“Yavé
ama a todos los pueblos, pero en su mano está el pueblo de sus santos. Ahí
están, postrados a sus pies, esperando sus instrucciones.” Dt 33, 3
Dios
Padre, Dios Espíritu y Dios Hijo, permítenos estar en tus manos. Que tus manos
sean la tierra, el agua y el sol. Que en tus manos echemos raíces y en ellas
demos fruto. Que seamos una minúscula semilla de mostaza, y que Tú te encargues
del resto.
Mucha
gente le teme a la palabra “santidad.” Yo le tenía mucho miedo. Como si desear
ser santo fuer ya una muestra de arrogancia. Pero quienes lo ven así sólo
conocen los santos de altares. Esos a los que se les prenden velas y se les rezan
novenas. Mas, detrás de cada imagen hay una vida que pocos se dan la tarea de conocer.
Una vida. ¿Cuánto puede caber en una vida?
Vivir
la vida como un grano de mostaza en las manos de Dios. Eso es la santidad.
Sabernos tan pequeños, insignificantes, y perdidos que nuestro único sentido
sea estar en las manos de Dios para que Él nos transforme. Permítenos, mi Bien,
estar en tus manos.
Foto tomada de The Mustard Seed—The Best 2 Minute Video
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