“En cuanto Ajab
(entonces rey de Israel) divisó a Elías, le dijo: «¡Ah! ¡Aquí está el causante
de la desgracia de Israel!» Elías le respondió: «No soy yo el causante de la
desgracia de Israel, sino tú y la casa de tu padre, porque han abandonado los
mandamientos de Yavé y se han vuelta a los Baales.” 1 Re 18, 17-18
“¡Aquí está el
causante!” ¿Sabías que siempre, siempre, siempre que alguien abuse de otra
persona (en cualquier sentido y de cualquier manera) lo primero que hará será
señalarle como culpable de esa situación? ¡Siempre sucede!
Es tu imaginación. Es
tu actitud. Es tu falta de compromiso. Es tu vestimenta provocadora. Es tu
falta de atención. Es que no te das a respetar. Es tu falta de autoestima. En
fin. Hay veinte mil o más “es que esto o aquello”.
Una excelente maestra y
terapeuta de desarrollo humano, hace años nos dijo al grupo: “cuando señalas a
alguien con el dedo no te queda más que doblar el resto de los dedos, y, si
pones atención, mientras un dedo señala hacia el frente, otros tres señalan a
ti, y a veces, hasta el pulgar señala hacia arriba.”
Ella era psicóloga
jungiana y a los jungianos les encantan los símbolos y los arquetipos, así que
explicó, palabras más, palabras menos: el dedo del que estás consciente es el
que señala al otro, pero de todos los demás no te has dado cuenta. Es hermoso
que mientras tratas de disfrazar tu responsabilidad, estás diseñado de tal
manera que todo tu ser te grite: ¡Ey, aquí hay algo en lo que tienes que poner
atención! Y es que tres dedos te señalan a ti, porque antes de señalar a otro y
culparlo deberías preguntarte, “qué hice o hago yo para que esta situación se
dé, o en su defecto, qué puedo hacer yo para contribuir a que no se dé”. A
veces, incluso el pulgar señala hacia arriba, es decir, hacia Dios, o si
prefieres verlo así, hacia la necesidad de elevar tu consciencia por encima de
la conveniencia de no tomar cartas en el asunto y limitarte a decir, no es mi
culpa ni mi responsabilidad. Pero amar es buscar la acción más elevada, y ese
siempre será el camino.
Jesús, ayúdanos a
ayudar. Ayúdanos a dejar de señalar culpas y a buscar soluciones juntos. A
hacernos de herramientas de crecimiento, no de excusas para no intentar
mejorar. Ayúdanos a darnos cuenta de que el otro siempre hace lo mejor que
puede dentro de sus límites y sus sombras. Todos pecamos de inconsciencia. A
todos nos cuesta trabajo aceptar lo que hacemos y lo que no hacemos. Pero nadie
lo hará si sólo se le señala y no se le habla con la verdad y de frente; una
verdad que siempre incluye nuestra participación.
Jesús, no nos permitas vivir
para colocarnos por encima de los demás y creer que somos mejores. Ayúdanos a
tratar de ver las cosas desde la perspectiva del otro, quizá hay algo que de lo
que no nos hemos dado cuenta y que valdría la pena considerar.
Bendito eres Jesús,
bendito es tu nombre que puede darnos la fuerza y la disposición de detenernos
un momento, dejar de señalar a los demás, y si hemos de hablar de defectos, lo
hagamos de frente y dispuestos siempre a ver en qué necesitamos cambiar o
mejorar también nosotros. Que sea tu intervención la que busquemos y tu luz la
que nos permita ayudar y ayudarnos. Gracias mi Amor, mi Vida, mi Ser. Te amo.
Foto tomada de: User Jeremykemp on en.wikipedia - Jeremykemp, CC
BY-SA 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=1189431
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