“El día de la
inauguración del Templo, Dios manifiesta su presencia por la nube. Esta fue, en
el Éxodo, el signo visible de la presencia de Yavé junto a Israel (Ex 14, 19 y
40, 34). Más tarde los Israelitas siguieron confiados en esta presencia de Dios
que los amparaba (Jer 7) desde Jerusalén.
“Con el correr del
tiempo pasaron en los patios del Templo muchas cosas poco decentes […]. Sin
embargo, no se dice que Yavé haya abandonado su Santuario, donde permanecía por
fidelidad a su Alianza.
“Solamente al acercare
el fin de Jerusalén, el profeta Ezequiel cuenta una visión en que la nube sale
del Templo: Yavé, en adelante, va a vivir entre sus fieles que fueron
desterrados a Babilonia. (Ez 9, 3)” Comentario de la Biblia Latinoamericana al capítulo 8 del Primer Libro de
Reyes.
El comentario lo cité casi todo.
Creo que lo explica mucho mejor que bien: en el Templo, hoy la Iglesia -cualquier iglesia-, han sucedido muchas cosas poco decentes. Y
no hablo nada más de sacerdotes o ministros pederastas, abusos sexuales, o cosas tan
obscuras como Santas Inquisiciones o guerras “santas”.
El daño mayor se da con
actitudes pequeñas, cosas que damos por hecho y que lastiman enormemente porque
calan profundo, y alejan cada día a más personas: la indiferencia y la incongruencia.
Una amiga me contó
hace poco que entre las muchas maneras en que ha intentado darle un nuevo
sentido a su vida, después de un divorcio que la dejó muy lastimada, fue buscar
a Dios. Y ¿qué es lo que solemos hacer cuando buscamos a Dios? Vamos a la
iglesia. “Me quise refugiar en la iglesia”, me dijo, “pero me dio la espalda.
Como soy divorciada me dijeron, puedes venir a la iglesia, pero no puedes
participar.”
¡Wow! ¿Se imaginan a
Jesús diciéndole eso a la samaritana? “Este… sí, mira, yo tengo agua viva, pero no te la voy a dar porque vives con el quinto hombre, que además
no es tu marido.” ¿Qué pensará Jesús cuando le negamos la comunión a un ser
humano que necesita su presencia? “Es divorciada/o no puede comulgar”, nos
dicen. ¿Quiere eso decir que está “excomulgada”? “No, no, no iríamos tan lejos,
pero no cumple con el requisito de ‘estar en gracia de Dios’.” Pero si lo
cumple, se confesó. Llegó a decirnos que estaba divorciada, que sufría. Se
acercó al sacerdote, se lo dijo. “Bueno, sí, pero no. Tiene que estar casada o
no puede comulgar, ni participar, no es ejemplo de vida que sigue a Dios.”
Claro, Dios no escogió
a Moisés, un asesino, para ser el libertador de su Pueblo. Dios no quiso tener
nada que ver con David, después de que cometió adulterio, no sólo con la esposa
de otro, sino que tenía además prácticamente un harem de esposas y concubinas.
Dios vio con malos ojos a Salomón, que se hizo un palacio que le tomó casi el
doble de tiempo del que le tomó hacer el Templo de Dios, y lo colocó por encima
del pueblo, en la cima, a un costado del Templo, igualando su presencia con la de Dios, y evidenciando con mucha claridad hacia donde se inclina la balanza de los intereses.
Estos y
muchos más ejemplo nos demuestran que Dios no está en un templo ni en una
iglesia ni en una organización. Y no hay que ver que la “nube” salga de los
templos para que lo sepamos. Eso ya sucedió hace tiempo. Jesús fue muy claro:
«Destruyan este templo y yo lo reedificaré en tres días». (Juan 2, 19) La
resurrección, la reconstrucción del Templo, ya sucedió. Es una realidad, y ni
tú ni yo ni nadie puede negarle acceso a la salvación, acompañamiento, ayuda,
apoyo, a nadie.
Así que no seamos
hipócritas. ¿Quiénes somos nosotros para decidir quién está y quién no en
gracia con Dios? ¿Cómo podemos creer que verdaderamente basta con seguir
“requisitos” para estar en gracia? ¿Queremos estar en gracia? Si la respuesta
es sí, seamos cristianos. Seamos empáticos, demos apoyo, tratemos de acercarnos
a la comprensión del dolor, sobre todo si la persona llega con el corazón en la
mano pidiendo ayuda, con la desesperación en el rostro, con los ánimos
descompuestos. Y nunca, nunca, nunca le neguemos a alguien acercarse a comulgar
después de haberse confesado.
No seamos hipócritas y
reconozcamos la señal de los tiempos. Un mundo en el que, según la Organización
Mundial de la Salud, se suicida una persona cada 40 segundos, en el que hay
cada vez más personas en la cárcel porque no sabemos dar otra respuesta a
nuestros males que la marginación, el aislamiento y el olvido (y hay muchos
tipos de cárceles), en el que la mayoría de la población tiene algún problema
adictivo (a sustancias, comida, cosas, compras, incluso redes sociales y teléfonos celulares), en el que se los seres humanos somo objetos funcionales,
razón por la cual el tráfico de personas no sólo se da con fines de
prostitución, sino incluso en cualquier trabajo somos explotados hasta los
límites, y no somos más que elementos que sirven o no, y por lo mismo, perfectamente
descartables. Un mundo en el que todos estamos conectados y en constante comunicación, pero abunda la soledad. En un
mundo así, no nos podemos dar el lujo de pedir “requisitos” obsoletos e
insostenibles. “Quién esté libre de pecado que arrojé la primera piedra”, diría
Jesús… Corrijo: Dice Jesús.
Así que la próxima vez
que quieras decirle a alguien que no puede participar en la iglesia, que puede
asistir, pero que se quede calladito y bien sentado en su rincón y no se le ocurra querer actuar, decir o comulgar,
pregúntate: Y si yo estuviera, por cualquier motivo, en su situación, y me
acercara a Jesús a pedirle su presencia: ¿Me la daría sólo con la condición de
que cumpla ciertos requisitos con la perfección que se espera de mí y que no tengo
en este momento (por eso pido ayuda)? ¿O me abrazaría y me diría: “Aquí estoy,
qué necesitas, cómo puedo ayudarte, quédate conmigo”? Si eres sincero, no vas a
atreverte a negarle esa comunión con Cristo que necesita. Si no, vas a
negárselo, y luego vas a ir a comulgar tú, con una hermosa sonrisa de
satisfacción, porque tú sí eres bueno, y digno, y amado.
Pero, escúchame bien:
si esa persona sale de tu templo, tu iglesia, tu grupo, tu misión, tu pastoral
y tu vida, con una nube sobre su existencia que no hiciste el esfuerzo por
aminorar (y sí, se requiere esfuerzo), te aseguro que Dios salió con ella, por
muy cómodo que te sientas en tu seguridad y nobleza. Y será Jesús quien se
encargue de darle la comunión que tú te negaste a recibir al negarte la
posibilidad de ayudar a quien tanto lo necesita.
No lo dudes, hace tiempo que Dios dejó los templos. Jesús está en el mundo y con
Él, nuestro Padre y su Espíritu, autoridades absolutas y verdaderas.
Eso, la reconstrucción
del Templo, la salida de la nube de Dios de las estructuras rígidas y pesadas
de toda doctrina, ya sucedió. Así que ¡arrepiéntete y cree en el Evangelio!
Jesús, perdóname si
estoy siendo demasiado agresiva y fuerte en mis palabras. El celo por tu casa
me devora. Y debo parecer para muchos un cúmulo de odio, una loca. Pero, nunca
me había sentido tan llena de convicción como hoy. Y nunca me había atrevido a
decir tanto, aún de este modo tan silencioso y sin verdadero impacto para
nadie.
Con todo, te pido
perdón si es que te he ofendido a he ofendido a esta Iglesia que es expresión
tuya en el mundo. Y con todo, aun cuando comprendo que quizá no tengo toda la
razón, también sé que no puedo estar completamente equivocada. Y prefiero
equivocarme que creer que la voz humana está por encima de tu Voz, que me ha
enseñado que lo más importante es comulgar contigo, en pensamiento, palabra,
obra y hasta omisión. Me niego a creer que sólo pueden acceder a ti quienes
cumplen con requisitos, porque muchos de esos requisitos no los he visto en
quienes comulgan a diario en templos y altares. La incongruencia invalida toda proposición, por congruente que parezca.
Ayúdame a vivir en
este mundo de contrastes, y a vivir con mis propias contradicciones. Tú sabes
que no soy perfecta. Todo lo contrario: Soy un cúmulo de errores, un ser humano
que aún lucha con sus tristezas y sus corajes, que aún vive con la vista
nublada por emociones que a momentos le caen encima como un huracán que nada
perdona. Pero Jesús, perdóname Tú. Y que seas Tú quien calme los ánimos de esta
alma que tanto te añora. Te amo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario