, mi Amor, mi Fuerza, mi Roca y mi Cielo. Gracias y bendito sea Tu Nombre, bendito sea Tu Reino, y bendita sea Tu Gloria. Te amo. 

Foto tomada del texto de Alex Blackwell, "The Power of a Promise Kept": http://www.thebridgemaker.com/the-power-of-a-promise-kept/

Tener vigor


Es Caleb, quien habla: "Hace cuarenta y cinco años que Yavé dio esta orden a Moisés, cuando Israel peregrinaba en el desierto. (‘Por haber sido fiel a Yavé, mi Dios, la tierra que pisaron tus pies será tuya y de tus descendientes para siempre.’ Jos 14, 9) Hoy cuento ochenta y cinco años y tengo la misma buena salud que cuando fui enviado a explorar. El mismo vigor que entonces me dura hasta hoy, tanto para combatir como para caminar. Dame, pues, esa montaña que me prometió Yavé. Como tú lo has oído, allí hay enaceos que viven en ciudades fortificadas. Pero con la ayuda de Yavé espero conquistarlas, según Yavé me prometió.» Josué bendijo a Caleb, hijo de Jefoné, y le entregó Hebrón para herencia suya."  Jos 14, 10c a 13

El comentario de la Biblia Latinoamericana (de 1972) sobre esta repartición de la tierra nos explica: “La repartición se hace echando suertes, así se enseña que la Tierra Prometida es un don de Dios. Cada uno recibió una parte que no escogió y que ahora debe conquistar para hacerla suya.” Ahora, si comprendo bien, en el caso de Caleb, no se dejo a la “suerte”. Su herencia, su “don”, llegó por la “fidelidad” que mostró en un momento en que los demás dudaron, tuvieron miedo y negaron la gloria y el poder de Dios. 

Caleb fue fiel, pero no fue ciegamente fiel. Caminó la tierra y reconoció las posibilidades que ella brindaba, la lucha que tendría que existir, y la fuerza que como pueblo tenía Israel para lograrlo. Y más aún, Caleb fue paciente, han pasado 45 años, toda una vida, y no canta victoria antes de tiempo. Está consciente de que la victoria final aún está por conquistarse, y no desea dejar de intentarlo. Quiere luchar, quiere ponerse a prueba. 

Jesús, enséñanos a ser como Caleb. Enséñanos a abrir los ojos y ver todas las posibilidades que existen en nuestra “tierra”, en nuestro lugar en el mundo. Enséñanos a descubrir nuestro potencial y desarrollarlo. Enséñanos a ser pacientes, a comprender que los cambios significativos no se dan de la noche a la mañana. Convéncenos a medir nuestros logros a través de nuestra disposición a caminar y a continuar, y no a través de lo alcanzado. Porque se pueden “escalar” montañas y montañas y más montañas, pero de todas ellas, tarde o temprano se baja. Nuestro deber, en cambio, es “conquistar NUESTRA montaña”, la que nos corresponde, la que hemos tocado con nuestros pies y representa nuestros miedos, tormentas, limitaciones, deseos, posibilidades. 

No todo el mundo asume su montaña. Casi todos lo dejamos a la suerte. “Que sea lo que Dios quiera. A ver qué pasa.” No Jesús, no nos permitas dejarlo a la suerte. Hacer de ti un pretexto para no hacer lo correcto: que es tomar conciencia y actuar y asumir las consecuencias de nuestros actos. Ayúdanos a ser adultos y dejar de ser niños. Caminar a tu lado y dejar de ser ovejas a las que hay que arriar. Ser, en cambio, pastores. Aprender, desarrollarnos, y no sólo seguir ciegamente. Indícanos el camino. Que nuestros pies toquen tu deseo. Que seamos capaces de hacer de tu deseo, nuestro objetivo. Y que sea tu objetivo el que nos dé el vigor para alcanzarlo. Te amo.