“Entonces el rostro del hombre de Dios se contrajo y
su mirada quedó fija, poniéndose después a llorar. Jazael le dijo: «¿Por qué
lloras, señor?» Respondió: «Porque veo todo el mal que harás a los israelitas.
Quemarás sus fortalezas, matarás a espada a sus jóvenes, aplastarás a los niños
y abrirás el vientre a las mujeres embarazadas». Jazael le dijo: «¿Cómo podré
yo, que soy menos que un perro, llevar a cabo tales hazañas?» Eliseo le
respondió: «Yavé me lo ha hecho ver; te vi como rey de Aram». Jazael se
despidió de Eliseo y regresó a la casa de su señor (rey de Aram). Este le dijo:
«¿Qué te dijo Eliseo?» Respondió: «Me dijo que es seguro que sanarás». Pero a
la mañana siguiente, tomó una frazada, la sumergió en el agua y la apretó sobre
la cara de Ben-Hadad hasta que murió. Y Jazael reinó en su lugar.” 2 Re 8,
11-15
Jesús nos dice: Mira mis ojos, abramos las ventanas
del cielo y sigamos caminando. Sacúdete el polvo de esta tierra y sigue. A veces,
no importa cuánto quieras advertirle a alguien del mal que hace, no quiere
enterarse. Y a veces, no sólo no quiere que se lo señales, sino que quiere hacerlo,
así que le importa poco que se lo digas o no. Sabe muy bien lo que hace.
No nos engañemos tampoco, el mal sí existe. En todos
nosotros. Y hay que vencerlo. Efectivamente es el enemigo y las luchas que
hacemos con nuestra consciencia, con nuestra alma, tienen mucho que ver con ese
enemigo que podemos ser para nosotros mismos.
El enemigo miente. Miente con todos sus dientes y con
una enorme sonrisa. Sabe que lastima y le gusta hacerlo. Sabe que se puede
colocar por encima de las circunstancias, por lo menos en apariencia, y le
encanta hacerlo. Es el ego que todos llevamos dentro y que tenemos no sólo que
develar y exponer ante nosotros mismos, sino quitarlo del trono antes de que
destruya nuestra decencia y se coloque por encima de todo, incluyéndonos a
nosotros mismos.
Porque no nos engañemos, el ego no es amor propio,
simplemente porque no es amor. El ego es apariencia, es espejo vacío de
sentido, y busca siempre lo bueno y bonito, sin importar que sea verdadero. No
quiere ver al otro -verdadero reflejo de su ser- quiere y le importa sólo verse
a sí mismo, cuidarse a sí mismo, atenderse a sí mismo. Le preocupa lo que otros
ven, no lo que él ve en sí mismo.
Este enemigo no está en las máscaras de Halloween ni
en las historias de terror, esos son juegos de niños, disfraces y elucubraciones
creativas para enfrentar miedos -no le den más valor del que tiene, eso es engrandecer
a un demonio que termina estando en boca de todos y alimentar el miedo en lugar
de ser la enorme broma que es.
El enemigo está en el ego, la apariencia, lo que
queremos lograr, aunque no sea totalmente nuestro, aunque tengamos que
arrebatárselo a alguien más. El ego se alimenta de la realidad que le roba a
otros para colocárselo encima como un trofeo propio. El ego es el enemigo más
grande y más peligroso que tenemos.
Jesús, no permitas que nuestro ego nuble nuestra
razón, nuestra entrega y nuestra consciencia. Oblíganos a sentir el daño que
nuestras acciones causan, antes de hacerlas, no después, no durante, antes.
Ablanda nuestro corazón, y sánalo de toda coraza creada para evitar ser
lastimados, y por ende, no ser capaz de empatizar nuestro sentir con el sentir
del otro. Ayúdanos a reconocer los daños que hemos sufrido para que nuestro ser
se haya convertido en ese muro de piedra que aparentamos ser.
Comprendo que ser tratado como “menos que un perro”
puede llevarnos al extremo del coraje. Así se define a sí mismo Jazael, ¿lo
notaste? Recibir ese trato puede incluso llenarnos de odio. Pero es
completamente necesario enfréntanos a esta realidad con tu mirada, Jesús, en
nuestros ojos de por medio, para que podamos comprender que eso es precisamente
lo que necesitamos evitar: tratar como menos que un perro a los demás.
Que la experiencia del dolor nos lleve a buscar el
bien, no el mal. Que la experiencia del sufrir nos de el valor de mirar a la
maldad a la cara y decirle: “No. Elijo lo correcto, no lo que me conviene, me
exenta y me coloca por encima de los demás. Elijo hacer lo correcto.”
Padre nuestro, no nos dejes caer en tentación. Te lo
pedimos por tu Hijo y por tu Espíritu, y bajo el amparo de nuestra Madre, mujer
de agallas, mujer dispuesta a decir sí a lo correcto y abrirle las puertas al
amor y la entrega total, con todo el mal y el dolor que eso le provocó y trajo
a su vida. Danos las agallas de decir sí a la Verdad, la Vida y el Amor. Y
recibir con ello la coronación que de nuestro corazón y no la exaltación de nuestro ego. Gracias,
mi Bien. Te amo.
Foto tomada de: https://uncioncatolica.wordpress.com/2010/08/13/consagracion-al-inmaculado-corazon-de-maria-preparacion-de-33-dias-revelada-por-la-virgen-en-medjugorje/