sábado, 20 de octubre de 2018

¿Eres fuente de veneno?


Decoraciones de pared de luz y sombra de Kumi Yamashita
“Sirviéronles sopa a todos esos hombres, pero en cuanto la probaron exclamaron: «¡Hombre de Dios, la olla está envenenada!» Y no pudieron comer. Él les dijo: «Tráiganme harina». La echó a la olla y añadió: «Sirvan sopa a los hombres y que coman». Y ya no había nada venenoso en la olla." 2 Re 4, 40 y 41


Los hombres a los que se les sirvió sopa eran profetas que se sentaron a la mesa a comer una sopa que Eliseo mandó a hacer. En la región había hambruna así que ese gesto de dar de comer a todos estos hombres fue amable, sin duda. Uno de ellos, encontró una especie de uva silvestre y como se veía buena para comer desgranó los racimos que había recogido en la sopa, sin duda con la mejor de las intenciones. Se veían buenos para comer y la esperanza era que le dieran un muy buen sabor a esa sopa que seguramente sería más agua que alimento (recordemos que había hambruna).

Me acuerdo muy bien del impacto que me hizo la frase: “El camino al infierno está tapizado de buenas intenciones.” La primera vez que lo escuché fue mi madre quien lo dijo. Mi padre decía otra semejante: “No hay nada peor que un pendejo con iniciativa.” Mis padres fueron jefes en el ejército. Eso implica ser responsable de muchas personas, tener clara la línea de mando y tomar decisiones que no ponga en riesgo a los demás. En el ejército se cuida a todos. Nadie es indispensable y nadie es independiente. Un batallón, un pelotón, es todos sus miembros, y todos son responsables del que está a su lado, del que está enfrente y del que está detrás. En el ejército, cuando algo sale mal no termina arrestado sólo el que provocó el problema, terminan arrestados muchos más.

Cualquiera pensaría que ser jefe en el ejército implica dar órdenes y no hacer nada más que sentarse en el mando a ver qué todo salga como se planeó. Pero mis padres no eran jefes nada más. Ellos aprendieron a ser líderes y eso los colocaba al frente de todo lo que se hiciera. Sabían que tomar una decisión no es cosa que se haga a la ligera. Por eso, para ellos, lo peor que podía haber era una persona con “iniciativa y buenas intenciones”. Esa gente decide movidos por el “corazón” no la cabeza. Piensan en “sentirse bien" y creen que hacer el bien es eso: ”sentirse bien". No piensan en lo que ayuda a que le vaya bien a todos. Creen que dado que “corazón” es noble, las acciones se justifican por la nobleza del acto, no la efectividad del hecho. Como bien decía mi padre: son pendejos, y como bien decía mi madre, nos van a llevar al infierno a todos si no los detenemos. 

Por favor, no reduzcamos las cosas a “tener buenas intenciones”. Esas generalmente hacen más daño que bien. Hay una película que se llama: “Cuando un hombre ama a una mujer”. Protagonizada por Meg Ryan y Andy García, y es preciosa. Su belleza no radica en que es una historia de amor que termina en un final feliz. No. Es una historia que muestra el veneno que el amor y la buena intención sin consciencia de las verdaderas necesidades del otro provocan. Es una historia que muestra la realidad del veneno que existe en la persona “sana” y el daño que esa persona hace a una persona “enferma”. Esta relación "sana-enfermiza" tiene un nombre: se llama “codependiencia”. Y pongo comillas en "sana" y "enferma" porque ese es precisamente el lenguaje que les encanta usar a los codependientes, un lenguaje en el que ellos son los "sanos" y el otro es el "enfermo".

Pero la realidad es que la codependencia es una forma de relacionarnos nada sana. No me atrevo a llamarla enferma tampoco, pero definitivamente en la medida en que no se reconozca como algo que necesita cambiar, hace mucho daño. 

El codependiente es muy inconsciente del daño que hace con su “amor extremo”. Generalmente es gente “con buenas intenciones” pero sin nada de verdadera “empatía”. Eso que sienten es lástima y deseos de resolverle la vida al otro, no amor. No le ayudan al otro a crecer, lo mantienen en el suelo. Dependen de su… digamos “bajeza” para sentirse bien y por encima de la situación. Ante los ojos del mundo son la mujer buena con un marido desgraciado, o los padres que todo enfrentan y el hijo que es una oveja negra. El marido buena onda y la esposa borracha. La novia que ama sin medida y el maldito novio que le pega y la lastima. En fin, la relación es la que hace daño porque hay mucha inconsciencia en ella. No porque uno u otro esté "enfermo", y aún bajo esos términos de salud y enfermedad, los dos tienen broncas que necesitan resolver. Nunca es "sólo uno".

Ser codependiente es, creo, aún más difícil de reconocer que el ser un adicto o un alcohólico, o una persona con trastorno mental o cualquier cosa que puedas ser y sea a todas luces algo que se considera "malo". A la larga, ser codependiente es tan doloroso o más, porque el codependiente cree que es bueno y que es la víctima del abuso del otro. Lo que no alcanza a ver es que esa “intención de ser bueno” no significa que se hace lo “correcto y necesario”.

La persona codependiente odia el conflicto porque el conflicto lo coloca en la posibilidad de darse cuenta de que él o ella también necesita tomar consciencia del mal que hace. Y eso es un “shock” a su concepto de “soy bueno”. Por eso, hace todo lo que puede por evitar las emociones personales incómodas o fuertes para concentrarse en las necesidades inmediatas o evidentes -no las verdaderas- de la otra persona. Y por eso, prefiere relacionarse con gente "baja" que involucrarse en relaciones que impliquen tomar consciencia y responsabilidad de su persona, sus problemas y su falta de compromiso real. Las personas codependientes son manipuladoras al extremo. (1)

Por eso, el profeta vio que el fruto parecía bueno, y no se preguntó si verdaderamente lo sería. Echó los racimos de esa especie de uva, porque de lo que se trata es de “dar lo bueno” y para ellos lo bueno es lo que “parece bueno”. No se van a detener a preguntarse: ¿Estoy realmente ayudando? ¿No será que más bien estoy dando atolito con el dedo? ¿No será que realmente estoy resolviendo el problema de momento, pero no le estoy ayudando a la persona a resolverlo por sí misma después? ¿Quizá lo que estoy haciendo es dar el pescado sin acompañar a pescar? La gente codependiente no fomenta el crecimiento en la otra persona, busca, en realidad, que la persona se mantenga abajo y caída para tener siempre a quien rescatar.

Así como existen los grupos de AA -Alcohólicos anónimos-, existen los grupo de Al-Anon, los cuales se definen a sí mismos de esta manera: “Los Grupos de Familia Al-Anon es una agrupación de parientes y amigos de alcohólicos que comparten sus experiencias, fortaleza y esperanza con el fin de encontrarle solución a su problema común. Creemos que el alcoholismo es una enfermedad de la familia y que un cambio de actitud puede ayudar a la recuperación.” (2) 

Cuesta mucho trabajo reconocer que nuestras buenas intenciones pueden ser precisamente lo que “inyecte” veneno en los demás, los tenga tan enojados y los lleve a hacerse daño y hacernos daño. Es admirable que una persona con buenas intenciones, pero mucho desconocimiento deje de engañarse a sí misma y busque, de verdad, hacer un cambio, no en el otro, sino un cambio personal.

Nada cuesta más que reconocer que no somos buenos, que también estamos movidos por el veneno que nos consume y no hemos sabido reconocer, y que tenemos mucho rencor que trabajar. Cuesta trabajo darnos cuenta de que a veces el monstruo no es ese otro que me roba, lastima, y abusa de mí, sino yo, que lo minimizo y refuerzo su comportamiento destructivo. Cuesta mucho trabajo abrir los ojos y darnos cuenta de que somos unos ignorantes y tenemos mucho que aprender, y que esa ignorancia nos ha llevado a juzgar y lastimar a otros cuando los que necesitábamos cambiar éramos nosotros.

Y precisamente porque cuesta tanto trabajo, Jesús sabe que el Reino de los Cielos pertenece a los “pobres de espíritu”. (Mt 5, 3) Hay que reconocernos completamente pobres para poder pedir ayuda, y no ser tan “espiritualmente ricos” que creemos que somos la solución a los problemas de los demás, y que quien no pueda verlo es porque está ciego. El rico de espíritu tiene tanta luz en los ojos, que no puede ver ni su sombra. “Pobrecito mi patrón”, canta Alberto Cortez, “piensa que el pobre soy yo.”

Jesús, no nos permitas buscar sólo la luz ni mucho menos creer que estamos inmersos en ella. Ayúdanos a reconocer nuestras sombras, permítenos aceptar que a veces no sabemos cómo ayudar y es mejor acercarnos humildemente y aprender, que sólo intentar darle al otro lo que creemos que no tiene. Danos humildad por sobre todas las cosas. Humildad y deseo de cambiar. Que comprendamos que no podemos ayudar a nadie si no nos hemos ayudado a nosotros mismos primero y eso implica tener el valor de reconocer nuestras propias sombras. Que comprendamos que ser mártir no es loable. Lo loable es buscar la Verdad, incluso si esa verdad nos señala como una de las fuentes de veneno en nuestro entorno.

Bendito eres Jesús, fuente de luz y reconocedor de sombras. Enséñanos a ver corazones, pero no con una actitud romántica de bondad, sino con los ojos del Espíritu, que busca la Verdad por encima de la belleza, pues bien sabe que lo que es bello sin ser verdadero tampoco es bueno. Gracias Jesús por tu Cruz que nos coloca forzosamente ante la crudeza de nuestra naturaleza humana, y eso, aunque no es “bonito”, es el acto de Verdad y Bondad más Bello que nos has dado. Gracias mi amado Bien, mi dulce Compañía, mi más preciado Amor. Te amo. 


(1) Cómo saber si eres codependiente. (2018, Octubre 20). WikiHow. Tomado de: https://es.wikihow.com/saber-si-eres-codependiente

(2) ¿Qué es Al-Anon? (2018, Octubre 20). Grupos de familias de Al-Anon y Alateen. Tomado de: https://www.alanon.mx/que.php 


 

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