"Bendice,
¡oh, Yavé!, su valentía y acepta su servicio. Hiere en el dorso a los que
contra él se alcen y que sus enemigos no se levanten jamás." Dt 33, 11
Jesús,
leí esta cita y recordé la película “Fuimos Héroes” con Mel Gibson. Hay una escena
en la que uno de los soldados le dice al coronel: “sé que Dios tiene un plan
para mí, sólo espero que sea ayudar a proteger a huérfanos, no hacerlos.” El coronel
lo invita entonces a orar: “Padre nuestro que estás en el cielo, antes de que entremos
en la batalla cada soldado entre nosotros se dirigirá a ti, cada uno de su
propia manera. Nuestros enemigos también, de acuerdo a su propio entendimiento,
te pedirán protección y victoria. De modo que nos inclinamos frente a tu
infinita sabiduría. Te ofrecemos nuestras oraciones hechas lo mejor que
podemos. Te pido que cuides a los jóvenes que conduciré hacia la batalla.
Utilízame como tu instrumento en este horrible infierno de la guerra, para
cuidarlos, especialmente si hay hombres como el que tengo a mi lado, merecedores
de un futuro bajo tu bendición y buena voluntad. Amén… Oh, sí, y una cosa más, mi
querido Señor… en cuanto a nuestros enemigos, ignora sus oraciones y ayúdanos a
enviar a esos bastardos directo al infierno. Otra vez, amén. Gracias.”
Siempre
es así, pedimos creyendo que somos nosotros los que tenemos razón, los que merecemos
por encima de otros. Vivir esta contradicción de pedirte que nos cuides a
nosotros y no a quienes nos atacan, nos lastiman, nos ofenden, o con quienes
simplemente tenemos que enfrentarnos, porque las circunstancias así lo
disponen, es parte de estar vivo. Lo que no se puede negar es que “luchar” forma
parte de la vida, y a veces tendrás que hacerlo física, moral, ética, o
espiritualmente, pero tendrás que hacerlo. La opción es cruzarnos de brazos y
esperar, incluso, provocarnos la muerte. Pero Señor, Jesús, Amigo, tal y como
el soldado romano te dijo: “yo no soy digno de que entres en mi casa, pero una
palabra tuya bastará…” Te pido, mi Bien, que emitas esa palabra, y ayúdanos a
todos a ser dignos de ti. A alabarte en oración y acción. A no quedarnos callados
frente a las injusticias. A luchar y no darnos por vencidos. A reconocer la derrota.
Pero, sobre todo, a no soltarte la mano, porque sin hacer el esfuerzo de luchar
para ti, el triunfo es vanidad, y la vida no es vida. Si hemos de luchar, que
sea contigo a nuestro lado. Te amo.
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