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El día de hoy, nuestra oración incluye la plegaria que
Ezequías, rey de Judá, le hizo a Yavé al recibir una carta por parte del rey de
Asur. La carta insistía en cuestionar a Yavé, y asegurar que ni Yavé podrá
salvar a Judá de sus manos y dominio.
“Ezequías recibió la
carta de manos de los mensajeros y la leyó; después se dirigió a la casa de
Yavé. Allí Ezequías la desenrolló delante de Yavé, e hizo esta oración: «Yavé,
Dios de Israel, Dios que te sientas sobre los querubines, no hay más Dios que
tú en todos los reinos de la tierra; tú hiciste el cielo y la tierra. ¡Pon atención, Yavé, óyeme, abre los ojos, Yavé, y mira! Es
cierto, Yavé, que los reyes de Asur han arrasado las naciones paganas. Echaron
sus dioses al fuego, pero esos no eran dioses, sino sólo la obra de las manos
del hombre, hechos de madera y de piedra; por eso los destruyeron. ¡Pues bien, Yavé, Dios nuestro, líbranos ahora de su mano,
te lo suplico, y así sabrán todos los reinos de la tierra que sólo tú, Yavé,
eres Dios!»” 2 Re 19, 14-19
Jesús, en la desesperanza, muchas, muchísimas veces
levantamos la voz y Dios no parece escucharnos. En la vida de todos los días,
muchas veces levantamos la voz, y quienes nos rodean no parecen escucharnos. En
nuestro interior, muchas veces levantamos la voz, y en ocasiones, hasta
nosotros mismos dejamos de escucharnos, ignoramos nuestras necesidades, y nos
descuidamos.
Por favor, que esa aparente ausencia de Amor no termine por
convencernos de que ese vacío se quedará por siempre ahí. Que comprendamos que
en el silencio tu voz grita también, pero lo hace de manera profunda e
inaudible. Que comprendamos que el proceso de nacer implica a veces gritar y
enfrentarnos a la terrible realidad de vernos arrebatados del mundo tal y como
lo conocemos, para obligarnos a salir de la comodidad de nuestras cegueras, y
de la callada resignación a la que nos hemos sometido.
Confiamos plenamente en Ti, y sabemos que eres el Dios
que alimenta nuestra vida, y que, aún en los silencios y la adversidad, te
haces presente en los vacíos que poco a poco vas llenando según convenga.
Gracias por tu presencia invisible y tu voz inaudible, que nos sostiene desde
las profundidades de nuestros vacíos, y no desde la superficialidad de nuestra
piel. Te amo.
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