sábado, 17 de noviembre de 2018

Amar con el corazón roto





Los capítulos 21 a 23 del Segundo Libro de Reyes detalla lo que terminaría por ser la ocupación del Reino de Judá. Nos hablan de la manera en que los reyes Manasés y Amón, intentaron tener contentos a los asirios, quienes ya tenían poder sobre Judá, regresando a las prácticas profanas y, como nos explica el comentario de la Biblia Latinoamericana al Capítulo 21, buscaron “reprimir el culto a Yavé que era el alma de la resistencia judía a los poderes extranjeros.”

Aquí hay algo muy importante que nos compete hasta nuestros días: el culto a Yavé es el alma de la resistencia a los poderes extranjeros.

Si buscas la palabra culto y su significado te sorprenderá la gran cantidad de acepciones que tiene: desde el adjetivo con que se designa a alguien educado hasta el nombre que se le da a una innovación en la manera en que se interpreta, entiende o incluso se practica una corriente religiosa, de creación relativamente reciente, de poco volumen, y que se reúne en torno a un líder carismático. (https://es.wikipedia.org/wiki/Culto)

Hay cultos que todos practicamos y nos unen, y es muy importante conservarlos, darles sentido y llevarlos a cabo. El culto tiene la facultad de unir, te da identidad y pertenencia, y te brinda un camino. El bautismo, la eucaristía, la confirmación, el matrimonio, el orden sacerdotal, incluso los sacramentos de curación -de carácter más íntimo- como la confesión y la unción de los enfermos, son camino y forman parte del culto de nuestra fe y son tanto caminos personales como comunitarios porque integran, definen y le dan sentido a nuestra existencia.

Lamentablemente el culto puede terminar siendo un evento social, una manifestación externa de algo que no sucede en nuestro interior pero que necesitamos aparentar en nuestra vida para, precisamente, pertenecer. El culto puede llevarnos a “sentir bonito” y “sentirnos parte de algo”, ambos sentimientos esenciales y necesarios en la vida de todos. Pero si el culto deja de significar lo que pretende expresar se convierte en vacío y escaparate social.

Son también muchas las personas que aseguran que la espiritualidad sana no necesariamente tiene una manifestación como culto, porque una vez más entiende la palabra culto como un “formula” a seguir, una “receta”.

No sé si la definición que te propongo te servirá, pero es la que voy a intentar aplicar en mi vida, porque sinceramente aquello de “el culto a Yavé es el alma de la resistencia a los poderes extranjeros” me es importantísimo.

Yo no puedo someterme a esas ideas “extranjeras” que me define como una “enferma metal” o “depresiva”. Yo soy hija de Dios, son una persona digna y amada, perfectamente capaz de desempeñarme en el mundo, aún con mis limitaciones. Soy una persona íntegra y completa, y mi mal, no es un mal, es una característica que personas relevantes en la historia de nuestra Iglesia también han tenido. Revisen la vida de varios santos y encontraran en ellos extremos como el de muchos de nosotros, las personas con trastornos mentales, vivimos. Lo cual demuestra que, para Dios, no nos definimos por nuestros defectos, sino por nuestro culto. Porque si revisas la vida de esos Santos, hicieron de su actuar un culto y no se limitaron a fórmulas creadas y cultos establecidos. Todo su ser se convirtió en culto.

¿Qué es, pues, un culto? Creo que es seguir el camino de la Cruz de Cristo y a Jesús, en su actuar diario. Es decir, en sus prácticas, hábitos, acciones. En otras palabras, el culto a Cristo es transformar nuestras prácticas, hábitos acciones. Es disciplinarnos en el actuar cristiano. Es darle sentido a nuestro vivir a partir del esfuerzo de seguir a Cristo. No es fácil porque implica ser sincero, hablar con la Verdad. Eso implica tomar consciencia y eso duele. Duele mucho.

Tampoco es fácil porque significa hacer un verdadero esfuerzo por perdonar, no sólo olvidar. Casi todos creemos que perdonar es olvidar lo sufrido. “Ya no pienses en eso”, te dicen. Pero no. Puedes olvidar lo que te hicieron, pero nunca olvidarás lo que sentiste ante ese actuar. Eso se queda en tu inconsciente y en tu memoria corporal -porque el cuerpo también tiene memoria. No. Perdonar es algo más grande, porque tienes que pasar por la Cruz, y tienes que permitirte morir, transformarte, trascenderlo. Nunca lo superarás, ese daño también te define. Pero puede definirte en el ignorar lo sufrido, ocultarlo y seguir negándote a cargar la cruz en lo más profundo de tu ser y en tu inconsciencia, o puedes dejarlo morir en la Cruz. Para eso tendrás que pasar por todo el proceso de dolor y abandono que implica llegar a morir a esa hermosa Cruz.

Tienes que aceptar que no importa cuánto reconstruyas ese corazón, ahora está roto, y tendrás que aprender a amar con un corazón roto. Tener el corazón hecho trizas en el suelo no es tan simple como tomar una escoba, recogerlo y tirarlo a la basura por inservible. No estamos hablando de una vasija, sino de un corazón. Y, sin embargo, eso es lo que hacemos con muchas de las personas cuyo corazón está roto: los excluimos, los eliminamos, los señalamos, los definimos como enfermos, los limitamos, no les damos ni un lugar ni cabida en nuestra vida, nuestros grupos sociales ni en nuestra iglesia. Por eso, puedes comulgar todo lo que quieras, vestir niños dioses y rezar tantos rosarios como mejor te parezca, pero si tomas la escoba para barrer corazones, en lugar de cruces para salvarlos, no has convertido el culto en vida, y sin vida, el culto no es nada.

Les dejo este vídeo sobre la práctica en Japón de rellenar las grietas de cerámica rota con oro, para resaltar su Belleza. Ese es un ejemplo de lo que el culto que vale oro debe ser capaz de hacer. Esa es la Verdad del Bondadoso Corazón de Jesús: está roto, y aún así, el Espíritu de Oro que lo une le permite amar, y el Padre-Madre que lo sostienen, le dan vida y fuerza para amar con aún más firmeza que cuando estaba entero.

Jesús, enséñanos a que nuestro culto sea el oro con el que damos sentido al dolor y aprendemos a amar como Tú amas. Te amo. 






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