martes, 13 de noviembre de 2018

Echarán raíces


Los sobrevivientes de Judá echarán raíces por abajo y darán frutos por arriba, porque de Jerusalén saldrá un resto y del monte Sión, sobrevivientes. Eso será obra de Yavé Sabaot y de su celosa preocupación.” 2 Re 19, 30-31

Como todos los días, me levanté muy temprano para hacer mi oración. Leí, elegí mi cita y medité. Quise empezar a escribir, pero el día me sorprendió avanzando demasiado pronto -el tiempo parece tener más prisa según pasan los días, meses, años. Cuando me di cuenta ya urgía salir y tuve que cerrar la computadora.

Toda la mañana ha habido trabajo. Todo ese tiempo pensé y pensé en esta cita. Pensé en esas raíces y pensé en esos frutos. Y le pedí a Dios que me permitiera sobrevivir. Ser de esas personas que lo logran.

Recordé una imagen que le robé a un amigo de su muro de Facebook, y le agregué palabras para hacerla mía. En ese momento no acompañó a ninguna oración. Fue simplemente un deseo, y simboliza todo lo que quisiera algún día ser.

Yo quiero ser este árbol, pensé.



Un árbol, caído e imperfecto, arrancado de raíz y aún vivo, lastimado y con todo su dolor a cuestas, pero sonriente y hermoso. Yo quiero ser ese árbol.

Hubo quienes aseguraron que el mensaje debajo del árbol era negativo. La depresión sí tiene fondo, me dijeron. Y todos sabemos que cuando se toca fondo, te impulsas hacia arriba. Pero hoy comprendo que hay diferentes tipos de depresiones. Existe un episodio depresivo, que puede responder muy bien a una buena terapia y personas que quizá un día se ven a sí mismas derrotadas en el suelo, o tiradas en la cama, y después de unas buenas sesiones de terapia o lágrimas, o ambas, se levantan. Efectivamente, sus raíces tocaron fondo y crecieron, y se elevaron aún más altas y hermosas que antes.

Pero hay otro tipo de depresión que no tiene fondo. Aprendes a vivir con ella, pero no se va a ir. Incluso en periodos “buenos” está latente. Es como tu sombra. Una sombra de la que tienes que tener consciencia porque si te descuidas y la dejas crecer, ennegrece todo tu entorno y tu interior.

Pero mientras más la conoces y más la conviertes en tu, digamos, “amiga” y comprendes qué es lo que la alimenta y de qué te protege, mejor te entiendes con ella y aprendes a dejar de buscar el fondo, no lo tiene. Lo que necesitas hacer es simplemente flotar. Esto le ha dado un sentido nuevo a las palabras de Jesús, que confieso, no siempre comprendí: “No resistáis al mal” (Mt 5, 39).  
El árbol de mi imagen es un árbol caído que nunca se levanto y aún así aprendió a vivir, echar raíces y crecer frondoso y bello, y aunque sus frutos no sean evidentes o quizá no sea árbol de fruto, su presencia es un recordatorio de que la Verdad, la Bondad y la Belleza no tienen formas perfectas, y son capaces de romper toda concepción de sí mismas, para convertirse en expresiones aún más sorprendentes de todo lo que simbolizan, nos enseñan y pueden ofrecer.

Esta oración es especialmente para todos mis compañeros, amigos, conocidos y desconocidos, que sufren y luchan todos los días con un trastorno mental, un trastorno de sueño, o una enfermedad crónica. También es para quienes tienen el valor de acompañarlos, porque la verdad es que casi todo el mundo -y a veces todo el mundo- corre para el otro lado, te abandona, te juzga, te critica y te asegura que te lo inventas, te lo provocas, o simplemente eres una persona negativa, mal portada, terca, enojona, fea, en fin. Eres un problema. Y hay quienes llegan incluso a ir más lejos y decirte: “Todo es mejor sin ti”.

Jesús, ayúdanos a no resistir el mal que nos ha tocado vivir. Ayúdanos a verlo a los ojos, reconocerlo en nosotros, aprender a distinguir los factores que lo fortalecen -para protegernos- y las necesidades que nos pide que cubramos para brindarnos la atención que merecemos. Porque si está ahí, no es por nuestra terquedad, es por las carencias a las que hemos aprendido a someternos en un esfuerzo por sobrevivir. Ese pequeño-gran monstruo que parece dominarnos, he ido descubriendo, esconde un ser magnífico, valiente, sensible, humano y generoso que no ha sido comprendido en su totalidad, muchas veces ni por nosotros mismos.

Bendice a todos los que nos acompañan, dales fuerza y valor también. Y bendice a todos los que no lo comprenden y nos juzgan tan a la ligera. Ayúdanos a perdonarlos, porque no saben lo que hacen ni el daño que nos infringen cuando nos señalan tan a la ligera y a partir de la superficialidad de su mirada, que no puede ir más allá de lo evidente. Te lo pedimos en Tu nombre y en el nombre de nuestro Padre-Madre, el Espíritu Santo que nos cubre, y por la intercesión de nuestra Madre María, mujer pendiente de sus hijos y cuya caridad es tan grande que supo estar a tu lado en lo bueno, en lo malo, y en lo horrible. Te amo.

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