domingo, 14 de octubre de 2018

Experimentar el Amor del Espíritu




“Elías dijo a Eliseo: «¿Qué quieres que haga por ti? Pídelo antes que sea llevado lejos de ti». Eliseo respondió: «Que venga sobre mí el doble de tu espíritu». Elías le replicó: «¡Pides algo difícil! Pero si me ves mientras soy llevado de tu lado, lo tendrás; si no, no».

“Iban conversando mientras caminaban, cuando un carro de fuego, con sus caballos de fuego los separó al uno del otro: Elías subió al cielo en un torbellino. Eliseo lo vio y gritaba: «¡Padre mío! ¡Padre mío! ¡Carro de Israel y su caballería!» Luego no lo vio más. Tomó entonces su ropa y la partió en dos.

“Eliseo recogió el manto de Elías que había caído cerca de él y se volvió. Al llegar a orillas del Jordán se detuvo, tomó el manto de Elías y golpeó el agua con él, pero ésta no se dividió. Entonces dijo: «¿Dónde está el Dios de Elías? ¿Dónde?» Y como volviera a golpear el agua, ésta se dividió en dos, y Eliseo atravesó.”  2 Re 2, 9 a 14

“Si me ves mientras soy llevado de tu lado, lo tendrás”, así le respondió Elías a Eliseo ante la solicitud de que le diera la bendición de recibir el Espíritu. Ver. Entre las acciones que Jesús vino a hacer al mundo está el de dar vista a los ciegos. Bien, entonces ¿qué es ver?

Vemos a través de la vista. El ojo en realidad no percibe imágenes sino ondas de luz. Las diferencias entre las ondas de luz es lo que crea la imagen y le da color. Es decir, cuando la luz incide en un objeto, el objeto absorbe parte de dicha luz y refleja el resto. Ese reflejo se dará con una cierta onda de luz. Esa onda de luz es lo que recibe nuestro ojo y luego, en un complejo y hermoso proceso, esa luz es transformada en imágenes y colores dentro de nuestro cerebro.

En otras palabras, nuestro mundo es, por ejemplo, de color, no porque sea de color, sino porque así lo percibimos, así lo “traduce” nuestro cerebro. El mundo es, literalmente, una creación mental. Pero, eso no significa que podamos ser 100% objetivos, porque la vista, siendo una construcción mental, también puede engañarnos. Si vemos una imagen con una perspectiva correcta, sombras y luces adecuadas, perfectamente podemos verla como real, y resulta que es una pintura o una imagen.

¿A qué voy con todo esto? Bueno, el viernes 12 de octubre, que fue cuando empecé este texto y que no había podido terminar porque… son tantas las ideas que llegan a mí, tantas imágenes y hay tanto que decir sobre la capacidad de ver al Espíritu y con los ojos del Espíritu, que no podía decidirme y fue… escribirlo una y otra vez. Eso y el hecho de que ha habido mucho que hacer y el peso del trabajo empieza a notarse. Pero he decidido enfocarme sólo a una imagen: ser daltónico.

Una persona daltónica es alguien que no percibe ciertos colores. Dime, ¿la culparías por no ser capaz de distinguir entre diferentes tonalidades de verde, o entre el verde y el rojo? ¿Verdad que no? Eso que le sucede no es su culpa, es la manera en que funciona su cerebro y tampoco se quita con sólo desearlo ni se acaba con oración, ayuno y penitencia.

¿Por qué culpamos a quienes no ven la “belleza de la vida” con la misma claridad con que lo hacen otros, entonces? Las personas con un trastorno mental tienen una especie de daltonismo. Vemos más las sombras que la luz, digamos. Dependiendo del trastorno esas sombras pueden ser inquietantes o totalmente paralizantes, estimulantes o terroríficas. Lo que no son es nuestra responsabilidad absoluta. No vamos a modificar nuestro cerebro con intencionarlo, pero sí podemos aprender a vivir vidas muy plenas con nuestra capacidad de ver -sigamos diciéndolo así- sombras.

Somos capaces de ver sombras incluso en donde otros ignoran que las hay, y eso puede ser un gran beneficio para muchos, incluyendo aquellas personas que se ciegan con tanta luz que entra en su visión que no pueden ver sus propias sombras y por ende, tampoco viven en la “Verdad”. Recordemos que el mundo es luz y sombra, y sin la combinación balanceada de ambas, la percepción de la realidad es engañosa si no es que es una total mentira.

Es la verdad la que nos hace libres, y entre las verdades que hemos ido descubriendo a través del tiempo es que en lo que a ver se refiere hay cosas que podemos hacer para ayudarnos a cambiar nuestra forma de percibir: existen los lentes e incluso operaciones que contribuyen a modificar la manera en que “entra” la luz a nuestra visión.

A esos lentes e incluso operaciones quirúrgicas yo les llamo factores, y en el caso de un trastorno mental los factores son diversos: nuestras relaciones, trabajo, sueño, alimento, familia, situación económica, el hecho de que te ejercites o no, el conocimiento que tienes de tu propia situación, tu relación con lo trascendental –“Dios”, para quienes nos gusta llamarlo así, el “Sentido del Ser” para quienes prefieren no nombrarlo con imágenes religiosas. En fin, son muchos los factores y en todo caso hay que analizar cuáles son los que necesitas modificar para ir cambiando esa percepción que tienes de ti mismo, del mundo, del Ser, y de tus relaciones con el Ser, y con los demás.  

Ahora, nadie puede modificar todo eso solo. Nadie. Los lentes que modifican nuestra percepción del Espíritu no son físicos, no son algo tan simple como comprarnos un par de lentes y ya. Aquí la “graduación” de los “lentes”, además, toma tiempo y se modifica constantemente. Y no siempre se podrá modificar todo: hay quienes definitivamente seguirán ciegos por siempre, pero, hasta el ciego puede aprender a vivir vidas plenas y felices tanto física, como espiritualmente.

Lo que sí va a implicar es tiempo y mucho entrenamiento. Tanto de la persona que vive el trastorno como de las personas que deseen formar parte de su red de apoyo: su familia, sus amigos, sus colegas. Implicará, entonces, aprender a amar. Y amar es mucho más que tener buena intención y buena fe. De hecho, tus buenas intenciones nunca serán amor. Sólo serán eso: intenciones. Por ejemplo, si yo tengo la buena intención de ayudarte y te prendo una lampara directamente a tus ojos para que veas “lo bella que es la vida”, no voy a ayudarte. Voy a lastimar tus ojos y te vas a enojar conmigo, y vas a tener toda la razón en hacerlo.

Para ayudar, hay que saber hacerlo y una buena manera es conocer lo que el otro necesita, escuchar lo que el otro necesita, creerle al otro y tratar de ver las cosas desde su visión para poder identificar lo que necesita modificar en su entorno y apoyarle así a brindarle lo que requiere, no lo que tengo la “buena intención” de darle.

¿Sabes que existen lentes para que las personas daltónicas vean el color? También existen tratamientos, terapias, modificación de rutinas, planes de ejercicio, conocimientos y enseñanzas sobre maneras más “sanas” de relación y de formas de brindar apoyo más efectivas. Pero todo eso no le toca sólo a la persona con el trastorno identificar. Si tú formas parte de la “red de apoyo” de una persona, vas a necesitar dejar de culparla sólo a ella y aprender también nuevas y mejores formas de relacionarte con ella. Ese conocimiento que también te toca a ti -y dicho sea de paso, va a enriquecer tu vida- son los lentes que le ayudarán a “ver” el color del Espíritu.

El efecto se llama “experimentar el amor”. Un amor que nadie experimenta desde el juicio, pero todos creamos cuando nos damos la oportunidad de relacionarnos desde las necesidades propias y de los demás, y no sólo nuestras buenas intenciones. Un amor que se experimenta hablando de lo que existe, no ignorándolo. Un amor que se crea conociendo las luces y sombras tanto de quien recibe como de quien da. Y se matizan para que la experiencia sea mutua, no sólo mía y no sólo desde mi visión de las cosas.

Yo sueño que algún día la Iglesia que amo, que he amado siempre, comprenda esto. Que la gente que amo y dice haberme amado, se de la oportunidad de cambiar y no sólo me exija cambiar a mí. Que ellos me ayuden a cubrir estas necesidades que tengo de seguridad y pertenencia, de aceptación y reconocimiento. Necesidades que además todos tenemos, pero yo tengo la buena fortuna de ver las sombras que genera la falta de ellas, y comprender por ende mucho acerca de la mejor manera de brindarlas. He tenido que aprender muchas cosas, pero si no me dan la oportunidad de compartirlas porque el problema sólo soy yo, entonces, ¿cómo pueden ayudarme y ayudar a otros? Y, encender una luz en los ojos del otro y exigirle que vea o culparlo de falta de voluntad por no ver, definitivamente no es la mejor.

Al final les dejo un video de personas daltónicas que ven el color por primera vez. Está en inglés, pero enfóquense en las reacciones, no necesariamente en las palabras. Entre lo que dicen es: creo que quiero llorar, esto es muy emotivo, el azul del cielo es muy profundo, nunca había visto este tono, y lo que más dicen es: “¡Oh, Dios mío!”

Todas las personas del vídeo recibieron los lentes como un regalo de familiares y amigos que los aman. En el caso de las personas que tenemos un trastorno mental, los lentes son nuestras relaciones y no podemos experimentar el amor solos. Nadie puede. Modificar nuestra percepción no implica sólo cambiar nosotros, sino el cristal del lente con el que nos miran los demás, la disposición y la paciencia que los demás nos tengan, y el conocimiento de nuestra situación y las herramientas que necesitamos aplicar tanto nosotros como las personas que con nosotros se relacionan.  

Toda persona con un trastorno mental necesita una red de apoyo. Y en buena medida, si bien es cierto que somos nosotros quienes haremos el trabajo pesado -después de todo, es nuestra carrera, es nuestra mente y es nuestra vida- sin apoyo y sin necesidades cubiertas -las nuestras, no las de las personas que necesitan ser valoradas a partir de sus buenas intenciones, y no las que nos mantienen en un estado de inutilidad, sino las que edifican y transforman percepciones de capacidad, brindan valor y estimulan el deseo de mejorar-, sin eso, quizá no sea imposible terminar la carrera, pero sí será mucho más complicado... No…perdón, lo diré tal y como es: “Es más complicado”. Tan complicado que, según la Organización Mundial de la Salud, cada 40 segundos se suicida alguien en el mundo, lo que implica que hay más personas matándose a sí mismas que muriendo por asesinato o accidente. Y créanme, no es sólo porque no quieren vivir, es en buena medida porque no hubo quien les ayudara a aprender a hacerlo siendo quienes son y amándose precisamente por ser quienes son.

Jesús, permítenos aprender a ver el Espíritu en nosotros y en los demás. Ayúdanos a reconocer el carruaje y los caballos de fuego que incendian nuestra luz interior y que, si bien nos distinguen y separan, no nos alejan ni nos limitan, más bien nos complementan. Ayúdanos a tomar los mantos caídos de los demás como propias -recuerda que, en la cita, Eliseo recogió el manto de Elías al caer del cielo- aprender de ellos y sus ejemplos de vida, para lograr ver y hacer lo que necesitamos ver y hacer de forma que nuestro paso por este mundo sea un camino de entrega y amor hacia los demás, y no una exigencia a la que los demás deben responder para ser valorados.

Y por favor, enséñanos a ver el esfuerzo real que hacemos todos por mejorar nuestra existencia. Nadie busca sufrir. Todos vivimos lo mejor que podemos según el cristal con el que hemos aprendido a ver el mundo y el mecanismo visual que tenemos en nuestro interior, pero eso no implica un defecto, es sólo una característica. Vista como tal, puede trabajarse tanto con el cristal como con el mecanismo visual para cambiar y mejorar la experiencia de vivir. Te lo pedimos en el nombre del Padre-Madre, del Hijo e Hija que somos a gracias a la entrega total de Jesucristo, y del Espíritu Santo que es capaz de traer luz a las sombras, y puede ser obscuridad en el desierto, cuando el sol quema y levanta llagas en la piel. Que así sea Dios nuestro, Dulce Entrega, Amor a manos llenas.

Te amo.

Personas daltónicas (en inglés se dice: colorblind, es decir, ciegos de color) que ven el color por primera vez:
 
 





Foto tomada de: https://www.allaboutvision.com/conditions/color-blind-glasses.htm

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