domingo, 7 de octubre de 2018

Abríganos con tu manto



“Partió de allí Elías y encontró a Eliseo, hijo de Safat, quien estaba arando; tenía doce medias hectáreas de tierra para arar y estaba en la duodécima. Elías se le acercó y le tiró encima su manto. Inmediatamente, dejando sus bueyes, Eliseo corrió tras Elías: «Permíteme, le dijo, que vaya a abrazar a mi padre y te seguiré». Pero Elías le respondió: «¡Puedes volverte, era algo sin importancia!»

“Eliseo se alejó, pero para tomar la yunta de bueyes y sacrificarlos; asó su carne con el yugo y se la sirvió a su gente, luego se levantó, salió tras Elías y entró a su servicio.” 1 Re 19, 19-21

Es inevitable recordar Lucas 9, 61: “Otro le dijo (a Jesús): «Te seguiré, Señor pero antes déjame despedirme de mi familia.» Jesús le contestó: «El que pone la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios.»

Jesús, con esa actitud me dieron muchas más ganas de ser discípula de Elías que tuya. ¿Qué pasó? ¿Dónde está la diferencia? Ayúdame a encontrarla porque debe existir. 

Creo que ya lo vi. Elías fue a abrazar a su padre, lo que implicó cumplir con sus obligaciones familiares. Abrazar es asumir. Eliseo asumió a su familia y lo que aún tenía que hacer por ella. Aquel hombre, que curiosamente sólo se le menciona como “otro” -y hay tantos otros- no busca “abrazar” a nadie, sino “despedirse” de la familia. Busca un pretexto para dejar de asumir la responsabilidad de su familia -primera prioridad- y, al mismo tiempo, y precisamente porque no está comprometido con lo primero -que es lo importante-, no se compromete con el Reino -que es resultado de relaciones familiares fuertes y estables. 

Eliseo, camina y asume los pasos que tiene que dar. No fue a “despedirse”. No brinca de un pie a otro, dando saltitos aquí y allá, sin asumir ninguno de los compromisos hechos. El “otro”, en cambio, ni toma el arado para cumplir el compromiso que tiene con su familia, ni asume su decisión de seguir a Jesús -necesita despedirse primero, y ya sabemos que, como dice el dicho: “el que mucho se despide pocas ganas tiene de irse.”

Mañana empiezo, decimos. Mañana lo hago. Mañana me esfuerzo. No. Despídete hoy. Todos los días asume tus responsabilidades y todos los días despídete de ellas, no con buenos deseos de que mañana las llevarás a cabo, sino con la seguridad de que ya lo hiciste. Eso que digo aquí, me lo digo a mí misma, porque hay que aceptar una cosa: yo no soy como Eliseo, soy una más de tantos “otros” que hay en este mundo y vivo arrastrando para mañana mucho de lo que debería estar cubierto hoy. 

Pero hay algo que necesitamos tomar en cuenta Jesús. Hay también otra diferencia aquí: Elías llegó y le puso su manto a Eliseo. Es decir, también lo asumió. También reconoció en él al discípulo que necesitará poner en orden su vida para asumir el camino que necesita recorrer. Yo sé que hay discípulos a los que tú también “cobijaste” y hay otros que no te tomaste la molestia de asumir porque veías a todas luces que si tendrían un compromiso no sería contigo, sino consigo mismos y sus pretextos. 

Jesús, Elías, miren mi esfuerzo y reconozcan en él la enorme necesidad que tengo de ser asumida como discípulo, reconocida como valiosa, y amada como hermana menor. Coloquen su manto sobre mí y enséñenme a ser como ustedes. Enséñenme a tomar el arado en mis manos, consciente de que el arado que busca sembrar y fortalecer el árbol familiar -el biológico y el espiritual- es pieza fundamental en la creación del Reino. Es, incluso, la raíz y el tronco de un Reino de Vida. 

Ténganme paciencia y háblenme con la Verdad siempre. Si es no, digan no y por qué. Si es si, explíquenme lo que ese sí implica. No sean como han sido otros: No me digan que sí, sin decirme cuándo. No me den atole con el dedo. No me digan que me tienen paciencia y me cierren la puerta y no me contesten si los llamo, o peor aún, corten la comunicación porque me atrevo a pedir explicaciones que no están dispuestos a dar. No me hablen de un amor que no dan, de una tolerancia que no brindan, ni de una humildad que no demuestran. No pongan cara de “no te vi” cuando me vean, y salúdenme, que esa es la manera más sencilla y hermosa de decir “te reconozco”. No se queden callados cuando les haga preguntas ni se enojen cuando insista en preguntar. ¿Si no pregunto, cómo voy a aprender? No se ofendan porque hay temas que desconozco o no comprendo. Si me explicas y me ayudas, seguro lo entenderé. Pero comprendan que no estoy obligada a saberlo todo, pero sí a buscar aprender. Y tomen en cuenta que quizá se desesperen un poco o un mucho conmigo, porque ya saben que mi tendencia no es a ser una discípula callada. No me interesa ser bonita -por aquello de “calladita te ves más bonita”-, quiero ser real. Permítanme ser real. Han sido ustedes quienes me enseñaron que de nada sirve vivir en la irrealidad de lo bonito. 

De modo que Jesús y Elías, pongan su manto sobre mí y asúmanme también. Ella es mi discípula, mi hermana, mi amiga, y tiene tanto valor ante mis ojos como lo tiene cualquier hombre -hombre como género humano, eh… yo no empleo términos “políticamente correctos”; yo, mujer, soy tan hombre como cualquiera. 

Gracias Jesús, gracias Elías. Que este suspiro emitido sea señal de su manto sobre mis hombros y su bendición sobre mi cabeza. Me consagro a ustedes: Jesús, Yavé-mi-Dios, Espíritu de Verdad, y le pido a Elías -maestro y amigo- que intervenga y me enseñe todo lo que necesito aprender para servirles, y le pido también a María, hija, esposa y madre, mujer valiente que supo dar un sí absoluto, que me ayude a definir y realizar los muchos pasos que aún tengo que dar para lograr que mi hogar sea un refugio familiar que nos de a todos un lugar donde crecer en amor y comprensión, sin exigencias irreales e intolerancias absurdas. A fuerza, ni los zapatos entran, y el camino es largo: no nos conviene caminar sin zapados o con unos tan apretados que terminemos en el suelo. 

Y por favor Jesús, por favor Elías, no me permitan nunca, nunca, nunca, ignorar una necesidad por darle cabida a una conveniencia. Lo conveniente nunca tendrá importancia frente a la necesidad humana. El trabajo es aprender y enseñar a cubrir necesidades entonces. Gracias. Los amo. Te amo. 







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