martes, 6 de noviembre de 2018

Apegarse a ídolos inútiles





“Despreciaron sus mandatos, la Alianza que había pactado con sus padres, y las ordenanzas que les había dado. Se apegaron a ídolos inútiles y se hicieron tan inútiles como sus ídolos, igual que las naciones que los rodeaban, siendo que Yavé les había mandado que no las imitaran.” 2 Re 17, 15

El reino del norte ha desaparecido pues fue conquistado por los asirios. La razón de que esto haya sucedido, nos dice el capítulo 17, es la constante insistencia de los israelitas a no hacer caso a Dios, y vivir para satisfacer a ídolos que los llevan más al consumo y la superficialidad de ritos sin sentido -hábitos inútiles- que a la cercanía con Dios y al desarrollo de sus capacidades. 

Pero no sólo los israelitas han caído en esa trampa. Actualmente la trampa sigue en pie y caemos constantemente en ella. Vivimos para tantas cosas tan inútiles y vacías que da miedo darnos cuenta de los vacíos propios y ajenos. Vivimos para anestesiarnos con excesos e inconsciencias.  

Es impresionante cómo lo dice la cita: “se apegaron a ídolos inútiles y se hicieron tan inútiles como sus ídolos”.

Cuidemos mucho dónde ponemos nuestra admiración y a quién le entregamos nuestra confianza. Cuidemos aquello que alimenta nuestro espíritu, nuestra mente, nuestras ideas, nuestro creer, nuestra consciencia. No podemos ni debemos convertirnos en inútiles seguidores de doctrinas o costumbres que no cuestionan, que no actúan en consciencia, y que se conforman con fórmulas y prácticas vacías.

Lo que no te lleve a la reflexión y al cambio para mejorar, lo que no estimule el desarrollo de tu persona, lo que no te permita la expresión de tu ser y te pida que no hables y te tragues todo como si eso fuera remedio al dolor y el vacío, no puede llevarte a Dios. Y Dios es la plenitud en toda su expresión y sentido. La plenitud incluye el dolor y el vacío que tenemos que aprender a sentir, enfrentar y trascender. Cualquier cosa que no nos coloque frente a esa Cruz, no es alimento, es anestesia.  

Jesús es el camino, y el camino que Jesús es, no es un camino libre de preocupaciones, sin retos, tranquilo, de armonía y paz constante. No es un camino “light”. La paz y el amor que Jesús nos brinda es el de la consciencia y ese duele mucho porque te enfrenta a la realidad de tus vacíos y a la verdad de tus limitaciones. Te obliga a dar lo mejor de ti, y a darte cuenta de que esa es precisamente la manera de mejorar: dando, pero no sobras ni migajas que caen de la mesa, sino verdaderamente lo mejor de ti. El camino es ser todo lo que damos, no pedirle a los demás que sean todo lo que no estoy dispuesto a ser. Es un camino que no te permite lavarte las manos y culpar a nadie, pues te enseña que la culpa no tiene cabida donde la responsabilidad existe.

Jesús, enséñanos a caminar el camino que nos has marcado como medio de salvación. Ayúdanos a comprender que la única manera de salvarnos es salvando al otro y que cada que condenamos a los demás nos condenamos a nosotros mismos. Danos la posibilidad de corregir nuestros pasos y la voluntad de no desfallecer ante nuestros retos. Y que siempre estemos dispuestos a buscar la utilidad de nuestro actuar, para que no alimentemos la inutilidad propia y ajena. Te lo pedimos en tu nombre, y bajo el cuidado de nuestro Padre-Madre y el Espíritu de Verdad y Vida que de ti emana. Así sea. Te amo. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario