domingo, 2 de septiembre de 2018

Tengo miedo Jesús



“Sebá (quien no estuvo dispuesto a seguir a David ni reconocerlo como rey y se rebeló contra él) recorrió todas las tribus de Israel hasta Abel-Bet-Maacá. Los hombres del clan de Bicri se habían reunido y se habían ido con él. Joab (jefe de todo el ejército de David) sitió a Sebá en Abel-Bet-Maacá, levantaron un terraplén para alcanzar la ciudad que llegaba hasta la muralla. Cuando todo el ejército de Joab cavaba para hacer caer la muralla, una mujer muy lista que estaba en la ciudad exclamó: «¡Oigan, oigan! Digan a Joab que se acerque hasta acá, porque quiero hablarle».

“(La mujer y Joab hablaron. Ella le preguntó por qué quería destruir la ciudad, él le dijo que no quería destruir la ciudad sino que buscaban a Sebá por haberse rebelado contra David, el rey.) Entrégenmelo y me alejaré de la ciudad. La mujer respondió a Joab: «Muy bien, te tiraremos su cabeza por encima de la muralla.» (Y así fue)” 2 Sam 20, 14a-21

Jesús, estoy a punto de darme por vencida. Esa muralla que unos quieren derrumbar y otros conservar es… demasiado. Y la insistencia sigue siendo: “¡Que rueden cabezas!” 

Ayer lo primero que llegó a mis manos fue un video sobre los peligros de una legislación sobre derechos humanos que se promueve en nuestro país. (El vídeo está al final de este texto para quien se interese.) Como bien dice el vídeo, tiene cosas muy buenas, pero también otras que no lo son tanto. Es como si nos ofrecieran un banquete, pero con una copita de cianuro, dice el vídeo. 

Situaciones como el derecho al aborto, a la preferencia sexual, el derecho a una educación sexual abierta y amplia, en fin. Cosas que, seamos sinceros, nadie quiere hablar si no es en términos totalitarios: sí o no. Es decir, vamos a ponernos de acuerdo, pero no en torno a cuál es verdaderamente la mejor estrategia “humana”, sino decidamos quién tiene que pagar, a quién vamos a sacrificar, qué vamos a eliminar. Así que unos quieren tirar la muralla (romper esquemas sociales) y otros arrojar cabezas por encima de la muralla (sacrificar a unos). 

Estas soluciones totalitarias son las más sencillas, pero también las más peligrosas. Cuando decidimos cortar cabezas y conservar murallas, sólo nos vamos a enfocar en buscar culpables. Y ese culpable será nuestro chivo expiatorio pues es él/ella quien tiene que pagar por los pecados de todos. Para él/la culpable no hay otro camino que ser expulsado, olvidado, encarcelado o muerto. Que rueden cabezas.  

Definitivamente hay cosas que no pueden solucionarse con los extremos de un sí o un no. En términos prácticos -y recordemos lo práctico y buen hombre, soldado, estratega, administrador que Joab es- esa es la solución: quiero la cabeza y si tengo que vencer una muralla, la venzo. La mujer que lo manda a llamar para hablar, tiene una sensibilidad inteligente, pero práctica también, de modo que no se enfoca en salvar la vida de nadie, sino en salvar la estructura social en la que vive. ¿Y qué pasó con Sebá? Murió. Estas soluciones poco creativas son soluciones de muerte. Sólo hay que decidir quién muere. Pero eso no es solucionar nada, ¿o sí? 

Jesús, ayer no publiqué este texto que he escrito una y otra y otra vez. Tú sabes cuánto trabajo me ha costado tratar de decir: Seamos creativos, entremos a discutir estos temas difíciles, abramos nuestra posibilidad de aceptar ideas nuevas, pero no sin cuestionarlas y sin querer destruir todo lo anterior. Si una idea busca destrucción, no puede ser buena. Busquemos la manera, no de encontrar culpables, sino de ayudar, de verdaderamente ayudar a todos. Esas mentalidades de: “Que se pudran en la cárcel; que los violen; que se mueran y se retuerzan en el infierno”, son pusilánimes. 

Jesús, yo sé que la gran dificultad que tenemos para discutir temas complicados es la falta de entrenamiento en el pensar. Vivimos en una sociedad que no busca desarrollar la mente y capacidad humana de razonar. Es más fácil controlar a quienes todo se lo tragan. Y también es más fácil tragarnos todo y dejar que otros gobiernen, decidan, hagan, y me dejen hacer. Nuestro sistema educativo, por ejemplo, ha eliminado la filosofía. Duele Dios mío, duele. Si no sabemos pensar, ¿cómo vamos a resolver? 

Por eso es tan fundamental que nos eduquemos en torno a lo humano. Pero también es fundamental que nos eduquemos en torno a lo ético, lo moral, lo honorable. 

En realidad, el error es simple: nos vamos a los extremos. Durante años los “derechos humanos” fueron ignorados. Hoy en día todos hablan de “derechos humanos”. Vaya, hasta mis alumnos y mi hija me han cantado “sus derechos”. Pero, lo que ya nadie dice y lo que no les estamos enseñando ni en la escuela ni en la casa, es que a todo derecho corresponde una obligación. Así que ya no podemos seguir hablando de los derechos humanos, sino de “los derechos y obligaciones humanas”. 

Una solución simple siempre será buscar al culpable y castigarlo. Pero una solución “humana” debería ser: comprender qué es eso que llevó a la persona a hacer tal o cual cosa, empatizar con eso que le sucede, y buscar una posible solución “social” a su situación, de modo que le ayudemos a superar lo que necesite superar y a “cargar la cruz que le tocó llevar”. Nadie puede solo. Nadie. 

Así que, por ejemplo, definitivamente no estoy de acuerdo en el aborto. Toda concepción es vida, y la vida se respeta y se lucha por su desarrollo. Pero no creo que el aborto deba ser ilegal. Necesita legalizarse para que podamos hacerle frente. Mientras sea ilegal no sólo corren peligro las mujeres que lo buscan, sino que nunca sabremos realmente a qué nos enfrentamos. Porque si alguien tiene la intención de abortar, no se lo va decir a nadie, y no vamos a tener acceso a poder verdaderamente ayudarla a ella ni al bebé. Si se hace legal, pero el derecho viene con la obligación de, por ejemplo, pasar por un filtro psicológico que le permita conocer las consecuencias que pudiera haber tanto en su físico, como en su psiquis, ya tendremos acceso a la posibilidad de ayudar. Ayudarla a definir cuál es el miedo y todo lo que su decisión conlleva. Porque por lo general la situación de quien quiere abortar es de miedo, de imposibilidad de hacerle frente a una situación que se está enfrentando sola. Si seguimos dejándolas solas en la clandestinidad, entonces ¿cuándo vamos a ayudar? 

En cambio, si tener el derecho de abortar implicara también tener la obligación de conocer todas las alternativas que pudiéramos ofrecerle y facilitarle, como por ejemplo: dar a su hijo en adopción, ayudarla a enfrentar la situación contando con un trabajo o apoyo, contar con el consentimiento del padre,  siempre que sea posible (después de todo, participó, y muchos de ellos no quieren ni saber lo que sucede con su hijo, lo que es una manera muy cómoda de lavarse las manos sin correr el riesgo de ir a la cárcel; pero tampoco vamos a dejar que un violador decida). En fin, hay muchos matices que abarcar, pero no se puede cubrir nada ante la clandestinidad del silencio y el miedo. Aun siendo ilegal, la gente lo realiza. Esa ya no es solución.  

No sé Jesús. Quizá el mundo no pueda ser más que negro o blanco. Pero yo creo que, si la señal que Dios nos dio como símbolo de su alianza, como incentivo de esperanza y perdón, fue un arcoíris, es precisamente porque nada puede ser ni completamente negro ni completamente blanco. Siempre hay una gama de posibilidades que debemos explorar para buscar salvar a la humanidad en su totalidad, y no sólo a unos cuantos. 

Jesús, ayúdame. Me siento muy sola en esto de intentar explorar las posibilidades humanas que lleven a una verdadera búsqueda y fomento de tu Presencia en el mundo. Hemos creado murallas tan altas que la ciencia, como la entendemos hoy, no es vista como un don del Espíritu Santo. Pero lo es. Estoy convencida de que lo es. 

“El don de ciencia ayuda al de inteligencia a descubrir las verdades oscuras, y al de sabiduría a poseerlas. La sabiduría y la ciencia tienen algo de común. Ambas nos hacen conocer a Dios y a las criaturas. Pero cuando se conoce a Dios por las criaturas, elevándose del conocimiento de las causas segundas a la causa primera y universal, es un acto del don de ciencia. Y cuando se conocen las causas humanas por el gusto que se tiene de Dios, juzgando a los seres creados por el conocimiento del primer Ser, es un acto del don de sabiduría.” (1)

Pero Jesús, desde nuestra doctrina no queremos entender que ese don de ciencia no es algo que simplemente se nos da. “La ciencia se define como un conocimiento cierto adquirido por el razonamiento; pero en Dios está sin razonamiento y por una simple visión de los objetos.” (2) ¿Una simple visión de los objetos? Ojalá todo fuera tan simple como eso. 

La ciencia es algo que se fomenta con el entrenamiento de la razón. Pero con esta tendencia de “cortar cabezas” y mantener “murallas de estructuras sociales y tradiciones inflexibles”, seguiremos resolviéndolo todo en términos totalitarios, sin humanidad o con una humanidad exacerbada que no te contenga ni exprese, mi amado Cristo. La razón y la fe necesitan complementarse, no excluirse.  

Ayúdame Jesús. Ayer no pude terminar este texto y aún hoy tengo miedo de publicarlo. Es tonto, ¿verdad? Estoy sola y sin embargo quiero ser aceptada y amada por una Iglesia y una sociedad que una y otra vez me ha dado la espalda en mis momentos más obscuros. 

Tengo miedo de ser quien soy. Como seguramente una mujer que está embarazada tiene miedo de enfrentarlo sola, o como un hombre que es gay tiene miedo de decírselo a sus padres, familia y amigos, o como un pedófilo tiene miedo de eso que siente y no puede controlar -cuando no se le ha protegido y justificado, y por eso no alcanza a darse cuenta del mal que hace. O como lo tiene una persona que tiene un trastorno mental que es asediado por ideas, imágenes y sentimientos que lo nublan todo. O como lo tiene un padre de familia que mira el mundo en el que vivimos y sabe que no puede proteger a sus hijos de tantos peligros y tanta desinformación, a veces, ni siquiera él o ella puede enfrentar las actitudes desafiantes y altaneras de sus “pequeños verdugos”. Y otras muchas veces, los padres ni siquiera se dan cuenta de que su afán de proteger a sus hijos, los desprotege y los dejan vulnerables e incapaces de enfrentar las consecuencias de sus actos (los padres irracionales que defienden a sus hijos a capa y espada, y responsabilizan, por ejemplo, a la/el maestra/o de todo fracaso). O los docentes que quieren educar en un sistema educativo que te obliga a que todos pasen sin exigir el esfuerzo de hacerlo bajo la bandera de los derechos humanos: “que nadie se quede atrás”, nos dicen. Pero sabemos que protegerlos de su incapacidad de responder a un reto, los desprotege de los retos de vida que van a enfrentar. Pero hazle entender a las autoridades o a los padres, que sólo les preocupa que “sean felices”.  

Pero Tú nos has dicho: No tengas miedo, ten fe (Marcos 5, 36). No estamos condenados a la muerte. En ti hay vida y vida en abundancia. Que tengamos la voluntad de desarrollar en nosotros tus dones de ciencia y sabiduría para encontrar en la razón y la empatía la manera de ayudar y ayudarnos. 

Danos Señor fe, te lo pedimos en el nombre de tu Hijo Jesucristo, bajo el amparo de tu Espíritu Santo, y con la intercesión de María Hija, María Madre y María Esposa. Ilumina nuestra fe, alienta nuestra esperanza, e inflama nuestra caridad. Gracias mi Bien. Te amo. 

(1) Los Dones del Espíritu Santo, El Don de Ciencia. (2018, Sep. 2). Liturgia Católica. Tomado de https://trinidad.home.xs4all.nl/dones/ciencia.html
(2) Ibídem



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