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“Salomón va a
construir su palacio en la «colina del Templo» al lado de la Casa de Dios. Este
traslado de la residencia real desde la ciudad baja a la colina del Templo
podrá parecernos algo sin interés. Pero tras ello se oculta la nueva concepción
del poder que ha introducido en el país Salomón. David, su padre, «ese rey
según el corazón de Dios» había construido su palacio en medio de su pueblo (2
Sam 5, 9) y cuando levantó un altar a Yavé lo hizo en la colina que domina el
norte de la ciudad. Pero Salomón abandona el palacio de su padre y construye su
suntuosa residencia en esa colina, contigua al Templo. […] Salomón, como muchos
príncipes y dictadores pretende darle a su poder una autoridad absoluta como la
de Dios: se aleja del pueblo y se instala al lado de Dios.” Comentario de la Biblia Latinoamericana al
Capítulo 7 del Primer Libro de Reyes.
Ay Jesús, me levantas,
me llevas a las montañas de tu Presencia, y luego me das un coscorrón y me
haces tropezar -como buen hermano latoso que eres- para caer colina abajo y
ubicarme en las alturas que me pertenecen. Todo entre risas, porque no queda
más que reírnos juntos. Desde el suelo te veo estirar la mano y sonreír. Me
ayudas a levantarme otra vez. Me sacudo el polvo mientras te escucho decir:
«Bájale dos rayitas, porque caerse de todavía más alto duele mucho más».
Jesús, mi fe, no ciega, quiere cerrar los ojos por un rato y dejarse alimentar de tu voz. Hoy no te pido que me muestres tus yagas ni me dejes meter la mano en tu costado. He visto y sentido suficiente. Hoy te pido, encarecidamente, con toda mi alma, que vacíes mi corazón de toda soberbia.
Tú sabes bien que no tener nada o sentir que tenemos muy poco, que vernos solos y sin el apoyo que un grupo o una comunidad podría dar, nos lleva a querer llenarlo todo de capacidades y poderes que nos validen, que nos den un sentido de existencia, que nos ayuden a sostenernos porque sentimos que el mundo ya nos ha descartado. La mía no es una historia especial. Abundan los intentos de llenar vacíos con logros, objetos, victorias, aplausos, “likes” y tantas otras cosas con lo que buscamos maquillar la realidad. Es normal no tener nada y querer llenarlo todo de una falsa idea de superioridad.
El ego inflado flota
mucho mejor en el agua, y cuando no podemos caminar sobre las aguas de nuestros
ánimos inestables, vaya, ni siquiera hay fuerza para bracear e intentar nadar,
un ego inflado se antoja de gran ayuda. Así que saca Tú una aguja y haz explotar esta soberbia que quiere dominarme. Oblígame a nadar. Para tí, es así de fácil.
Gracias por dejarme
caer. Gracias por mantenerme del lado de quienes poco podemos y obligarme a
hacer y ser lo que Tú buscas y esperas de mí, y no lo que a mi se me pegue la
gana. Gracias por ese coscorrón y tu risa. Por la sonrisa con que me animas a
levantarme, y esta vez, caminar colina abajo a enfrentar las mil cosas que hay
por hacer.
Bendito eres Dios
nuestro. Bendito es tu corazón y el amor que estás tan dispuesto a darnos a
manos llenas. Benditas tus enseñanzas que nos sostienen en las aguas de
nuestras inseguridades, miedos, arrogancias e inconsciencias. Ya aprenderemos a
caminar sobre esos mares embravecidos. Mientras, a nadar, que un buen chapuzón
nunca cae mal. Bendito tu buen humor y tu mano hermana, que igual y nos corrige
o nos levanta, y hasta coscorrones nos da. Te amo. Te amo muchísimo. Y ahora sí
a trabajar, que hay mucho que hacer. Te amo.
Foto tomada de: https://unsplash.com/search/photos/walking-down-the-hill-or-mountain
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