Los beneficios de abrazar un bebé son muchos. Lo mismo sucede con tu corazón. Abrázalo siempre. |
“El rey (Salomón)
ordenó: «Tráiganme una espada». Le llevaron al rey una espada. Entonces el rey
dijo: «Corten en dos al niño que está vivo y denle una mitad a una y la otra
mitad, a la otra». Entonces la mujer cuyo hijo estaba vivo dijo al rey, porque
se le conmovieron sus entrañas de madre: «No, por favor, señor, denle a ella
mejor el niño que está vivo, pero que no lo maten». Pero la otra replicaba:
«Pártanlo, así no será ni mío ni tuyo». El rey entonces decidió: «Den el niño
que está vivo a la primera, no lo maten, porque ella es su madre».” 1 Re 3, 24-27
Salomón empieza a demostrar que la sabiduría de Dios está con él.
Comprende que quien ama prefiere que vivas antes de ganar. ¿Cuántas veces
estamos más dispuestos a ganar que a mantener viva una relación o una amistad?
Son muchas las ocasiones en que nos es más significativo tener la razón que
reconocer, o por lo menos intentar ver las cosas desde la perspectiva del otro.
Cuando actuamos así hay una
realidad latente que muchas veces preferimos ignorar: no nos amamos lo
suficiente (nuestra inconsciencia a matado nuestra capacidad de sentir, nuestro
corazón, nuestra inocencia siempre dispuesta a amar -bebé). Necesitamos
reafirmarnos, darnos la razón, tener bien claro que el suelo que pisamos es
firme y absoluto, de otra forma el suelo se convierte en mar y dejamos de tener
la capacidad de caminar sobre él. Por eso, es esencial que “ganemos” porque de
otra forma, no hay manera de reafirmarnos y pisar con pie firme.
Claro que a veces de lo que no nos
damos cuenta es que lo que estamos pisando no es el suelo, sino a los demás.
Preferimos mantenernos en nuestra postura que, digamos, reconocer que igual que
todos, este suelo que pisamos no es demasiado firme y habrá que “nadar” y
empaparnos de las ideas de los demás, antes de poder definir con certeza dónde
está el suelo que pisamos todos. Es decir, hay que tener fe.
Por que la fe no sólo se le tiene a
Dios, también nos la tenemos a nosotros mismos y a los demás. Cuando algo
cimbra nuestro suelo firme, es hora de cuestionarnos qué tanto eso que creemos
como cierto, lo es. ¿De verdad soy buena o sólo actúo como si lo fuera? ¿De
verdad mi corazón está en esto que hago, o me muevo más por mis intereses? ¿Qué
gano yo con tener la razón? ¿Qué perdería?
No estoy diciendo que toda relación
merece ser salvada. No porque alguien no merezca ser amado, sino porque a veces
simplemente no es el amor el que alimenta la relación, sino los intereses y los
vacíos. Por eso tampoco me atrevería a decir que “tienes la obligación” de
soportarlo todo, tolerarlo todo, permitirlo todo, con tal de salvar una
relación que te es significativa y que “sientes” que cubre tus necesidades
emocionales. Lo que digo es que necesitamos enfrentar el hecho de que esa
relación va a morir, o por lo menos, algo en ella tendrá que morir, para dar
lugar a una nueva relación. Sin la presencia de esa sentencia: «Algo tiene que
morir», no puede salir a flote el verdadero interés o el verdadero amor.
Enfrentar ese hecho: «La relación
tiene que morir», obligará a nuestro corazón a moverse, o por lo menos a
conmoverse. Y necesitaremos enfrentar el hecho de que quizá lo mejor es “cortar
por lo sano” y dejarla morir, o cederemos y nos daremos cuenta de que es tan
valiosa que preferimos que siga viva.
Pero, si eso que tiene que morir,
es tu corazón, tu dignidad, tu valía. Mantén vivo tu corazón. No lo entregues a
manos llenas a quienes no sabrán cuidarlo, a quienes serán capaces de
aplastarlo en su inconsciencia. Si necesitas darles la razón, hazlo, pero mantén
intacto tu corazón, tu vida, tu amor propio (mejor que el bebé viva). Porque
finalmente, si lo cuidas, dejará de ser un bebé y se convertirá en un adulto,
perfectamente capaz de salir por su propio pie.
No sé si logré darme a entender. Sé
que hablo de mares y suelos, y corazones y relaciones que son bebés, y de tener
fe y de caminar sobre las aguas. De vivir o dejar algo morir. Y todo eso tiene
sentido, pero no es un sentido literal ni es un sentido fácil de asir. Es como
ver a alguien que amas a los ojos, y decirle que le amas, sin decir una sola
palabra: Sólo verle a los ojos.
Te amo. Supongo que lo que quiero
decir es que te amo, y quisiera verte crecer y salir adelante, y hacer cosas
maravillosas y vivir. Por lo que te pido: no quieras nunca sacrificar tu
corazón, tu vida, tu dignidad, o a las personas que amas, por “tener la razón”.
Si tener la razón te es más importante que conservar lo que te es valioso,
entonces cuestiónate si no será que tu inconsciente ha estado dispuesto a
matarlo todo, incluso tu propio corazón y amor propio, incluso a tus seres
queridos, para mantenerte en la apariencia de que estás en lo cierto, de que
eres bueno, y de que mereces un lugar sobresaliente en el mundo.
Y si descubres que la persona que
está a tu lado está dispuesto a sacrificar la relación o tu persona, entonces,
no te ama, o por lo menos no como mereces ser amado. Mantente vivo, mantén viva
tu dignidad, y date espacio para vivir y crecer. No destruyas tu corazón
tratando de “tener la razón” y hacerle “entrar en razón”. La realidad es que no
le interesa entrar en razón. Su corazón (bebé) se ha endurecido -quizá incluso
esté muerto, después de todo, la maldad existe- y no va a renacer sin voluntad
de cambio. Mejor, vive, crece, aprende, desarróllate, fortalécete, y deja morir
lo que tenga que morir, pero que no sea tu corazón.
Jesús, enséñanos a amar como Tú
amas. Danos un corazón que se ame a sí mismo sin arrogancia, con sinceridad y
con fe -así como solemos amar a un bebé con quien nada tenemos que probar-, y
que por extensión logre amar a los demás como merecemos todos ser amados. Te lo
pedimos por el Amor con el que nuestro Padre alimentó Tu existencia para
enriquecer a través de su Espíritu y tu Vida, la nuestra. Gracias. Te amo.
Foto tomada de https://www.babble.com/parenting/cuddling-babies-study-benefits-touch/
No hay comentarios:
Publicar un comentario