
El
comentario de la Biblia Latinoamericana (de 1972) sobre esta repartición de la
tierra nos explica: “La repartición se hace echando suertes, así se enseña que
la Tierra Prometida es un don de Dios. Cada uno recibió una parte que no
escogió y que ahora debe conquistar para hacerla suya.” Ahora, si comprendo
bien, en el caso de Caleb, no se dejo a la “suerte”. Su herencia, su “don”,
llegó por la “fidelidad” que mostró en un momento en que los demás dudaron,
tuvieron miedo y negaron la gloria y el poder de Dios.
Caleb
fue fiel, pero no fue ciegamente fiel. Caminó la tierra y reconoció las
posibilidades que ella brindaba, la lucha que tendría que existir, y la fuerza
que como pueblo tenía Israel para lograrlo. Y más aún, Caleb fue paciente, han
pasado 45 años, toda una vida, y no canta victoria antes de tiempo. Está consciente
de que la victoria final aún está por conquistarse, y no desea dejar de
intentarlo. Quiere luchar, quiere ponerse a prueba.
Jesús,
enséñanos a ser como Caleb. Enséñanos a abrir los ojos y ver todas las
posibilidades que existen en nuestra “tierra”, en nuestro lugar en el mundo.
Enséñanos a descubrir nuestro potencial y desarrollarlo. Enséñanos a ser
pacientes, a comprender que los cambios significativos no se dan de la noche a
la mañana. Convéncenos a medir nuestros logros a través de nuestra disposición
a caminar y a continuar, y no a través de lo alcanzado. Porque se pueden “escalar”
montañas y montañas y más montañas, pero de todas ellas, tarde o temprano se
baja. Nuestro deber, en cambio, es “conquistar NUESTRA montaña”, la que nos
corresponde, la que hemos tocado con nuestros pies y representa nuestros
miedos, tormentas, limitaciones, deseos, posibilidades.
No
todo el mundo asume su montaña. Casi todos lo dejamos a la suerte. “Que sea lo
que Dios quiera. A ver qué pasa.” No Jesús, no nos permitas dejarlo a la suerte.
Hacer de ti un pretexto para no hacer lo correcto: que es tomar conciencia y
actuar y asumir las consecuencias de nuestros actos. Ayúdanos a ser adultos y dejar
de ser niños. Caminar a tu lado y dejar de ser ovejas a las que hay que arriar.
Ser, en cambio, pastores. Aprender, desarrollarnos, y no sólo seguir
ciegamente. Indícanos el camino. Que nuestros pies toquen tu deseo. Que seamos
capaces de hacer de tu deseo, nuestro objetivo. Y que sea tu objetivo el que
nos dé el vigor para alcanzarlo. Te amo.
Foto tomada de http://acertijosculturales.blogspot.com/2016/06/alpinistas-corazon-y-aventura-la.html
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