jueves, 20 de septiembre de 2018

Nunca la persona



“Fueron requisados todo lo que quedaba de los amorreos, de los hititas, de los pereseos, de los jeveos y de los jebuseos, en una palabra, todos los que no eran israelitas. A todos sus hijos que quedaban en el territorio, y que no habían sido exterminados por los israelitas, Salomón los sometió a trabajos forzados y lo están aún hoy. Pero no requisó a los israelitas; estos servían como soldados, integraban la guardia, eran oficiales, escuderos, jefes de carros o soldados de caballería." 1 Re 9, 20-22

Trabajos forzados. ¿De qué otra manera se construyen templos, palacios, ciudades, grandes naciones, empresas internacionales? Con trabajo, por supuesto, mucho del cual excede las fuerzas de quienes lo realizan y se recurre a la represión para sacar fuerza donde ya no hay. Y eso lo hacemos casi todos, no sólo quienes están en posiciones de poder. Necesitamos ingresos y cada día más los ingresos no son suficientes. Todo sube, menos el salario.

Así que en el afán de crearnos un patrimonio, de dar alimento, educación, sustento, techo, asistencia, vestido, incluso entretenimiento a nuestras familias, nos vemos forzados a trabajar mañana, tarde y noche. Fuera de casa y dentro de ella.

¿Para quién trabajamos? ¿Qué reinos estamos construyendo? ¿A quienes estamos entregando todo ese esfuerzo? Si somos demasiado estrictos con la respuesta, nos daremos cuenta de que trabajamos para dar riqueza a muchos otros que no somos nosotros.

Por eso es sumamente importante que le demos un sentido mayor a nuestro esfuerzo, y que siempre reservemos fuerza para lo que realmente importa. Ya nos dio el ejemplo Abraham: a los hijos no se les sacrifica. A ellos no.

Si vamos a construir, construyamos familia, amistad, compañerismo, apoyo, comunidad. De otra manera la vida deja de tener sentido muy pronto. Y si sientes que sólo eres una piedra que se usa o se descarta. Busca quien alimente tu valía. Porque una piedra sin fuerza no puede sostener muros, y si lo hace, tarde o temprano el muro se viene abajo. ¿Queremos familias fuertes, amistades reales, compañeros amables, vecindarios solidarios, comunidades comprensivas, industrias, empresas y naciones sólidas? Hagamos el sacrificio correcto, y tengamos claro que ese nunca puede ser la persona.

Jesús, danos fuerza, pero no para trabajar hasta el agotamiento. Danos fuerza para reconocer qué de nuestra arrogancia necesitamos sacrificar para establecer lazos que alienten, enriquezcan, desarrollen y cultiven relaciones de verdadero amor, y no de intereses. Relaciones en el que el crecimiento y bienestar propio no pueda entenderse sin el crecimiento y bienestar del otro. Te lo pedimos en el nombre de nuestro Santo Padre, en nombre de nuestro dulce Jesús, y con la ayuda y bendición de tu Sagrado Espíritu de Verdad, Justicia y Paz. Te amo.  



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