Los capítulos 21 a 23 del Segundo Libro de Reyes
detalla lo que terminaría por ser la ocupación del Reino de Judá. Nos hablan de
la manera en que los reyes Manasés y Amón, intentaron tener contentos a los
asirios, quienes ya tenían poder sobre Judá, regresando a las prácticas
profanas y, como nos explica el comentario de la Biblia Latinoamericana al
Capítulo 21, buscaron “reprimir el culto a Yavé que era el alma de la
resistencia judía a los poderes extranjeros.”
Aquí hay algo muy importante que nos compete hasta
nuestros días: el culto a Yavé es el alma de la resistencia a los poderes
extranjeros.
Si buscas la palabra culto y su significado te
sorprenderá la gran cantidad de acepciones que tiene: desde el adjetivo con que
se designa a alguien educado hasta el nombre que se le da a una innovación en
la manera en que se interpreta, entiende o incluso se practica una corriente
religiosa, de creación relativamente reciente, de poco volumen, y que se reúne
en torno a un líder carismático. (https://es.wikipedia.org/wiki/Culto)
Hay cultos que todos practicamos y nos unen, y es muy
importante conservarlos, darles sentido y llevarlos a cabo. El culto tiene la
facultad de unir, te da identidad y pertenencia, y te brinda un camino. El
bautismo, la eucaristía, la confirmación, el matrimonio, el orden sacerdotal,
incluso los sacramentos de curación -de carácter más íntimo- como la confesión
y la unción de los enfermos, son camino y forman parte del culto de nuestra fe
y son tanto caminos personales como comunitarios porque integran, definen y le dan
sentido a nuestra existencia.
Lamentablemente el culto puede terminar siendo un
evento social, una manifestación externa de algo que no sucede en nuestro
interior pero que necesitamos aparentar en nuestra vida para, precisamente,
pertenecer. El culto puede llevarnos a “sentir bonito” y “sentirnos parte de
algo”, ambos sentimientos esenciales y necesarios en la vida de todos. Pero si
el culto deja de significar lo que pretende expresar se convierte en vacío y
escaparate social.
Son también muchas las personas que aseguran que la
espiritualidad sana no necesariamente tiene una manifestación como culto,
porque una vez más entiende la palabra culto como un “formula” a seguir, una
“receta”.
No sé si la definición que te propongo te servirá, pero
es la que voy a intentar aplicar en mi vida, porque sinceramente aquello de “el
culto a Yavé es el alma de la resistencia a los poderes extranjeros” me es
importantísimo.
Yo no puedo someterme a esas ideas “extranjeras” que
me define como una “enferma metal” o “depresiva”. Yo soy hija de Dios, son una
persona digna y amada, perfectamente capaz de desempeñarme en el mundo, aún con
mis limitaciones. Soy una persona íntegra y completa, y mi mal, no es un mal,
es una característica que personas relevantes en la historia de nuestra Iglesia
también han tenido. Revisen la vida de varios santos y encontraran en ellos
extremos como el de muchos de nosotros, las personas con trastornos mentales,
vivimos. Lo cual demuestra que, para Dios, no nos definimos por nuestros
defectos, sino por nuestro culto. Porque si revisas la vida de esos Santos,
hicieron de su actuar un culto y no se limitaron a fórmulas creadas y cultos
establecidos. Todo su ser se convirtió en culto.
¿Qué es, pues, un culto? Creo que es seguir el camino
de la Cruz de Cristo y a Jesús, en su actuar diario. Es decir, en sus
prácticas, hábitos, acciones. En otras palabras, el culto a Cristo es
transformar nuestras prácticas, hábitos acciones. Es disciplinarnos en el
actuar cristiano. Es darle sentido a nuestro vivir a partir del esfuerzo de
seguir a Cristo. No es fácil porque implica ser sincero, hablar con la Verdad.
Eso implica tomar consciencia y eso duele. Duele mucho.
Tampoco es fácil porque significa hacer un verdadero
esfuerzo por perdonar, no sólo olvidar. Casi todos creemos que perdonar es
olvidar lo sufrido. “Ya no pienses en eso”, te dicen. Pero no. Puedes olvidar
lo que te hicieron, pero nunca olvidarás lo que sentiste ante ese actuar. Eso
se queda en tu inconsciente y en tu memoria corporal -porque el cuerpo también
tiene memoria. No. Perdonar es algo más grande, porque tienes que pasar por la
Cruz, y tienes que permitirte morir, transformarte, trascenderlo. Nunca lo
superarás, ese daño también te define. Pero puede definirte en el ignorar lo
sufrido, ocultarlo y seguir negándote a cargar la cruz en lo más profundo de tu
ser y en tu inconsciencia, o puedes dejarlo morir en la Cruz. Para eso tendrás
que pasar por todo el proceso de dolor y abandono que implica llegar a morir a
esa hermosa Cruz.
Tienes que aceptar que no importa cuánto reconstruyas
ese corazón, ahora está roto, y tendrás que aprender a amar con un corazón
roto. Tener el corazón hecho trizas en el suelo no es tan simple como tomar una
escoba, recogerlo y tirarlo a la basura por inservible. No estamos hablando de
una vasija, sino de un corazón. Y, sin embargo, eso es lo que hacemos con
muchas de las personas cuyo corazón está roto: los excluimos, los eliminamos,
los señalamos, los definimos como enfermos, los limitamos, no les damos ni un
lugar ni cabida en nuestra vida, nuestros grupos sociales ni en nuestra
iglesia. Por eso, puedes comulgar todo lo que quieras, vestir niños dioses y
rezar tantos rosarios como mejor te parezca, pero si tomas la escoba para
barrer corazones, en lugar de cruces para salvarlos, no has convertido el culto
en vida, y sin vida, el culto no es nada.
Les dejo este vídeo sobre la práctica en Japón de
rellenar las grietas de cerámica rota con oro, para resaltar su Belleza. Ese es
un ejemplo de lo que el culto que vale oro debe ser capaz de hacer. Esa es la
Verdad del Bondadoso Corazón de Jesús: está roto, y aún así, el Espíritu de Oro
que lo une le permite amar, y el Padre-Madre que lo sostienen, le dan vida y
fuerza para amar con aún más firmeza que cuando estaba entero.
Jesús, enséñanos a que nuestro culto sea el oro con el
que damos sentido al dolor y aprendemos a amar como Tú amas. Te amo.
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