martes, 18 de septiembre de 2018

Cuando la nube sale del Templo




“El día de la inauguración del Templo, Dios manifiesta su presencia por la nube. Esta fue, en el Éxodo, el signo visible de la presencia de Yavé junto a Israel (Ex 14, 19 y 40, 34). Más tarde los Israelitas siguieron confiados en esta presencia de Dios que los amparaba (Jer 7) desde Jerusalén. 

“Con el correr del tiempo pasaron en los patios del Templo muchas cosas poco decentes […]. Sin embargo, no se dice que Yavé haya abandonado su Santuario, donde permanecía por fidelidad a su Alianza. 

“Solamente al acercare el fin de Jerusalén, el profeta Ezequiel cuenta una visión en que la nube sale del Templo: Yavé, en adelante, va a vivir entre sus fieles que fueron desterrados a Babilonia. (Ez 9, 3)” Comentario de la Biblia Latinoamericana al capítulo 8 del Primer Libro de Reyes. 

El comentario lo cité casi todo. Creo que lo explica mucho mejor que bien: en el Templo, hoy la Iglesia -cualquier iglesia-, han sucedido muchas cosas poco decentes. Y no hablo nada más de sacerdotes o ministros pederastas, abusos sexuales, o cosas tan obscuras como Santas Inquisiciones o guerras “santas”. 
 
El daño mayor se da con actitudes pequeñas, cosas que damos por hecho y que lastiman enormemente porque calan profundo, y alejan cada día a más personas: la indiferencia y la incongruencia.

Una amiga me contó hace poco que entre las muchas maneras en que ha intentado darle un nuevo sentido a su vida, después de un divorcio que la dejó muy lastimada, fue buscar a Dios. Y ¿qué es lo que solemos hacer cuando buscamos a Dios? Vamos a la iglesia. “Me quise refugiar en la iglesia”, me dijo, “pero me dio la espalda. Como soy divorciada me dijeron, puedes venir a la iglesia, pero no puedes participar.” 

¡Wow! ¿Se imaginan a Jesús diciéndole eso a la samaritana? “Este… sí, mira, yo tengo agua viva, pero no te la voy a dar porque vives con el quinto hombre, que además no es tu marido.” ¿Qué pensará Jesús cuando le negamos la comunión a un ser humano que necesita su presencia? “Es divorciada/o no puede comulgar”, nos dicen. ¿Quiere eso decir que está “excomulgada”? “No, no, no iríamos tan lejos, pero no cumple con el requisito de ‘estar en gracia de Dios’.” Pero si lo cumple, se confesó. Llegó a decirnos que estaba divorciada, que sufría. Se acercó al sacerdote, se lo dijo. “Bueno, sí, pero no. Tiene que estar casada o no puede comulgar, ni participar, no es ejemplo de vida que sigue a Dios.” 

Claro, Dios no escogió a Moisés, un asesino, para ser el libertador de su Pueblo. Dios no quiso tener nada que ver con David, después de que cometió adulterio, no sólo con la esposa de otro, sino que tenía además prácticamente un harem de esposas y concubinas. Dios vio con malos ojos a Salomón, que se hizo un palacio que le tomó casi el doble de tiempo del que le tomó hacer el Templo de Dios, y lo colocó por encima del pueblo, en la cima, a un costado del Templo, igualando su presencia con la de Dios, y evidenciando con mucha claridad hacia donde se inclina la balanza de los intereses. 

Estos y muchos más ejemplo nos demuestran que Dios no está en un templo ni en una iglesia ni en una organización. Y no hay que ver que la “nube” salga de los templos para que lo sepamos. Eso ya sucedió hace tiempo. Jesús fue muy claro: «Destruyan este templo y yo lo reedificaré en tres días». (Juan 2, 19) La resurrección, la reconstrucción del Templo, ya sucedió. Es una realidad, y ni tú ni yo ni nadie puede negarle acceso a la salvación, acompañamiento, ayuda, apoyo, a nadie. 

Así que no seamos hipócritas. ¿Quiénes somos nosotros para decidir quién está y quién no en gracia con Dios? ¿Cómo podemos creer que verdaderamente basta con seguir “requisitos” para estar en gracia? ¿Queremos estar en gracia? Si la respuesta es sí, seamos cristianos. Seamos empáticos, demos apoyo, tratemos de acercarnos a la comprensión del dolor, sobre todo si la persona llega con el corazón en la mano pidiendo ayuda, con la desesperación en el rostro, con los ánimos descompuestos. Y nunca, nunca, nunca le neguemos a alguien acercarse a comulgar después de haberse confesado. 

No seamos hipócritas y reconozcamos la señal de los tiempos. Un mundo en el que, según la Organización Mundial de la Salud, se suicida una persona cada 40 segundos, en el que hay cada vez más personas en la cárcel porque no sabemos dar otra respuesta a nuestros males que la marginación, el aislamiento y el olvido (y hay muchos tipos de cárceles), en el que la mayoría de la población tiene algún problema adictivo (a sustancias, comida, cosas, compras, incluso redes sociales y teléfonos celulares), en el que se los seres humanos somo objetos funcionales, razón por la cual el tráfico de personas no sólo se da con fines de prostitución, sino incluso en cualquier trabajo somos explotados hasta los límites, y no somos más que elementos que sirven o no, y por lo mismo, perfectamente descartables. Un mundo en el que todos estamos conectados y en constante comunicación, pero abunda la soledad. En un mundo así, no nos podemos dar el lujo de pedir “requisitos” obsoletos e insostenibles. “Quién esté libre de pecado que arrojé la primera piedra”, diría Jesús… Corrijo: Dice Jesús. 

Así que la próxima vez que quieras decirle a alguien que no puede participar en la iglesia, que puede asistir, pero que se quede calladito y bien sentado en su rincón y no  se le ocurra querer actuar, decir o comulgar, pregúntate: Y si yo estuviera, por cualquier motivo, en su situación, y me acercara a Jesús a pedirle su presencia: ¿Me la daría sólo con la condición de que cumpla ciertos requisitos con la perfección que se espera de mí y que no tengo en este momento (por eso pido ayuda)? ¿O me abrazaría y me diría: “Aquí estoy, qué necesitas, cómo puedo ayudarte, quédate conmigo”? Si eres sincero, no vas a atreverte a negarle esa comunión con Cristo que necesita. Si no, vas a negárselo, y luego vas a ir a comulgar tú, con una hermosa sonrisa de satisfacción, porque tú sí eres bueno, y digno, y amado. 

Pero, escúchame bien: si esa persona sale de tu templo, tu iglesia, tu grupo, tu misión, tu pastoral y tu vida, con una nube sobre su existencia que no hiciste el esfuerzo por aminorar (y sí, se requiere esfuerzo), te aseguro que Dios salió con ella, por muy cómodo que te sientas en tu seguridad y nobleza. Y será Jesús quien se encargue de darle la comunión que tú te negaste a recibir al negarte la posibilidad de ayudar a quien tanto lo necesita. 

No lo dudes, hace tiempo que Dios dejó los templos. Jesús está en el mundo y con Él, nuestro Padre y su Espíritu, autoridades absolutas y verdaderas.  

Eso, la reconstrucción del Templo, la salida de la nube de Dios de las estructuras rígidas y pesadas de toda doctrina, ya sucedió. Así que ¡arrepiéntete y cree en el Evangelio! 

Jesús, perdóname si estoy siendo demasiado agresiva y fuerte en mis palabras. El celo por tu casa me devora. Y debo parecer para muchos un cúmulo de odio, una loca. Pero, nunca me había sentido tan llena de convicción como hoy. Y nunca me había atrevido a decir tanto, aún de este modo tan silencioso y sin verdadero impacto para nadie. 

Con todo, te pido perdón si es que te he ofendido a he ofendido a esta Iglesia que es expresión tuya en el mundo. Y con todo, aun cuando comprendo que quizá no tengo toda la razón, también sé que no puedo estar completamente equivocada. Y prefiero equivocarme que creer que la voz humana está por encima de tu Voz, que me ha enseñado que lo más importante es comulgar contigo, en pensamiento, palabra, obra y hasta omisión. Me niego a creer que sólo pueden acceder a ti quienes cumplen con requisitos, porque muchos de esos requisitos no los he visto en quienes comulgan a diario en templos y altares. La incongruencia invalida toda proposición, por congruente que parezca.

Ayúdame a vivir en este mundo de contrastes, y a vivir con mis propias contradicciones. Tú sabes que no soy perfecta. Todo lo contrario: Soy un cúmulo de errores, un ser humano que aún lucha con sus tristezas y sus corajes, que aún vive con la vista nublada por emociones que a momentos le caen encima como un huracán que nada perdona. Pero Jesús, perdóname Tú. Y que seas Tú quien calme los ánimos de esta alma que tanto te añora. Te amo.






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