miércoles, 12 de septiembre de 2018

Es de sabios pedir Sabuduria



“Tú me has hecho rey, Yavé, Dios mío, en lugar de mi padre David. Pero yo soy todavía muy joven y no sé aún actuar. Tu servidor se las tiene que ver con tu pueblo, al que tú mismo elegiste, y es un pueblo tan numeroso que no se lo puede ni calcular ni contar. Concede pues a tu servidor que sepa juzgar a tu pueblo y pueda distinguir entre el bien y el mal. ¿Quién podría en realidad gobernar bien a un pueblo tan importante?” 1 Re 3, 7-9

¡Pedir sabiduría! ¡Eso sí que es sabio! En una de mis últimas clases de ciencia vimos un vídeo en el que Neil deGrasse Tyson, astrofísico y uno de los científicos de la actualidad con mayor peso y que aboga constantemente por el desarrollo de la ciencia, decía, palabras más, palabras menos: La ciencia es poder. Y no es tanto la cantidad de ciencia que tengas, sino el que seas capaz de comprender el alfabetismo científico (to have science literacy). En pocas palabras: saber cuestionar, pensar, elaborar teorías, analizar resultados, cambiar tu perspectiva si algo no está funcionando. En fin, ser un alfabeta científico, a mi entender, es otra manera de buscar ser sabio. 

Porque finalmente la sabiduría no es un cúmulo de conocimientos, sino una manera de aproximarnos al mundo, a nuestro ser, a lo que nos rodea, a otros y a Dios. Es como cocinar bien, por un lado, tienes la teoría -una receta-, que sueles seguir lo más al pie de la letra, pero si algo no sale bien, te preguntas: Mmmm… ¿qué no estuvo bien en lo que hice? Y empiezas a elaborar nuevas teorías: le pongo otro poco de sal, le agrego más agua, lo próxima vez voy a usar otro tipo de tal o cual ingrediente. En fin, sacas analizas, sacas conclusiones, haces nuevas teorías, y experimentas. Con el tiempo, mejoras. 

Pero es indispensable una cosa: humildad. Hay que preguntar: ¿Cómo se hace? ¿Cómo lo logro? ¿Qué puedo cambiar? ¿Qué no puedo cambiar, por lo menos no ahora? Y hay que intentarlo, y no descartar todo ni aceptar todo. Hasta Dios sabe que es esencial probar, intentarlo, verificar los resultados de nuestras acciones, nuestras ideas y nuestras creencias. “Haz la prueba y verán que bueno es el Señor”. (Salmo 33/34). No nos neguemos a analizar y conocer las cosas desde su luz. 

Y si algo funciona, es sabio usarlo, pero es aún más sabio reconocer que eso no significa que tiene que funcionarle a todos. Las cosas no tienen que llevar exactamente la misma cantidad de sal y azúcar que a ti te convencen. Por eso es de pésimo gusto estar dándole a los demás “tu receta”. No hay nada peor que un consejo que nadie te pidió. También en eso hay que ser sabio. No hay nada más fastidioso que la gente que a todo el mundo le restriega en su cara lo que hacen mal, y cómo le vendría mejor hacerlo. Ese es un mal muy común entre las maestras. Me incluyo, por supuesto. 

Si quieres decir algo, mejor di: “A mí me ha funcionado esto… “ Pero hay que tener claro que, eso no significa que funciona para todos. Tu saber es tuyo, no es universal ni es absoluto. En una de esas, si en lugar de decirle a los demás lo que tienen que hacer y lo que les conviene, mejor los escuchas, quizá aprendas algo nuevo y tengas una perspectiva diferente. Quizá logres acercarte al sentir de la otra persona. Quizá sintiendo esa empatía, también logres ayudarle a que saque sus propios recursos. Porque finalmente no se trata de que le resuelvas la vida, sino de encuentre en sí mismo recursos para resolverla. Lo más que podemos hacer, en realidad, es acompañarnos mutuamente. 

Y mira, ya te estoy dando consejos gratis. Lo siento. Pero no sólo te los doy a ti, mi reflexión es más en torno a mis propios actos que son los que mejor conozco. Así que yo voy a hacer todo lo que pueda por seguir mis propios consejos. Si lo vemos bien, es así como la sabiduría funciona: Te sorprende diciendo aquello que haces como si no fuera tuyo, y luego, enciende la luz para que te des cuenta de que eso que tanto señalas, es tu mayor error, y eso que tanto predicas, es precisamente donde fallas. 

La sabiduría tiene un sentido del humor algo negro y sarcástico. Por eso me cae bien. No le interesa tener a nadie contento ni necesita ser reconocida más allá de lo realizado. Sabe que de lo que se trata es de aprender y para eso no sirven las apariencias. Es toda una Señora (con mayúscula) que ríe mucho porque se da cuenta de tantos absurdos, que no puede evitarlo. 

Dios mío, mi Vida, mi Bien, danos sabiduría para reír y vivir una vida sin miedo a equivocarnos. Danos la capacidad de ser flexibles y quítanos de en medio el estorbo de nuestra arrogancia. Ni tenemos todas las respuestas ni somos ejemplo de nada. Sólo tú eres Camino, Verdad y Vida. Tú, mi Dulce y Amado Bien. Te amo. 





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