“Una de las mujeres de
los hermanos profetas mandó llamar a Eliseo: «Tu servidor, mi marido, ha
muerto, dijo ella, y tú sabes que tu servidor temía a Yavé. Pues bien, un
hombre a quien debíamos dinero vino a tomar a mis dos hijos para hacerlos sus
esclavos». Eliseo le dijo: «¿Qué puedo hacer por ti? Dime, ¿qué tienes en tu
casa?» Respondió: «Tu sirvienta no tiene nada en su casa, excepto un cantarito
de aceite». Le dijo: «Anda a pedirles a todos tus vecinos cántaros, cántaros
vacíos, todos los que puedas. Cuando estés de vuelta, cierra la puerta tras de
ti y de tus hijos, echa tu aceite en todos esos cántaros y a medida que se
vayan llenando, ponlos aparte» (Así lo hizo, hasta que llenó tantos cántaros
como pudo) «Anda a vender el aceite y paga así tu deuda; lo que quede te
permitirá vivir junto con tus hijos».” 2 Re 4, 1-4
¿Quieres ayudar a alguien? Tal y como dice el dicho:
si quieres dar de comer una vez a alguien dale el pescado. Si quieres que coma
por siempre, enséñalo a pescar. Esto es básico en la educación: antes de
pretender tener resultados, asegúrate que los educandos tengan lo que necesitan
-no le vas a enseñar a pescar cuando está muriendo de hambre, le das a probar lo delicioso del pescado, y luego le enseñas a pescar. En otras palabras: Cubrir necesidades
y contribuir a que descubran sus recursos de forma que logren, con entrenamiento
y preparación, descubrir sus propias necesidades y aprendan a encontrar los
recursos que les puedan llevar a cubrir las suyas y más adelante las de otros.
Abraham Maslow, psicólogo estadounidense, en su teoría
de la pirámide de necesidades o jerarquía de las necesidades humanas -que mucho
tiene que ver con la motivación y el despertar del deseo de superación y
trascendencia-, asegura que nadie buscará necesidades superiores si no tiene
cubiertas las necesidades inferiores. La jerarquía es como sigue:
Entonces, en la medida en que las necesidades
inferiores están cubiertas, la persona tenderá a buscar las necesidades
superiores. Por ejemplo, no puedes pedirle motivación para el estudio a alguien
que se siente inseguro en un salón de clase, por ejemplo. No puedes culpar a una
persona que no se siente amada, que no se siente aceptada, por no aceptarse y
reconocerse a sí misma: ¿cómo va a amarse si no ha tenido experiencias de amor?
¿Cómo va a aceptarse a sí misma, si nadie le acepta?
El asunto con las necesidades es que por un lado
necesitamos buscar la manera de cubrirlas, y por otro, necesitamos aprender a
cubrirlas por nosotros mismos. Por eso, lo esencial es hacer justo lo que hizo
Eliseo: primero preguntar: ¿Qué puedo hacer por ti? ¿Qué necesitas? Y después,
en lugar de dárselo al cien por ciento, le ayudas a descubrir sus recursos para
realizar eso que necesita. Pero eso no implica dejar de hacer tu parte o
pretender que sólo Dios haga la suya.
Por eso, yo no digo que orar no sirva de nada ni que
la caridad sea inútil para resolver situaciones de carencia a largo plazo y de
manera constante. Pero no son suficientes. Antes de continuar, aclaro que no hablo de la caridad en su
sentido teologal -pues eso sí implicaría un cambio de largo alcance- como
deberíamos realmente entenderlo, sino en su sentido más coloquial que ha
llegado a ser sinónimo de limosna a los pobres, o dar a los pobres aquello de
lo que carecen, sin por ello buscar sacarlos de su pobreza.
Ninguna de estas dos acciones ayuda mucho por sí
mismas. Solemos decir: haz el bien sin mirar a quién. Pero he llegado a la
conclusión que esa es una de las mentiras con las que nos alimenta el demonio -solemos
decirle “el enemigo” como si su nombre fuera impronunciable, igualito que en las
películas de Harry Potter donde nadie se atreve a decir el nombre del “malo de
la película”, pero bien lo dijo Jesús, “no resistáis al mal”, o sea, no tengas miedo,
lo único que el demonio sabe y puede hacer es mentir. Descubre la mentira y
serás libre.
Bien, pues eso de “haz el bien sin mirar a quien”, es
una mentira que como toda buena mentira parece una acción noble y de alta
moral. El asunto es que: hace falta mirar a quién. Hace falta reconocer qué es
lo que necesita, donde están sus verdaderas carencias de fondo, qué es lo que
le impide salir adelante y cómo podemos ayudarle a sacar sus recursos y
permitirle caminar por su propio pie. En un salón de clase, por ejemplo, cada alumno
tiene una necesidad diferente. Desde el niño que suele no desayunar porque,
como a veces te dicen, “salimos corriendo y mi mamá no tuvo tiempo de hacerme
de desayunar”, hasta el que es tan kinestésico (necesita moverse) que conviene dejarlo
trabajar de pie. No te resistas al mal porque no es tan malo después de todo: “Saca
algo de tu lunch y cómetelo aquí en el salón”; “bien, puedes trabajar de pie
pero te sientas en la orilla o atrás, para que me dejes ver a los demás”; o “entre
tema y tema te levantas y me borras el pizarrón y de paso das cinco saltos al
frente”. Se atacan de la risa, pero su cuerpo lo agradece y generalmente la necesidad
de moverse deja de ser una distracción incontrolable en clase.
Jesús, enséñanos a descubrir necesidades y a reconocer
recursos que nos puedan llevar a un verdadero cambio que modifique no sólo
nuestro presente sino nuestro futuro, al grado que se convierta en un paso más
hacia la Trascendencia y el Amor, de que tú eres ejemplo y Vida. Gracias por la
bondad infinita de hacernos tus discípulos, pero nunca colocarte en la altura
del maestro sino en la cercanía del amigo. Un amigo que comprende nuestras necesidades, y nos ayuda a cubrirlas. Te amo con toda mi alma.
Foto tomada de: https://auuooh.com/trout-flyfishing-knowing-where-to-help-get-the-fish-is-key-to-trout-fishing/
Es verdad hay que hacerlo así porque no vemos ese daño que resulta no enseñarlo a pescar
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