“Partió de allí Elías y encontró a Eliseo, hijo de
Safat, quien estaba arando; tenía doce medias hectáreas de tierra para arar y
estaba en la duodécima. Elías se le acercó y le tiró encima su manto.
Inmediatamente, dejando sus bueyes, Eliseo corrió tras Elías: «Permíteme, le
dijo, que vaya a abrazar a mi padre y te seguiré». Pero Elías le respondió:
«¡Puedes volverte, era algo sin importancia!»
“Eliseo se alejó, pero para tomar la yunta de bueyes y
sacrificarlos; asó su carne con el yugo y se la sirvió a su gente, luego se
levantó, salió tras Elías y entró a su servicio.” 1 Re 19, 19-21
Es inevitable recordar
Lucas 9, 61: “Otro le dijo (a Jesús): «Te seguiré, Señor pero antes déjame
despedirme de mi familia.» Jesús le contestó: «El que pone la mano en el arado
y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios.»
Jesús, con esa actitud
me dieron muchas más ganas de ser discípula de Elías que tuya. ¿Qué pasó?
¿Dónde está la diferencia? Ayúdame a encontrarla porque debe existir.
Creo que ya lo vi.
Elías fue a abrazar a su padre, lo que implicó cumplir con sus obligaciones
familiares. Abrazar es asumir. Eliseo asumió a su familia y lo que aún tenía
que hacer por ella. Aquel hombre, que curiosamente sólo se le menciona como
“otro” -y hay tantos otros- no busca “abrazar” a nadie, sino “despedirse” de la
familia. Busca un pretexto para dejar de asumir la responsabilidad de su
familia -primera prioridad- y, al mismo tiempo, y precisamente porque no está
comprometido con lo primero -que es lo importante-, no se compromete con el
Reino -que es resultado de relaciones familiares fuertes y estables.
Eliseo, camina y asume
los pasos que tiene que dar. No fue a “despedirse”. No brinca de un pie a otro,
dando saltitos aquí y allá, sin asumir ninguno de los compromisos hechos. El
“otro”, en cambio, ni toma el arado para cumplir el compromiso que tiene con su
familia, ni asume su decisión de seguir a Jesús -necesita despedirse primero, y
ya sabemos que, como dice el dicho: “el que mucho se despide pocas ganas tiene
de irse.”
Mañana empiezo,
decimos. Mañana lo hago. Mañana me esfuerzo. No. Despídete hoy. Todos los días
asume tus responsabilidades y todos los días despídete de ellas, no con buenos
deseos de que mañana las llevarás a cabo, sino con la seguridad de que ya lo
hiciste. Eso que digo aquí, me lo digo a mí misma, porque hay que aceptar una
cosa: yo no soy como Eliseo, soy una más de tantos “otros” que hay en este
mundo y vivo arrastrando para mañana mucho de lo que debería estar cubierto
hoy.
Pero hay algo que
necesitamos tomar en cuenta Jesús. Hay también otra diferencia aquí: Elías
llegó y le puso su manto a Eliseo. Es decir, también lo asumió. También
reconoció en él al discípulo que necesitará poner en orden su vida para asumir
el camino que necesita recorrer. Yo sé que hay discípulos a los que tú también
“cobijaste” y hay otros que no te tomaste la molestia de asumir porque veías a
todas luces que si tendrían un compromiso no sería contigo, sino consigo mismos
y sus pretextos.
Jesús, Elías, miren mi
esfuerzo y reconozcan en él la enorme necesidad que tengo de ser asumida como
discípulo, reconocida como valiosa, y amada como hermana menor. Coloquen su
manto sobre mí y enséñenme a ser como ustedes. Enséñenme a tomar el arado en
mis manos, consciente de que el arado que busca sembrar y fortalecer el árbol
familiar -el biológico y el espiritual- es pieza fundamental en la creación del
Reino. Es, incluso, la raíz y el tronco de un Reino de Vida.
Ténganme paciencia y
háblenme con la Verdad siempre. Si es no, digan no y por qué. Si es si,
explíquenme lo que ese sí implica. No sean como han sido otros: No me digan que
sí, sin decirme cuándo. No me den atole con el dedo. No me digan que me tienen
paciencia y me cierren la puerta y no me contesten si los llamo, o peor aún,
corten la comunicación porque me atrevo a pedir explicaciones que no están
dispuestos a dar. No me hablen de un amor que no dan, de una tolerancia que no
brindan, ni de una humildad que no demuestran. No pongan cara de “no te vi”
cuando me vean, y salúdenme, que esa es la manera más sencilla y hermosa de
decir “te reconozco”. No se queden callados cuando les haga preguntas ni se
enojen cuando insista en preguntar. ¿Si no pregunto, cómo voy a aprender? No se
ofendan porque hay temas que desconozco o no comprendo. Si me explicas y me
ayudas, seguro lo entenderé. Pero comprendan que no estoy obligada a saberlo
todo, pero sí a buscar aprender. Y tomen en cuenta que quizá se desesperen un
poco o un mucho conmigo, porque ya saben que mi tendencia no es a ser una
discípula callada. No me interesa ser bonita -por aquello de “calladita te ves
más bonita”-, quiero ser real. Permítanme ser real. Han sido ustedes quienes me
enseñaron que de nada sirve vivir en la irrealidad de lo bonito.
De modo que Jesús y
Elías, pongan su manto sobre mí y asúmanme también. Ella es mi discípula, mi
hermana, mi amiga, y tiene tanto valor ante mis ojos como lo tiene cualquier
hombre -hombre como género humano, eh… yo no empleo términos “políticamente
correctos”; yo, mujer, soy tan hombre como cualquiera.
Gracias Jesús, gracias
Elías. Que este suspiro emitido sea señal de su manto sobre mis hombros y su
bendición sobre mi cabeza. Me consagro a ustedes: Jesús, Yavé-mi-Dios, Espíritu
de Verdad, y le pido a Elías -maestro y amigo- que intervenga y me enseñe todo
lo que necesito aprender para servirles, y le pido también a María, hija,
esposa y madre, mujer valiente que supo dar un sí absoluto, que me ayude a
definir y realizar los muchos pasos que aún tengo que dar para lograr que mi
hogar sea un refugio familiar que nos de a todos un lugar donde crecer en amor
y comprensión, sin exigencias irreales e intolerancias absurdas. A fuerza, ni
los zapatos entran, y el camino es largo: no nos conviene caminar sin zapados o
con unos tan apretados que terminemos en el suelo.
Y por favor Jesús, por
favor Elías, no me permitan nunca, nunca, nunca, ignorar una necesidad por
darle cabida a una conveniencia. Lo conveniente nunca tendrá importancia frente
a la necesidad humana. El trabajo es aprender y enseñar a cubrir necesidades
entonces. Gracias. Los amo. Te amo.
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