domingo, 16 de septiembre de 2018

Ayúdame con fe



“Salomón construyó el templo en siete años.” 1 Re 6, 38c

“Cuando Jesús nos pide «encontrar al Padre en lo secreto» (Mt 6,6), no se trata tanto de orar en un lugar apartado, como de buscar, dentro de nosotros, el Lugar Santísimo donde el Espíritu comunica su manera de sentir.” Del comentario de la Biblia Latinoamericana al capítulo 6 del Primer Libro de Reyes. 

Jesús, perdóname porque tengo casi 50 años y aún no he sido capaz de construir tu templo en mi ser. Tú sabes que lo he intentado una y otra y otra y otra vez, pero este corazón que tengo es... ya no es un corazón entero. Ha habido terremotos, guerras, ataques, ofensas, rechazos, abusos, soledades, acusaciones, errores, envidias, corajes, en fin, ha habido tantos males como para tenerlo en una pieza. 

El Lugar Santo, por otro lado, lo tengo bien identificado y es mi refugio. Pero todos los días me pides que salga a reconstruir lo derrumbado, y todos los días lo hago, y todos los días no logro ni la mitad de lo necesario. Ya no tengo fuerza como antes, y a veces, muchas veces, me falta voluntad. Ha habido incluso momentos en que ante un cuarto derrumbado y después de haber construido una pared o haber levantado escombro, la misma fragilidad de las paredes subyacentes lo tiran todo al suelo otra vez. 

Jesús, ¿y si esta vez no intento construir un templo? ¿Si esta vez en lugar de paredes y pisos de mármol, nos dedicamos única y exclusivamente a levantar escombros y despejarlo todo para dar lugar a un espacio abierto donde, quizá, podamos sembrar mucho pasto y árboles y flores? Quizá tener, a lo mucho, una casita con un portón donde colocar una mecedora como la de mi abuelita Ery, para descansar ahí por las tardes, bañadas, perfumadas y frescas, a esperar que llegue el final del día y ver el sol ponerse y la luna salir. 

Jesús, ayúdame a dejar ir lo que no es mío, lo que nunca lo fue. Estos templos son demasiado trabajo. Permíteme refugiarme en ti y ayúdame a eliminar los escombros que no me dejan mover. Liberarme del amor herido, de lo sueños destrozados, de las intenciones insuficientes, del dolor que es verlo todo hecho escombro, de la consciencia que es saber que nada de lo hecho tuvo sentido, porque el sentido se lo di yo, y no era ni será nunca un sentido compartido. 

La realidad, Señor, es que los templos se construyen en comunidad, o en su defecto, entre muchos. Cuando decimos que Salomón tardó siete años en construir un templo, es un error y una mentira. Lo construyó el pueblo y él supo motivarlos y darles un sentido de orgullo y amor a su trabajo, pero no lo hizo solo, ni su pueblo lo supo hacer sin él. Los templos los construimos todos aquellos que le damos un mismo sentido a nuestros esfuerzos. Pero si alguien no es necesario y no tiene nada que hacer con el grupo ni con la comunidad, entonces el templo no es para él o ella. 

Yo no soy necesaria Dios mío, es hora de aceptarlo. El valor que tengo es el que Tú me das. Mi mundo es diez mil veces más pequeño que el mundo de cualquiera. Y ya no quiero esforzarme en intentar igual mi sentido y valía ante tus ojos, con el sentido y valía que el mundo me dicta necesito tener para ser vista, reconocida y amada. 

Te amo. Te amo con toda mi mente, mi alma y mi ser. Y lamento muchísimo haberme esforzado tanto en llenar expectativas y recibir un cariño y una aceptación que no era ni será nunca mía. Yo te pertenezco a ti. Pero he querido tanto, tanto, tanto pertenecer a esta Iglesia Católica que no ha hecho más que lastimarme y rechazarme, una y otra vez, decirme que no podía ni podrá nunca ser ordenada una mujer, ser reconocida como una servidora tan digna y capaz como cualquier otro sacerdote. Lo cual acepté, tal y como una niña acepta lo que su madre le dice como cierto. Ya adulta, no niña, no hubo voluntad ni siquiera de hacerme ministro de comunión. Mis páginas de internet, mis notas, mis oraciones, todo fue ignorado: “falta definirlo”, me dijeron, y lleva años definido, yo lo trabajé durante años y ya estaba definido. Nada tuvo valor ni sentido ni significado. Soy tan indispensable como lo es una hoja mal escrita que se hace bola y se tira a la basura. Y al final, la culpa es mía, la falta de voluntad es mía y la enferma soy yo. 

Jesús, mi historia no es diferente a la de tantas otras personas que entregan su vida entera a un trabajo y al final ni las gracias se les dan. Te pido Señor, te pido con toda mi alma, con toda mi mente, y con todo mi ser, que abraces a esas personas muy muy muy fuerte, y les digas que todo, todo, todo lo recibiste tú. Y que, en ese Lugar Sagrado de su ser, Tú te has encargado de crear, no un templo -que siempre es señal de arrogancia-, sino un hermoso jardín, o una casa frente al mar, o una cabaña en las montañas, o lo que sea que ellos son y necesitan. Que has creado un lugar donde sí son necesarios y reconocidos y amados. Sin expectativas y sin culpas. Un lugar donde basta existir y existir es todo. 

Por eso escribo. Esta hoja, este teclado, este escritorio es mi refugio. Y aquí te encuentro como en ningún otro lado. Ayúdanos a encontrar nuestros refugios, y si hemos de ser un templo, que seamos comunidad primero, y que nadie, nadie, nadie sea visto como indispensable. Que prefiramos pecar de insistentes antes de dejarlos ir con la facilidad con que Pilato se lavó las manos: “se sacrificó solo”. La realidad es que, si alguien no quiere estar con nosotros, cabe la posibilidad de que algo estamos haciendo mal “nosotros”, no él, no ella. 

Sí, ya lo he notado mi amado Jesús. He dicho, “nosotros”. Porque quizá no pertenezco a un grupo, a una pastoral, o a una comunidad, y sinceramente no me siento fuerte ni creo que quiera intentarlo por ahora. La gente es cruel y yo ya tuve suficiente hipocresía por un buen rato. Pero soy y pertenezco a la Iglesia Universal. Esa sí que me recibe con los brazos abiertos todos los días.

Que la Iglesia Universal, Asamblea de Santos, acoja a sus hijos perdidos, tercos y faltos de fe en la buena voluntad de una Iglesia que ha estado más dispuesta a descartarlos que abrazarlos. Y que sea en las filas de esta Iglesia Universal, que logremos encontrar la manera de pertenecer a un mundo que no quiere saber que existimos. Y Dios, perdóname, mi ser y mi hogar son un desastre. No soy digna de que entres en este corazón y esta mi casa, pero mira, hay potencial. Ayúdame teniéndome fe. Sólo necesito tiempo y tu Presencia. Gracias. Así sea. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Te amo. 




1 comentario: