“Salomón construyó el
templo en siete años.” 1 Re 6, 38c
“Cuando Jesús nos pide
«encontrar al Padre en lo secreto» (Mt 6,6), no se trata tanto de orar en un
lugar apartado, como de buscar, dentro de nosotros, el Lugar Santísimo donde el
Espíritu comunica su manera de sentir.” Del comentario de la Biblia
Latinoamericana al capítulo 6 del Primer Libro de Reyes.
Jesús, perdóname
porque tengo casi 50 años y aún no he sido capaz de construir tu templo en mi
ser. Tú sabes que lo he intentado una y otra y otra y otra vez, pero este
corazón que tengo es... ya no es un corazón entero. Ha habido terremotos,
guerras, ataques, ofensas, rechazos, abusos, soledades, acusaciones, errores, envidias,
corajes, en fin, ha habido tantos males como para tenerlo en una pieza.
El Lugar Santo, por
otro lado, lo tengo bien identificado y es mi refugio. Pero todos los días me
pides que salga a reconstruir lo derrumbado, y todos los días lo hago, y todos
los días no logro ni la mitad de lo necesario. Ya no tengo fuerza como antes, y
a veces, muchas veces, me falta voluntad. Ha habido incluso momentos en que
ante un cuarto derrumbado y después de haber construido una pared o haber
levantado escombro, la misma fragilidad de las paredes subyacentes lo tiran
todo al suelo otra vez.
Jesús, ¿y si esta vez
no intento construir un templo? ¿Si esta vez en lugar de paredes y pisos de mármol,
nos dedicamos única y exclusivamente a levantar escombros y despejarlo todo
para dar lugar a un espacio abierto donde, quizá, podamos sembrar mucho pasto y
árboles y flores? Quizá tener, a lo mucho, una casita con un portón donde colocar
una mecedora como la de mi abuelita Ery, para descansar ahí por las tardes,
bañadas, perfumadas y frescas, a esperar que llegue el final del día y ver el
sol ponerse y la luna salir.
Jesús, ayúdame a dejar
ir lo que no es mío, lo que nunca lo fue. Estos templos son demasiado trabajo.
Permíteme refugiarme en ti y ayúdame a eliminar los escombros que no me dejan
mover. Liberarme del amor herido, de lo sueños destrozados, de las intenciones
insuficientes, del dolor que es verlo todo hecho escombro, de la consciencia
que es saber que nada de lo hecho tuvo sentido, porque el sentido se lo di yo,
y no era ni será nunca un sentido compartido.
La realidad, Señor, es
que los templos se construyen en comunidad, o en su defecto, entre muchos.
Cuando decimos que Salomón tardó siete años en construir un templo, es un error
y una mentira. Lo construyó el pueblo y él supo motivarlos y darles un sentido
de orgullo y amor a su trabajo, pero no lo hizo solo, ni su pueblo lo supo
hacer sin él. Los templos los construimos todos aquellos que le damos un mismo
sentido a nuestros esfuerzos. Pero si alguien no es necesario y no tiene nada
que hacer con el grupo ni con la comunidad, entonces el templo no es para él o ella.
Yo no soy necesaria
Dios mío, es hora de aceptarlo. El valor que tengo es el que Tú me das. Mi
mundo es diez mil veces más pequeño que el mundo de cualquiera. Y ya no quiero
esforzarme en intentar igual mi sentido y valía ante tus ojos, con el sentido y
valía que el mundo me dicta necesito tener para ser vista, reconocida y amada.
Te amo. Te amo con toda
mi mente, mi alma y mi ser. Y lamento muchísimo haberme esforzado tanto en
llenar expectativas y recibir un cariño y una aceptación que no era ni será
nunca mía. Yo te pertenezco a ti. Pero he querido tanto, tanto, tanto pertenecer
a esta Iglesia Católica que no ha hecho más que lastimarme y rechazarme, una y
otra vez, decirme que no podía ni podrá nunca ser ordenada una mujer, ser
reconocida como una servidora tan digna y capaz como cualquier otro sacerdote. Lo
cual acepté, tal y como una niña acepta lo que su madre le dice como cierto. Ya
adulta, no niña, no hubo voluntad ni siquiera de hacerme ministro de comunión. Mis
páginas de internet, mis notas, mis oraciones, todo fue ignorado: “falta
definirlo”, me dijeron, y lleva años definido, yo lo trabajé durante años y ya
estaba definido. Nada tuvo valor ni sentido ni significado. Soy tan
indispensable como lo es una hoja mal escrita que se hace bola y se tira a la
basura. Y al final, la culpa es mía, la falta de voluntad es mía y la enferma
soy yo.
Jesús, mi historia no
es diferente a la de tantas otras personas que entregan su vida entera a un
trabajo y al final ni las gracias se les dan. Te pido Señor, te pido con toda
mi alma, con toda mi mente, y con todo mi ser, que abraces a esas personas muy
muy muy fuerte, y les digas que todo, todo, todo lo recibiste tú. Y que, en ese
Lugar Sagrado de su ser, Tú te has encargado de crear, no un templo -que
siempre es señal de arrogancia-, sino un hermoso jardín, o una casa frente al
mar, o una cabaña en las montañas, o lo que sea que ellos son y necesitan. Que
has creado un lugar donde sí son necesarios y reconocidos y amados. Sin
expectativas y sin culpas. Un lugar donde basta existir y existir es todo.
Por eso escribo. Esta
hoja, este teclado, este escritorio es mi refugio. Y aquí te encuentro como en
ningún otro lado. Ayúdanos a encontrar nuestros refugios, y si hemos de ser un
templo, que seamos comunidad primero, y que nadie, nadie, nadie sea visto como
indispensable. Que prefiramos pecar de insistentes antes de dejarlos ir con la
facilidad con que Pilato se lavó las manos: “se sacrificó solo”. La realidad es
que, si alguien no quiere estar con nosotros, cabe la posibilidad de que algo estamos
haciendo mal “nosotros”, no él, no ella.
Sí, ya lo he notado mi
amado Jesús. He dicho, “nosotros”. Porque quizá no pertenezco a un grupo, a una
pastoral, o a una comunidad, y sinceramente no me siento fuerte ni creo que
quiera intentarlo por ahora. La gente es cruel y yo ya tuve suficiente hipocresía
por un buen rato. Pero soy y pertenezco a la Iglesia Universal. Esa sí que me
recibe con los brazos abiertos todos los días.
Que la Iglesia
Universal, Asamblea de Santos, acoja a sus hijos perdidos, tercos y faltos de
fe en la buena voluntad de una Iglesia que ha estado más dispuesta a
descartarlos que abrazarlos. Y que sea en las filas de esta Iglesia Universal,
que logremos encontrar la manera de pertenecer a un mundo que no quiere saber
que existimos. Y Dios, perdóname, mi ser y mi hogar son un desastre. No soy
digna de que entres en este corazón y esta mi casa, pero mira, hay potencial.
Ayúdame teniéndome fe. Sólo necesito tiempo y tu Presencia. Gracias. Así sea. En
el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Te amo.
Foto tomada de: https://www.larepublica.ec/blog/vida-estilo/2017/03/20/arqueologo-rastrea-fotos-satelitales-saqueo-destruccion-siria-irak/
Felicidades Excelente escritors
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