La foto se tomó del artículo "Estrategia Mundial contra la Lepra: una enfermedad desatendida" (Link al final) |
Naamán, el comandante
de ejércitos al que Eliseo le mandó decir que se lavara en el Jordán siete
veces y la lepra con la que vivía desaparecería, regresó donde Eliseo y le
ofreció un presente por su ayuda. Eliseo no aceptó nada. Pero su sirviente,
Guejazí, decidió que si su amo no lo aceptaría, él lo aceptaría por Eliseo. Así
que cuando Naamán ya iba de regreso a su tierra, lo alcanzó y le dijo que “dice
mi amo que siempre sí acepta el presente”. Naamán se lo dio a Guejazí. Al
presentarse Guejazí con su patrón, “Eliseo le dijo: «¿De dónde vienes Guejazí?»
Este le dijo: «Tu sirviente ha andado por aquí y por acullá». Eliseo añadió:
«¿No estaba contigo mi espíritu cuando ese hombre saltó de su carro para ir a
tu encuentro? Ahora tienes plata, ropas, olivares, viñas, ovejas, bueyes,
sirvientes y sirvientas... ¡Pero también tienes la lepra de Naamán, la que se
te pegará a ti y a tu familia para siempre!»” 2 Re 5, 25-27
La lepra, esa
enfermedad crónica y degenerativa que consume el cuerpo poco a poco, no duele.
A mi me sorprendió muchísimo saberlo: no duele. De hecho, ese es su sintomatología
distintiva: manchas blancas en la piel en las que se pierde la sensibilidad
para el dolor, el tacto y el calor. Una de las problemáticas son las heridas
que la gente se causa sin darse cuenta por la falta de sensibilidad en las
zonas. Y aún así, existe una contradicción: porque en realidad sí hay dolor,
pero no tanto a nivel sensorial local. “Aparte de las manifiestas deformidades
que la enfermedad provoca y nos pueden llamar tanto la atención, la mitad de
los pacientes sienten un dolor sordo y continuado debido en parte al daño que
la infección ha producido en sus nervios periféricos.” (1)
Nunca falta alguien que quiera tomar ventaja de la
situación, abusar de alguien, cubrir necesidades a través del engaño, el robo,
la manipulación y la mentira, y así, renunciar a la responsabilidad que tenemos
ante la Verdad. Pero el mensaje es claro: nunca engañarás a nadie más que a ti
mismo. Puedes decir que lo hiciste con las mejores intenciones, puedes
justificar tus actos diciendo que todos lo hacen así, puedes decir que el mundo
funciona de tal o cual manera y que tú sólo haces lo que el mundo te exige,
pero al final, no puedes engañarte. Y ese mal crónico, ese dolor ahogado, esa
sensación de que nada es suficiente, ese vacío, empezará a consumirte poco a
poco. Y muy bien podrías anestesiar tu dolor o asumirlo, lo que no vas a lograr
hacer es escapar a él.
Así que, quizá logres esconderlo, taparlo, olvidarlo
un rato con una copa o un cigarro -o más de uno-, con ir de compras, un nuevo corte,
un nuevo par de zapatos, la televisión, un chocolate, galletas, un vídeo juego
que te dé la sensación de logro, o quizá necesites algo más fuerte: heroína,
metanfetaminas, en fin. Lo que te puedo asegurar es que nadie se libra de la
lepra: ese dolor sordo que nos rodea y a veces nos consume. Es verdad que a
unos más que a otros. Pero no es que unos sean mejores que otros. Quizá sea que
unos escuchan más ese dolor que los que de plano no escuchan nada. Hay quienes
ya están tan consumidos por la lepra, que no ven manchas en sí mismos, ni son
capaces de decir: esto me duele. Ya están sordos al dolor propio, y por ende,
no pueden reconocer el dolor ajeno, al que contribuyen (la lepra es contagiosa)
siendo perfectamente capaces de provocar dolor en los demás con su
insensibilidad y su desapego.
Ahora, lo que aún no hemos dicho es que la lepra es
curable. Con tratamiento puede aliviarse. El daño sufrido y el tejido ya
deteriorado no puede cambiar, pero en la medida en que se reconozca, se puede
combatir. Necesitamos aliviar nuestro mundo de tantas mentiras. Necesitamos
hacer el esfuerzo y alimentarnos con la verdad, relacionarnos con la verdad,
atrevernos a ser vulnerables con la verdad. La Verdad nos hace libres, o por lo
menos, nos ayuda a encontrar un camino que no sea tan tormentoso como el de
vivir ocultando todo lo que somos.
Mi Bien, permítenos darnos cuenta a tiempo de nuestras
manchas, que por muy blancas que sean las reconozcamos -no hay mentiras
blancas, por ejemplo, la mentira es mentira, y la mancha es mancha; su blancura
es precisamente lo que la hace peligrosa porque nos hace creer que no es nada
grave, después de todo solemos relacionar la maldad con la obscuridad, pero la
mancha no depende del color, ni la intensidad: es mancha.
Mi Amor, que no nos neguemos al dolor. Que aprendamos
a ver lo que hay, antes de querer justificarnos con excusas, y que dejemos de
condenar a quienes manifiestan los síntomas extremos de este mal social que nos
aqueja. El alcohólico, el adicto, el criminal, el que vive con un trastorno
metal, y tantas otras personas incomprendidas y señaladas, no son más que
dolores que ya son tan insoportables que se han manifestado en la deformidad de
su actuar. Tanta deformidad es difícil de soportar y es comprensible que se prefiera
alejarlos para que no nos recuerden lo horribles que somos. Pero bien vistos,
esa deformidad habla de vidas que han sufrido extremos a los que muchos de nosotros
no nos atreveríamos a acercarnos siquiera. Hablar de su Verdad es fundamental
para abrir nuestros ojos a tu Amor. Y es tu Amor el único capaz de ver más allá
de lo evidente y puede percibir el sufrir detrás de rostros deformados de tanto
dolor. Tu Amor -Bondad absoluta- es el único capaz de ver la Belleza escondida
detrás de la Verdad. Después de todo, el mal de la mentira lo compartimos
todos, sólo que algunos ya no pueden negarlo.
Jesús, que no nos hagamos insensibles al dolor y
terminemos condenando al olvido a quienes las circunstancias de la vida, o su
honestidad, han dejado al descubierto su mal y ahora los señalamos como:
adictos, enfermos, delincuentes, indeseados. Sin darnos cuenta de que ellos son
la manifestación extrema del “mal de la mentira” que compartimos todos.
Bendícenos y danos valor para enfrentar la mentira y
descubrirla en la deformidad de la Verdad, de forma tal que tengamos el valor
de hablar de aquello que necesitamos cambiar y hacerlo antes de que el daño sea
total. Te lo pedimos en el nombre del Padre-Madre, el Hijo-Hija que somos gracias
al valor de Jesucristo de hablar con la Verdad y no hacerse de los oídos sordos,
y del Espíritu de Verdad que todo puede enfrentar y aliviar. Te amo.
(1) Prieto,
Laura; De Górgolas, Miguel. (2015, Enero 22). El dolor de la lepra. Planeta
Futuro. El País. Tomado de: https://elpais.com/elpais/2015/01/23/planeta_futuro/1422028038_889792.html
Foto: Me sorprendió mucho conocer esta realidad que
tanto ignoramos: la lepra sigue siendo un mal que nos aqueja y deja a tanta gente
en el olvido. Recomiendo el artículo:
Evora Soldo, Santiago. (2018, Enero 29). Estrategia mundial contra la lepra, una
enfermedad desatendida. Elsevier. Tomada de: https://www.elsevier.com/es-es/connect/actualidad-sanitaria/estrategia-mundial-contra-la-lepra,-una-enfermedad-desatendida
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