sábado, 27 de octubre de 2018

El madero que te saca a flote



Los hermanos profetas construían una cabaña cerca del Jordán. “Mientras uno de ellos cortaba un tronco, cayó el hacha al agua. Se puso a gritar: «¡Ay de mí, mi señor, esa era un hacha que me habían prestado!» El hombre de Dios le dijo: «¿Dónde cayó?» El otro le mostró el lugar. Eliseo cortó entonces un palo, lo tiró al agua y el hierro salió a flote. Añadió: «Tómalo ahora». El otro extendió su mano y agarró el hierro.” 2 Re 6, 5-7

El metal pesa mucho, muchísimo. Así es la depresión: pesa, pesa mucho, muchísimo. Es común que creamos que cuando la persona “toca fondo” ya no le queda más que ir hacia arriba. Y supongo que eso es lo que muchos piensan que sucederá con la depresión o cualquier otro trastorno: que llegará el día en que tocaremos fondo y no nos quedará más que subir y salir de esto.

Pero la depresión endógena, crónica, incluso la depresión mayor, no es una adicción, no es una decisión, no son faltas de ganas, no es ser necio ni negativo por querer serlo… y NO tiene fondo. Se trata de un pozo sin fondo.
En Bacalar, Quintana Roo, hay una laguna hermosísima que tiene todos los azules posibles, desde el muy claro, casi blanco, hasta el más obscuro, casi negro.

Pero el azul más profundo de Bacalar no está en la laguna, sino en el Cenote Azul. Así le llaman. Es un cenote que está a un costado de la laguna de Bacalar. Según dicen, no tiene fondo. Hay personas que han nadado ahí. Yo nunca me atreví. También se dice que hay personas que se han metido a nadar y ya no salen. Ni sus cuerpos se recuperan. Dicen que tiene corrientes internas de lo que suponen son cuevas profundas del cenote, y que esas corrientes son capaces de jalar a quienes nadan en sus aguas.

Todo esto no lo sé de cierto. Me lo contaban mi papá y mi abuelito. El caso es que en el Cenote Azul nunca he nadado y nunca voy a nadar. Me da miedo y es un miedo que conozco.

La depresión, cuando llega y se instala, es así: un Cenote Azul, casi negro, con sus corrientes internas que te jalan a las profundidades. Pero la situación se complica aún más porque traes un hacha contigo. Es un hacha enorme, eh. Enorme. Y dices: suéltala, te vas a ahogar. Y lo intentas y lo intentas y lo intentas y no puedes. Simplemente no puedes. Y te cansas. Los brazos ya los tienes entumecidos, el cuerpo ya está frío y tembloroso, y las corrientes de agua que te jalan ya son más una invitación a que dejes de esforzarte y nunca te ha parecido que exista una salida más sensata que esa.

Necesitas salir de ahí, pero miras a tu alrededor y no ves nada. A veces, las personas que te aman están ahí, pero te cuesta mucho trabajo verlos. Porque además esto sucede durante una noche obscura, de esas que no tienen luna y en las que además hay neblina. Quizá, te buscan, pero ellos tampoco pueden comprender qué es ese peso y esa fuerza que te jala hacia abajo.

En esos casos extremos con un madero te basta. ¡Quieres algo de donde agarrarte! Lo necesitas con todo tu ser y lo pides casi a gritos -a veces, incluso a gritos- pero lo que muchas veces sucede es que las personas que te aman son las primeras que se cansan. Ellas te alcanzan a ver en el agua, te quieren sostener pero no pueden, y piensan que ese peso enorme que te jala, y esa fuerza enorme que te vence, son ganas de no cooperar.

Dicen que nadie puede salvar a quien no quiere salvarse. La depresión, el trastorno más común y generalmente presente en muchos otros males. Imaginen tener un trastorno obsesivo compulsivo, una enfermedad crónica, alguna discapacidad, o una simple gripa de esas que te tiran y, además, pasar por un evento de depresión profunda, uf… Bien, pues la dificultad de toda enfermedad se complica aún más con depresión (no tristeza, no hablo de una “depre”, de esas que te dan en fin de semana porque no tienes algo que hacer, sino depresión).

Para todos, el depresivo “no quiere salvarse”. Y sí, ese es precisamente el síntoma más fuerte: quieres morir. No es terquedad ni negatividad. De hecho, muchas veces somos las personas más positivas que te puedas imaginar. Sabemos reírnos incluso de nosotros mismos. Grandes cómicos han pasado por periodos depresivos, grandes artistas y actores. El depresivo puede llegar a ser una persona que ha desarrollado varios talentos, en esa búsqueda de sentido. Por eso, yo sé que a nadie se le puede culpar cuando una persona decide suicidarse. Ni la persona es culpable ni quienes le rodean. La enfermedad ganó: en ese sentido la depresión es enfermedad y como cualquier enfermedad que nos enfrenta a la muerte, puede ganarnos.

Pero, y he aquí un pero enorme: aunque la depresión es generalmente conocida como una “enfermedad” por tener, en muchas ocasiones, factores químicos, o mejor dicho, falta de neurotransmisores o incapacidad para que funcionen adecuadamente, no es un mal que se presente sólo por eso. Es un trastorno multifactorial: depende mucho de factores. Me explico: no es lo mismo estar en ese Cenote Azul en medio de la noche, sin nadie alrededor, justo debajo de las corrientes de agua que te jalan, y además peleándote con el hacha para quitártela y por ende, esforzándote aún más de lo necesario y cansándote mucho más pronto, que estar en ese mismo Cenote, en pleno día, con gente alrededor que si bien no te logran sacar, al menos de acompañan, y un enorme madero de donde agarrarte, en dónde descansar.

Eliseo sabía muy bien lo que hacía cuando lanzó ese palo o pedazo de madera al agua. Primero preguntó: ¿Dónde cayó? O sea: ¿Qué necesitas? ¿Cómo puedo ayudarte? Después lanzó un palo, un pedazo de madera al agua, justo ahí, en la necesidad. Le dio algo -nunca se puede dar todo- de lo que se necesitaba: madera para flotar. 

Aquí, lo que quisiera poder decirte es más difícil de decir. Pero lo voy a intentar. Por un momento deja de pensar en una persona dentro de un cenote, piensa en el hacha: el hacha no es sólo metal, es madera también. Bien, pues esa persona no es sólo un “hacha”, no la puedes definir a partir de sus síntomas -la pesadez de la depresión, la tristeza extrema, la angustia y el enojo. También tiene cualidades humanas, es decir: madera. Y déjame decirte que para ser mango de un hacha se necesita buena y muy resistente madera.

El palo o “madero” que lanzó Eliseo al agua, representa para mí la Cruz de Cristo. Jesús era un humano de muy buena madera. Pero Jesucristo, es un humano con madera divina. Es decir: con un propósito de salvación, con un deseo de entrega, con una necesidad de Verdad, con una disposición enorme a amar y con una comprensión absoluta del dolor.

Seguir a Cristo en su entrega le da sentido a todo este dolor y todo este sufrimiento. Ver su dolor y compartir el tuyo con él y con otros le da sentido a ese dolor. Jesucristo es capaz de transformar ese dolor y encausarlo hacia la trascendencia del mismo. Y la trascendencia no elimina el dolor, le da sentido.

Pero eso no fue suficiente. Eliseo le dijo al hombre: “¡Tómalo!” Eso es indispensable: alguien tiene que estirar la mano y ayudarte a salir. En otras palabras, necesitas una mano que esté dispuesta a ayudarte a salir. Es decir, la Cruz de Cristo -tomar consciencia del dolor- te puede ayudar a salir a flote, pero para salir necesitas la mano de un hombre, de la humanidad de ese hombre.   

Los factores que influyen a que estés inmerso en una depresión son muchos, pero uno de los más importantes son las personas que te rodean: ¿Cómo te tratan? ¿Qué te dicen? ¿Te saludan? ¿Son amables? ¿Te critican? ¿Te ofenden? ¿Te ignoran? ¿Te rechazan? ¿Muestran paciencia? ¿Te apoyan? ¿Creen en ti? ¿Te muestran su afecto? En fin… Las personas y el trato que te den son muy importantes. Esa relación que te asume, te toma, te acepta, te reconoce y te hace saber que importas, esa es la que te salva en verdad. Mientras tanto, estás sobreviviendo. ¿Cuántos de nosotros no estamos sólo sobreviviendo?

Pero no es tan fácil como suena. Las personas con depresiones, ansiedades, trastornos de cualquier tipo, tenemos una característica: “somos hachas”. Llevamos un pedazo de metal en la espalda que por más que queramos no logramos quitarnos de encima. ¿Qué hace ahí? No sé. Quizá fueron mecanismos de defensa que aprendimos a emplear para no ser lastimados. Quizá sea inseguridad. Quizá sea enojo acumulado. Quizá hemos caído demasiadas veces al agua y ya no sabemos cómo salir de ese cenote. No es fácil eh, no hay más que ramas y piedras resbalosas por toda la orilla y no hay tierra firme para pisar. Querer salir puede costarnos resbalar y volver a caer aún más profundo. También existe la maldad: aquellas personas que ven un hacha en el agua, la toman, la usan, y la vuelve a aventar, aún más adentro, aún más profundo, con aún más fuerza. Se dan toda clase de abusos ante las necesidades humanas no cubiertas.

Pero, esto no es un texto negativo. Al contrario. Este es un texto que quiere asegurarte algo: un hacha tiene mucho valor, y perderla es… perder mucho más que un simple trozo de madera. Perder un hacha es perder una herramienta fundamental para la construcción de toda cabaña -comunidad y/u hogar.

Entonces, por favor, si estás inmerso en una depresión, busca relacionarte con personas que te traten bien, que te valoren, que te ayuden a ver tus cualidades, que no tengan miedo de decirte: te amo y te necesito. Que no tengan miedo de un hacha que, si bien, puede cortar y hacer daño, también es una herramienta gracias a la cual puedes lograr muchas cosas.  

Ahora, como sé muy bien lo que es estar en ese cenote con el hacha ENORME en la espalda y nadie dispuesto a tenderte la mano como lo necesitas, y sí, quien quiera tenderte la mano tendrá que considerarte tan valioso que también pida ayuda y haga el esfuerzo de estirarse y tomarte de la mano como lo necesitas, no como él o ella cree que debe hacerlo, sino como lo necesitas; entonces quiero decirte que te hagas un enorme favor: cambia tu madero viejo (toda hacha es sostenida por un mango de madera) por el madero de la Cruz de Cristo.

Y antes de que continúe, sé muy bien que hay personas que no creen en Dios y no creen que sea Cristo quien te salva y su Cruz quien te puede hacer flotar en aguas tan negras, tenebrosas y frías. (He tenido médicos y terapeutas que también me lo han cuestionado -a veces forma parte de la terapia porque, pues a veces le cargamos demasiado a Dios y menos a nosotros, lo cual no ayuda al momento de tomar responsabilidades.)

Para ti, que no crees, déjame decirte que muy bien podría ser que Cristo sea un constructo mental que me he creado para compensar la falta de esa mano empática y amiga que me ayude a salir. Pero el caso es que, sin ese constructo mental, sin esa voz amiga que me guíe y me diga qué necesito hacer, no voy a poder. Y eso es encontrar el madero: enseñarte a cuidarte y quererte, y a veces tendrás que hacerlo solo. Pero sinceramente, hacerlo con Cristo es más fácil, porque aún cuando sólo sea una figura imaginaria: bendita imaginación que me permite experimentar la presencia de un Ser que me ama por sobre todas las cosas y que me enseña con paciencia y tolerancia lo que es amarme yo. Eso no habla de mi grandeza e ingenio mental, sino de la enorme grandeza e ingenio de esto que se llama Vida y que a mi entender también es Dios. La Vida en mí, que SÍ QUIERE VIVIR y que tiene miedo de llegar a morir en manos de esas corrientes de voces, de esas agresiones que me hago a mí misma, de todas esas palabras hirientes que alguna vez me dijeron y que ahora me repito una y otra vez, y de esa obscuridad absoluta que pesa con el filo del metal cortando la piel, esa Vida es Dios, esa luz diminuta, ese respiro que a veces logro dar, ese deseo de amarme y dejar ya de odiar todo esto tan complicado que soy, y que aleja a todos de mí, ese es Dios, ese es Cristo y esa es la Cruz de la que me abrazo, el Madero que me saca a flote.

En fin, velo como quieras y nómbralo como se te antoje -a Dios le tiene sin cuidado cómo lo nombres, lo que quiere es que lo abraces- agárrate de ese madero y empieza a cuidarte y quererte, de otra manera vas a terminar en las profundidades de un Cenote casi negro, sin fondo, y con corrientes de aguas que te arrastran hacia lo más profundo de la desolación. Y de ahí es difícil salir vivo. Porque vas a esperar y esperar y esperar ese fondo o esa mano que te saque, hasta que no puedas más, y dejarás de intentarlo.

Así que, en un principio agárrate fuerte de ese madero de la Cruz de Cristo, y sal a flote. Poco a poco ve cambiando el madero de tu ser por el madero de la Cruz, hasta que te conviertas en un hacha que flota por sí misma. Pero no me malinterpretes. No estoy diciendo que dejes de ser hacha -no vas a librarte de ese metal; si es tuyo, es tuyo. Pero sí puedes convertirte, poco a poco, en un madero que ayude a otros a salir a flote. No vas a poder del todo, pero puedes hacer algo. Así que ayuda a otros, escucha a otros, sal un poco de ese dolor y comparte un poco del dolor de otros. Muchos maderos juntos pueden llegar a ser balsa para todos, y quien sabe, quizá hasta un barco. ¿Por qué no?

Pero tienes que hacer más. No te puedes quedar en ese mismo lugar de muerte y desolación: poco a poco y como puedas ve relacionándote con personas que sean amables, que no te juzguen rápidamente y se den el tiempo de reconocer tu valor. No las encontrarás fácilmente, pero existen. Y mientras llegan, trátate bien tú. Incluso cuando llegan, si es que llegan, cuídate mucho, quiérete más, no les impongas a ellos esa responsabilidad. Ámate a ti mismo como quisieras que otros de amen y aprenderás a amar a los demás como te amas a ti mismo.

Cuida los factores que te lastiman y te vuelven a sumergir en el agua. Y si recaes y sientes que ya no puedes, pide un madero de Cruz y descansa en él. ¿Qué es pedir un madero de Cruz? No te esfuerces demasiado ni te juzgues con severidad. Ten compasión de ti. Trátate exactamente igual que quisieras que otros te trataran. Escúchate y cuando escuches los juicios inhumanos que te haces, conviértete en la Cruz y con Jesús sopórtalo todo. Como él, guarda silencio ante las acusaciones, y sal a flote. Deja que pase todo y llora y sufre, y sal a flote. No tienes que salir del agua, sólo tienes que salir a flote. No tienes que ganar, sólo tiene que salir a flote. No tienes que ser perfecta/o, sólo tienes que salir a flote. No tienes que ser feliz ni estar bien ni ser linda/a o bien portada/o, sólo sal a flote. Y va a ver quienes te ignoren y quienes te digan que eres puro drama, puro cuento, pura tontera, puro capricho, o peor, que eres un/a enfermo/a… pero todo, todo, todo eso no existe en tí sobre la Cruz de Cristo. Deja que sea esa cruz la que lo cargue todo, lo tome todo, lo asuma todo. Y tú solo flota… flota… flota…

Ah, y no te lamentes de que no haya quien estire la mano y tome la tuya. Tú sal a flote con la Cruz de Cristo. ¿Qué es salir a flote con la Cruz de Cristo? Es reconocer tu dolor en el suyo y acompáñalo a sufrir con tu propio sufrimiento. Aunque parezca que estás solo, no estás solo. Tú estás agarrado de esta Cruz y somos muchos los que en ella habitamos. Cada que sobrevives y sigues vivo, sobrevivimos todos y seguimos vivo. Tu lucha es nuestra fuerza y tu fuerza es nuestra lucha. Así que agárrate de este madero y no lo sueltes: por favor, no lo sueltes.

Porque lo que más daño te causa no es el sufrimiento, sino el saber que ese sufrimiento no tiene razón de ser. Jesús no merecía ser juzgado y lo fue. No merecía ser azotado, y lo fue. No merecía ser abandonado y lo fue. No merecía ser despojado de su humanidad, ser encarcelado ni que lo convirtieran en una burla, y lo fue. No merecía ser negado, y lo fue. No merecía morir, y lo hizo. ¿Qué sufrimiento tiene razón de ser? Nadie sufre porque quiere. Jesús murió por nosotros, pero no “para” que seamos felices nosotros y dejemos de ser responsables de nuestros males. Murió para que podamos salir a flote. Él asume la muerte que quieres darte y mata con ella la culpa que sientes de ser quien eres. No lo dejes morir solo. Sal a flote y convierte tu ser en esa Cruz, y sufre lo que te toca sufrir, y vive lo que te toca vivir, y mejora lo que te toca mejorar, y conviértete también en madero de Cruz para ti y los demás. Asume a Cristo en tu interior, a ese ser que te conecta con todo y con todos. Asúmelo y se con él Cristo: Cuerpo Místico de Dios.

En resumen: cuídate y trátate bien. Date a ti mismo lo que necesitas de otros: escucha, comprensión, apoyo, permiso, tolerancia. Y aprenderás a darle eso mismo a los demás. En esos momentos en que apenas si puedes, sal a flote. No te pidas otra cosa que no sea salir a flote. Porque Cristo y yo con él y a través suyo, SÍ alcanzamos a ver lo valioso que eres y no queremos perderte. Te necesitamos. No me cansaré de decirlo: TE NECESITO. Necesitamos dejar de ser maderos esparcidos en el agua y convertirnos en barca, para que muchos no tengan que pasar por la tragedia de verse a solas sumergidos en el agua de un cenote azul, casi negro, en una noche obscura, con corrientes que te llevan a la muerte y un hacha a sus espaldas sin nadie que asuma la ayuda que necesita.

Esta oración es una petición: busco tu intervención. ¿Sabes que siempre que le pides a alguien que ore por ti o por alguna causa estás buscando que su santidad levante la voz por tu humanidad? Todos compartimos esa cualidad de los santos. Nuestras oraciones son santas, aunque no lo seamos al cien porciento nosotros: nuestras oraciones son santas.

Bien, te pido que ores por ti y por mí, y porque el madero de Cristo nos alcance a todos. Porque todos logremos encontrar una mano amiga en un momento de desolación y desesperanza. Porque todos logremos escuchar los gritos de angustia -mudos o completamente escandalosos- que nos avientan en la cara todas aquellas personas que despreciamos por sus defectos y que muy bien podrían ser los maderos que sostienen el hacha con que logremos construir la comunidad que necesitamos crear. Quizá… No. Corrijo: con toda seguridad, ellos son el instrumento que nos llevará al encuentro con Cristo crucificado y de ahí, la resurrección está cerca, muy cerca.  

Hoy mi oración te la comparto para que ores conmigo: Bendice nuestros esfuerzos adorado Padre. Alienta nuestra esperanza amada Madre. Danos el apoyo cansado, triste y desolador de tu Cruz, bendito Jesús, y sé el milagro de una nueva vida, de un nuevo intento, de una dulce paz, alabado Espíritu. Gloria a Dios en el cielo y paz a los hombres en la tierra. ¿Y en el agua? Que en el agua se laven nuestras culpas y el madero nos saque a flote para que la mano de una comunidad nos saque adelante. Así sea.

Te amo.






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