“Eliseo dijo a la mujer
cuyo hijo había resucitado: «Levántate, sal con tu familia e instálate donde
puedas, porque Yavé mandó que venga el hambre a este país y ya llegó. Durará
siete años.” 2 Re 8, 1
El resto de los versículos hasta
el versículo 6, hablan del regreso de la mujer de su exilio y de cómo se le
devolvió todo lo que le pertenecía, pues así lo ordenó el rey: “«Haz que devuelvan a esta mujer todo lo que le pertenece, como también las
ganancias de su campo desde el día en que dejó este país hasta ahora».”
Pero lo relevante no es lo que se le devolvió, aunque
es sorprendente que se le haya devuelto algo. El mundo no suele funcionar así. Como
decíamos cuando éramos niños: “El que se fue a la villa perdió su silla”. Y el
que se fue, aunque regrese, generalmente no vuelve para ser recibido, sino para
empezar de nuevo.
Lo relevante, lo maravilloso, lo especial aquí es que
Eliseo cuidó de ella y su familia, y con bondad le dijo: “Aquí no habrá nada
para ti por ahora. Es mejor que te vayas y cuides de ti y los tuyos.”
Tengo que aceptar que a veces simplemente no hay nada
para nosotros. No lo hay. Puedes pedir, puedes suplicar, puedes gritar, puedes
intentarlo una y otra y otra y otra vez, y no habrá nada. En esos casos:
escucha a Eliseo y vete donde puedas ser, hacer, vivir, sentir, incluso sólo
sobrevivir. Y por favor, no escuches a quienes te critican diciendo que la vida
hay que vivirla, no sobrevivirla. Personas que minimizan tu sentir o que
aseguran que lo tuyo es puro cuento. Si las escuchas y te juzgas con su mirada,
te quedarás sin el alimento del aliento del otro, y eso es lo que necesita tu
alma: aliento. A veces, lo que hay que hacer es sobrevivir, no quedarte donde
te quieten hasta lo que no tienes.
A veces me imagino que las personas al escucharme
hablar de “sobrevivir” me han de ver con cierto recelo: ¿Sobrevivir qué? Si lo
tiene todo: Una familia que te ama, una casa, un auto, un trabajo muy
gratificante, hasta cuatro perros y dos gatos. Sobrevivir es una palabra
demasiado grande para tan poca cosa como una depresión o ansiedad. ¿De qué
puedes estar deprimida?
La verdad es que miro todo eso que tengo hoy,
especialmente mi familia, mi esposo y mi hija, y agradezco con toda mi alma que
en el pasado haya también sobrevivido, aunque haya tenido que renunciar a todo
lo que, aún pudiendo ser mío, tuve que dejar atrás para mantenerme viva.
Desear sobrevivir me ha capacitado para hacer frente a
situaciones que a otras familias las habrían destruido. Sobrevivir nos ha
llevado, a mi familia y a mí, a hablar con la verdad y reconocer la manera en
que podemos ayudarnos. Nos ha llevado a encontrar nuevas formas de relacionarnos
y aún nos enseña todos los días que siempre hay otra manera de hacer las cosas
y que vale la pena explorar posibilidades. Sobrevivir no es negar lo que
tienes, al contrario: es reconocer exactamente lo que tienes, y trabajar con
eso para crear una vida que valga la pena vivir.
Sobrevivir es mucho: es renunciar, es sufrir, es vivir
como exiliado, es quedarte solo y volver a empezar de cero, a veces incluso con
menos que cero. Es enfrentarte a nuevas ideas y tener que obligarte a estudiar
nuevos idiomas -una nueva manera de ver las cosas, reaprender a vivir bajo
otras normas y políticas. Sobrevivir es muchas veces perderlo todo -porque a
veces todo lo que vives y te enseñaron a vivir es una mentira, en el peor de
los casos, y en el mejor, simplemente ya no es para ti. Sobrevivir es perderlo
todo, menos la vida.
Si yo te contara las cosas que he tenido que dejar ir:
sueños, habilidades, trabajos, relaciones, intenciones, deseos, todo eso de lo
que está hecha la vida, todo eso que alimenta la voluntad. Sobrevivir es
aceptar la realidad que tienes, y no las fantasías con que estamos
acostumbrados a vestir nuestras vidas y enseñarle al mundo nuestros logros -a
veces vacíos de todo significado y amor.
Sobrevivir, es decir “hoy no puedo”. Es levantar las
manos y rendirte, consciente de que lo mejor que puedes hacer es eso, aunque
implica romperte el alma y dejar todo lo que amas atrás.
Claro que para muchas personas nosotros, los que hemos
deseado morir, nuestro encuentro con la muerte y necesidad de sobrevivir es una
fantasía inventada por nuestra interpretación de las cosas. Incluso, para
nosotros mismos, el absurdo de la situación es muchas veces lo único evidente,
lo cual nos sumerge aún más en la desesperación.
Y, sin embargo, todo eso que nos sucede dentro, es
también real. Aceptarlo como real es fundamental. Realmente no habrá avance
mientras sigas pensando que te lo estás inventado, y mientras quienes te rodean
y son significativos en tu vida sigan tratándote como un loco o un enfermo
mental -con toda la carga que ser enfermo y, además, enfermo “mental”, implica.
De hecho, no somos enfermos mentales, somos personas
que sufrimos un trastorno mental y estamos luchando con él. Cada día es una
lucha, lo reconozcan o no los demás. Pero si lo que quieres hacer es
sobrevivir, vale gorro lo que piensen los demás. Duele mucho que no lo vean
pero que se queden ellos con sus definiciones limitadas. Tu tienes que ir más
lejos. Tienes que estar “sobre” o por encima de las circunstancias para que
logres vivir.
Sobrevivir es aceptar la realidad y trabajar con lo
que hay. Es ser lo que eres, poder lo que puedes, y tener lo que tienes. Ni
más, ni menos. Para sobrevivir hay que empezar por reconocer que “no puedo”, y
eso cuesta muchísimo trabajo, sobre todo cuando siempre has podido, y de
repente, ya no. Sobre todo, cuando tienes lo que parece una vida dedicada a
algo y de repente, ya no eres válida por “inválida”.
Cuando vi la película “Náufrago”, protagonizada por
Tom Hanks, lo vi inmediatamente: eso es sobrevivir. Esa película es una hermosa
y a la vez muy cruda y extrema analogía de lo que es salir adelante con la
depresión a cuestas. Es casi un instructivo, si sabes leerlo. La recomiendo
ampliamente. Pero no veas la historia nada más, ve los hechos tratando de
imaginar que todo lo que sucede ahí forma parte de tu mundo interior. Vives en
una isla aún cuando estés rodeado del mundo. Quizá comprendas lo que es
sobrevivir para muchas personas, lo difícil que es y la enorme soledad que te
invade. Quizá incluso llegues a comprender lo necesario que es aprender a vivir
eso que vives para buscar recursos y desarrollar habilidades que necesitas
desde esa realidad interior, y no desde la realidad que el mundo te impone o
que todos te dicen que tienes que tener. Quizá suceda aún más, y llegues a
reconocer la dignidad que tenemos las personas con trastornos emocionales y
mentales, y puedas incluso aplaudir el enorme esfuerzo que hacemos todos los
días por sobrevivir.
Y quizá, el milagro suceda y comprendas que realidades
internas tenemos todos, y todos hacemos lo mejor que podemos para vivirlas.
Algunas de esas realidades son más extremas que otras, pero todas son
realidades, no loqueras, no inventos, no interpretaciones: realidades que
necesitamos aprender a vivir para sobrevivirlas.
Eso último sería un verdadero milagro, porque la
realidad es que son contadas, si no es que nulas las personas que van a asumir
tu realidad. Esa realidad interior es tuya y de nadie más, y hay que aprender a
vivir con la realidad que tienes. Eso implica redefinir las situaciones y
darles dignidad, incluso cuando sea difícil encontrarla. Pero ese no es el
milagro. El milagro sería que todos aprendiéramos a ver las realidades de
otros, para ayudarlos como merecen ser ayudados: con dignidad y sin juicio.
Hoy ya no me siento mal por sobrevivir, pero he pasado
la vida entera redefiniendo eso que hago -sobrevivir- como algo digno y
valioso. Y en cada recaída tengo que volver a hacerlo: valorar el esfuerzo
hecho, aunque parezca que no hay esfuerzo que valga ni acción que cambie la
realidad que vivo, y que el mundo se empeña en señalar que es “nada”. “No
tienes nada”, me dicen.
Hoy, para mí, sobrevivir es elevar el espíritu sobre
la vida que me tocó vivir, ampliar mi visión de las cosas y aprender a ver no
sólo lo inmediato, sino lo que hay debajo, dentro y más allá de lo evidente. Es
dejar de ser mariposa y atreverme a desarrollar alas de águila, para poder así
sobrellevar las cosas desde la perspectiva del espíritu y no desde la realidad
de la carne. Y es más aún. Es saber que eso soy: un águila. Aun cuando todos -incluyéndome-
ven en mi a una mariposa de alas rotas -débil, frágil, vulnerable- o una
polilla -obscura y fea-, y aun cuando te crean incapaz de volar alto y lejos, aun
así, en mi interior soy un águila. Y las águilas vuelan alto y vuelan lejos.
Gracias Dios mío por acompañarme en cada naufragio
vivido y ayudarme en cada ocasión a elevar mi espíritu para sobrevivir. Con
todo, te pido que me saques a flote de esta isla desierta y me envíes las manos
amigas que necesito para salir adelante. Te lo pido en el nombre de Jesús, Hijo
Amado, Verdad Realista, Sabiduría Humana, amigo y confidente, Cristo que
acompaña, Cristo que ama, Cristo que transforma. Gracias Dios. Te amo.
Trailer de "Náufrago"
Trailer de "Náufrago"
Imagen y foto tomadas de: https://es.kisspng.com/kisspng-f2efpg/ y de
https://animapedia.org/animales-terrestres/bosque/
No hay comentarios:
Publicar un comentario