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Bendiciones, Paz y Bien.
lunes, 26 de noviembre de 2018
miércoles, 21 de noviembre de 2018
El gusto se somete a la Unidad
Mi hija y yo |
La introducción al Primer Libro de las Crónicas de la
Biblia Latinoamericana, nos dice: El libro “nos ofrece una visión grandiosa del
culto de Dios, de la oración de un pueblo, de la convicción que el pueblo
elegido debe tener de su propia identidad. Insiste, entre otras cosas, en que
la unidad es a la vez la riqueza y la obligación del pueblo de Dios, condición
para que la obediencia a Dios sea auténtica. Ninguno de los que buscan iglesias
a su gusto podrá leer este libro sin sentirse interpelado.”
¿Me pregunto hasta qué grado esa última oración es
tendenciosa? Y sí lo es, ¿qué tendencia apoya? ¿La de que la Iglesia no debe
cambiar ni responder a las señales de los tiempos -que algunos convenientemente
llaman moda, y esas también existen, pero hay señales que son mucho más que
eso- o de que necesita insertarse en el mundo y evangelizar desde los
conocimientos y avances de hoy?
Digo, porque todo lo que es construido, ideado,
manejado o realizado por hombres, y la la Iglesia no es excepción, está hecha
al gusto de algunos, pero no al gusto de todos. Y, aunque duela reconocerlo, a
lo largo de la historia, la Iglesia no siempre ha demostrado estar hecha al
gusto de Dios.
También pudiera ser que esa última oración no tenga
ningún objetivo más que reafirmar que, independientemente de nuestros gustos,
conocimientos, necesidades e intereses, la unidad es esencial. Y, por ende, estamos
obligados a que, aunque no comprendamos del todo al otro, lo incluyamos. Aunque
no estemos de acuerdo en su forma de pensar, vestir, ser, actuar, lo incluyamos.
Aunque no comulgue con nuestra manera de comprender la vida, de vivirla, de
acercarse a Dios o de plano, no acercarse en absoluto porque no cree en Él, lo
incluyamos.
Supongo que está oración (“Ninguno de los que buscan
iglesias a su gusto podrá leer este libro sin sentirse interpelado.”), puede
ser vista como:
- Un regaño, una advertencia: Tienes que hacer, ser, pensar, sentir, exactamente como nos lo dice la Iglesia.
- Un reto, un objetivo a alcanzar: Necesitas incluir a todos, te guste o no, te parezca o no, te funcione o no. Aquí, los seres humanos son primero.
Dicen que el gusto se rompe en géneros, y los géneros
de cosas como, por ejemplo, la música, son muy extensos y aunque a la música se
le considera “el lenguaje universal”, no toda es de nuestro gusto.
Mi hija tiene 11 años, y es ya prácticamente una
adolescente. Ella y yo siempre hemos batallado mucho para relacionarnos, pero a
últimas fechas ha habido un acercamiento mayor. ¿Qué dificultó nuestra relación?
No fue lo único, pero lo crean o no, uno de los factores importantes, tanto de
la dificultad previa como del avance presente, fue la música.
La música que escucha mi hija es… no me gusta. Bueno, no
me gustaba. Ya le empecé a tomar gusto y ya comprendo mucho más los mensajes,
lo que le ayudan a expresar y la manera en que es significativa para ella. Puedo
incluso decir que hay canciones que han pasado a ser significativas para mí.
La música fue un punto de encuentro con mi hija. Pero
no fue la música que me gusta a mí la que nos ayudó a relacionarnos, sino la
que le gusta a ella. He tenido que escucharla demasiado en el auto durante
nuestros trayectos casa-escuela, y tuve que sentarme a ver un musical de -no
exagero- CUATRO horas, hecho a partir de un video juego, para lograr establecer
un contacto con ella.
Ella ha mostrado mucho menos disposición para escuchar
la música que a mí me gusta. Prefiere encerrarse en su mundo antes de abrirse a
la posibilidad de entrar en el mío. Pero ella no es mi mamá, es mi hija. Y no
es ella la que debe mostrar mayor madurez, soy yo. Porque al final, no se trata
de la música, sino del contacto que ella y yo establezcamos, de la unidad que
podamos crear y de lo que ese contacto y unidad puede crear en su ser y en el
mío. Así que he tenido que ser yo, su mamá, quien ceda a sus gustos, porque sus
gustos manifiestan sus necesidades. Al final, no deberíamos hablar de gustos,
sino de necesidades. Y mucho de lo que he descubierto en las letras de las
canciones y en los personajes de los musicales que ella escucha y con los que
se identifica, son sus necesidades y la manera en que pueden cubrirse.
La Iglesia es una madre que debería cuidar de las
necesidades de sus hijos y debería empezar por conocerlos. ¿Conocemos las
necesidades de aquellas personas que decimos queremos ayudar? ¿Negamos nuestra
aceptación hacia aquellas personas que no piensan y son como nosotros sin hacer
un intento de comprender su realidad desde su mirada?
Entonces, si he de interpretar a mi gusto esa última
oración (“Ninguno de los que buscan iglesias a su gusto podrá leer este libro
sin sentirse interpelado.”) elijo entender que no son las personas las que
necesitan adaptarse a preceptos, tradiciones, costumbres, dogmas o sentidos
dados por los gustos de quienes dirigen y le dan forma a una iglesia. Creo
firmemente que la Iglesia -es decir, quienes la dirigen y dan forma- es quien tiene
la responsabilidad mayor de incluir en universalidad -cuando es verdaderamente
universal- a los seres humanos. Los aprende a conocer, los comprende desde su
realidad y los ayuda a partir de sus posibilidades -las de ellos, no solo las
de la Iglesia.
La Iglesia Universal no está sólo en los templos,
parroquias y capillas, no está en los grupos ni en las muchas denominaciones de
fe. Está en la unidad humana. Está en el deseo que muchos, desde diferentes
frentes, tienen de trabajan para una humanidad más unida, considerada,
caritativa, pacífica, integrante, educada, culta, libre, incluyente, y tantas
otras cosas que los tiempos nos piden ser.
Lamentablemente, muchos entienden esta lucha por un
mundo mejor como una única respuesta, una única posibilidad, una única forma de
actuar correcta. En su afán por unificar, apagan la individualidad de sus
miembros, como si efectivamente unidad fuera igualdad. No. Unidad es diversidad.
Es diferencia que se complementa. Puede incluso ser diferencia que nunca
encuentra un punto de encuentro, y aún así forma parte y es innegable su
existencia y papel en el mundo. Unidad es aprender… siempre aprender algo del
otro. Porque el otro, siempre tiene algo que enseñarnos.
Jesús, Tú que le has pedido al Padre que logremos ser
uno, como uno son el Padre y Tú, y como podemos ser uno a través de ustedes,
ayúdanos a convertir nuestra individualidad en expresión de comprensión de la
individualidad de otros. Que nuestros defectos nos lleven a tolerar los
defectos de otros, y nuestras debilidades a comprender las debilidades de los
demás. Que veamos en quienes nos rodean la expresión de tu Amor infinito y
reconozcamos la oportunidad que siempre tenemos de amar, cuando el amor parece
lo único imposible ante tanta distancia y diferencia. Que tengamos paciencia
con quienes no responden a nuestro ser con la bondad que muchas veces
necesitamos que nos respondan. Y que siempre logremos verte en la mirada de
quienes nos ven.
Y por favor, de manera muy personal te pido que me
perdones. Esta iglesia a la que me pides pertenezca ha sido cruel y me ha
dejado sola en muchas ocasiones. No por falta de buena voluntad, eso puedo
entenderlo. Pero las necesidades que mi individualidad tiene no alcanzan a ser
algo que interese ni siquiera tratar de entender. Y no, dejemos de intentar salvarlo todo a través
de justificaciones. No es que no sepan lo que hacen, es que no quieren
enterarse.
Puedo asegurarte que amo a esta nuestra Iglesia, pero
ya no puedo amarla de cerca. Es decir, quiero… pero las paredes de mi ser crecen
cada día más, y no importa cuánto intento derribarlas, el miedo -los únicos
brazos que han sido capaces de sostenerme-, me contiene. Y la rabia -ese perro
fiel dispuesto a despedazar a quien sea que pueda lastimarme-, me limita.
Si no te molesta, dejemos que mi instinto de
supervivencia me mantenga lejos. Pero si no es lo que quieres, por favor, dame
lo que sea que necesito para que mi miedo se sienta cómodo dejándome ir, y mi
rabia deje de sentirse amenazada. Por ahora, permíteme abrazar la idea de que unas
palabras, ya no tan diarias como quisiera, porque el trabajo abruma y mi
capacidad de concentración y atención se ha visto limitada…
Decía, permíteme
abrazar la idea de que unas palabras pueden representar la extensión de mis
manos, y brindar, desde la distancia, un poco de ese mucho amor que le tengo.
Te amo.
lunes, 19 de noviembre de 2018
Las ruinas del espíritu
Photo by Russ
McCabe on Unsplash
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Los capítulos 24 y 25
nos hablan de la deportación del pueblo de Israel a Babilonia. Sucedió en dos
momentos y debió ser muy doloroso. Ser excluido, despojado, esclavizado,
minimizado, es doloroso. Debe ser, incluso, peor que morir.
Hoy no hay cita. Lo que
hay son lágrimas, muchas, muchas lágrimas.
Jesús, en Jerusalén no
ha quedado nada. Joaquin, el último rey de Judá que no cuidó de su pueblo al no
cuidar la Alianza con Yavé, vivió sus últimos días felizmente atendido en la
casa del rey de Babilonia, bajo su cuidado y bien alimentado. El pueblo fue
explotado y la nación dejó de existir.
¿Qué podemos decir ante
todo esto? ¿Que Dios nos sostiene, nos ampara, nos ayuda? No, la verdad es que
es muy difícil decir todo eso. Incluso las escrituras lo aseguran. “Yavé ya no
quería perdonar.” (2 Re 24, 4) Sólo nos queda la fe. La dolorosa fe que sabe
que no ve más que su sufrimiento y ve que quienes nos han herido seguirán
felices su camino, completamente indiferentes ante nuestro dolor. Comerán y
beberán completamente despreocupados de todo lo que han hecho. Tienen el poder
y lo saben. Están bajo control y no necesitan nada más. El dolor de otros, de
aquellos otros que utilizan a su antojo, no es nada ante la comodidad de
sentarse en las riquezas de quienes despojaron de sus bienes.
La política, y su esposo,
el poder, por grande o pequeño que sea, siempre han sido aliados del demonio.
¿Puedes imaginarte el profundo
deseo de morir en momentos así? Jesús, ¿alguna vez quisiste morir? ¿Alguna vez
el dolor fue tan grande que pediste morir? ¿Podría ser que cuando pedías al
Padre que apartara esa copa, no pedías necesariamente vivir, sino morir pronto,
sin tanto sufrimiento de por medio? Tú ya sabías lo que se avecinaba, ya sabías
lo que venía. De todo eso la muerte era la parte más sencilla. Pero el
calvario, el dolor, la traición, el abandono, los azotes, las espinas en tu
cabeza torturándote, convenciéndote con esa penetrante insistencia de que eres
rey de la nada, del vacío, el agotamiento, el ver sufrir a quienes amas. ¿Cómo no ibas a pedir que se apartara la copa?
Si es necesario que muera, déjame morir, pero no así. De ser posible, aparta de mí esta copa, pero que no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres Tú. Y, Padre amado, perdona que te insista, que te lo ruegue de rodillas y completamente destrozado, en ruinas: ¡Por favor quiere! ¡Por favor!
Si es necesario que muera, déjame morir, pero no así. De ser posible, aparta de mí esta copa, pero que no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres Tú. Y, Padre amado, perdona que te insista, que te lo ruegue de rodillas y completamente destrozado, en ruinas: ¡Por favor quiere! ¡Por favor!
Y Dios quiso. Yo sé, yo
creo, yo tengo fe en que Dios quiso. En tus últimos momentos exclamaste: “Padre,
Padre, ¿por qué me has abandonado?” Pero Dios tomó tu alma exhausta y te libró de todo eso que no tenías necesidad de sufrir. No
fueron días Jesús. Los acontecimientos y los poderes de este mundo no pudieron detenerse
porque así funcionan las cosas cuando no es tu Amor quien nos guía. Pero no
fueron días Jesús. Yavé te sostuvo. Dios Padre-Madre-Espíritu, te sostuvo. Y yo con ellos, desde mis propias ruinas, estoy a tu lado, como Tú estás del mío.
Padre, en tus manos
encomiendo mi Espíritu.
Te amo.
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