martes, 26 de junio de 2018

Matar nuestras mentiras


“Israel pecó, fue infiel a la Alianza que le prescribí. [...] Pues bien, vas a santificar a los israelitas. Les dirás: Santifíquense para mañana, porque esto dice Yavé, el Dios de Israel: El anatema está en medio de ustedes, israelitas, y ustedes no opondrán resistencia a sus enemigos hasta que no hayan quitado de entre ustedes el anatema.”

Anatema, significa etimológicamente ofrenda, pero su uso principal equivale al de maldición, en el sentido de condena a ser apartado o separado (Wikipedia). En este caso el Anatema era, Acán, quien tomó cosas que no debía al momento de entrar en Jericó. Les costó una derrota y a él la vida.

Cortar, separar, eliminar, sacar, amputar a un miembro de la comunidad de creyentes es matarlo. Quizá por eso, porque comprendo no la condena, sino el dolor detrás de ella, es que no he dejado mi trabajo con las muchachas encarceladas. Aún sin formar parte de un equipo Pastoral, no dejaré de hacer un esfuerzo por incluir a quienes nadie quiere incluir. Quisiera poder hacer más, pero tengo mis propias cárceles. 

Historias como las de Acán me duelen. Un suicida también es una anatema. Llegó al punto en el que no encontró mejor salida que morir. Seguimos matando gente con piedras de juicio, con negativas a incluirlos, y con la intención de ser conquistadores victoriosos a costa de la vida, la dignidad, y la humanidad de otros. Y lo seguimos haciendo en el nombre de Dios.

Pero, ¿y si tomáramos este hecho como una enseñanza más profunda, personal -porque siempre es personal, de otra manera no toca nuestro corazón ni nuestra consciencia? Es en cada uno de nosotros que debemos matar la mentira, el engaño, el robo, y no para que “ganemos” y tengamos más que los demás. No para que “triunfemos” sobre otros, sino para convertirnos en un pueblo digno de confianza. La clase de pueblo que no tenga la necesidad de recurrir a anatemas de exclusión sino a programas de inclusión. 

Mi Bien, mi dulce y tierno Bien, danos el valor de enfrentar nuestras mentiras y darles muerte. Esas que nos decimos para justificar el mal que hacemos: “el que no tranza no avanza”, por ejemplo. “Todo el mundo lo hace”, por ejemplo. “Lo hago de buena voluntad y por tu bien”, por ejemplo. Disciplinar es mucho más que “castigar, excluir, eliminar”. Tiene que ver con el honor. Honrar lo que somos: hijos de un Dios Maravilloso, dulce, tierno y exigente. Todo bajo la luz de la Verdad. Bendícenos Señor. Te amo. 


Foto tomada de “Jesuitas: Jesús ante la Mentira y la Corrupción: http://jesuitasaru.org/jesus-ante-la-mentira-y-la-corrupcion/



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