miércoles, 19 de septiembre de 2018

Escucha a los extranjeros



“Cuando un extranjero que no es de tu pueblo Israel, pero que venga de un país lejano debido a tu Nombre, de tu mano poderosa y de los grandes golpes que propinas, si viene a orar en esta Casa, escúchalo desde lo alto del cielo donde habitas, y acoge la solicitud de ese extranjero.” 1 Re 8, 41-43a

Ayer terminé un tríptico para el Movimiento Alvernia. Una amiga, que pertenece a Alvernia y además forma parte del Movimiento Saltillo Elige Vivir, me pidió que les ayudara con información referente a la prevención del suicidio. Ambos organismos, Alvernia y Saltillo Elige Vivir, buscan contribuir a informar y educar en torno a la problemática tan terrible del suicidio en nuestra ciudad y entidad, con el fin de prevenirlo. 

Alvernia Saltillo Regional estará presentando en parroquias, escuelas y otros lugares una obra de teatro que se acerca a la problemática con una intención de sensibilizarnos en torno a ella (#VAPORUSTEDES). 

No puedo decir que me siento cómoda con el enfoque, pues cae en algunos lugares comunes, pero mi incomodidad no es en torno al esfuerzo que están haciendo y que habla de la gran empatía que quieren estimular y que finalmente tienen. Quizá es más un reflejo de mis propios demonios y lugares obscuros, que normalmente prefiero no visitar si no es necesario.

Lo relevante de este hecho, es que hay un esfuerzo por comprender a estos extranjeros que somos nosotros, los que hemos estado, estamos y quizá lleguemos a volver a estar a la orilla del precipicio queriendo dar un último paso. 

Querer explicar el porqué de una situación así en estas líneas y a las seis de la mañana es pretender meternos en “camisa de once varas”, como decía mi abuelo. Mejor agradezcamos profundamente el gesto, tanto de tener la voluntad de acercarse a la situación como a la enorme bendición de permitirme participar. 

Ayer mi esposo, cuando le enseñé el tríptico, me dijo: “¿Por qué estas ayudando a la Iglesia otra vez?” Porque soy Iglesia. Le guste a quien le guste, y muy a pesar de que hay sin duda quienes preferirían tenerme lejos y quienes definitivamente no me extrañarían si algún día faltara, soy Iglesia. Y puedo estar enojada con ella, puedo señalar sus errores y puedo atreverme a hablar de lo que muchos piensan y no dicen, pero si lo hago no es porque prefiera verla caer, es porque la amo y quiero verla crecer, manifestarse como la expresión de amor de Cristo Salvador, Amigo y Compañero. 

Y debo aceptar que, al terminar el documento, quise compartirlo con todo el mundo: “Mira, mira, me han pedido ayudar. Me han considerado valiosa. Me dieron algo que hacer. Reconocieron mi trabajo (mi amiga es lectora de estas oraciones) y por un momento le dieron sentido a mi existir.” 

A veces es tan simple como eso: ayudar al otro a existir es dejarlo participar, incluirlo, darle valor a su trabajo. ¿Cómo? Estimularlo, difundirlo, agradecerlo.  Pero sobre todo dejarlo expresarse. Las personas que hablan de su situación con alguien tienen menores posibilidades de hacer aquello que fantasean, planean, o en un impulso, llegan a lograr: morir. 

En México tenemos un dicho que describe muy acertadamente lo que es el sufrimiento. Casi siempre se dice como amenaza, como quien te advierte que si sigues por ese camino vas a sufrir. “Si sigues así sabrás lo que es amar a Dios en tierra ajena.” 

Bien, pues si no te expresas, si no tienes con quién hablar, si no lo dices hasta el cansancio -y podrías tardarte mucho en cansarte, quizá incluso nunca lo hagas-, si te dicen, en cambio, que te calles, que ya los tienes hartos, que siempre sales con lo mismo, “sabrás lo que es amar a Dios en tierra ajena.” 

Amar a Dios en tierra ajena es sufrir mucho la incomprensión, intolerancia y la soledad que esta falta de comprensión y tolerancia traen consigo. Pero como bien dijo Salomón en su hermosa oración dicha durante la consagración del Templo (1 Re 8): Cuando un extranjero venga a orar a estar casa, escúchalo. 

Quizá necesites ayudarlo a dirigir sus pasos a una escucha más profesional porque finalmente es verdad que son cansadas y difíciles estas ideas recurrentes y negativas, frente a las cuales solemos decir justo lo que no ayuda mucho: “no seas negativo”, “échale ganas”, “ya deja de pensar en eso”, “eres un egocéntrico”, “sólo quieres atención”, “son caprichos”, “ya deja de sufrir”. 

Pero por cansado que sea, no son sentimientos que deban ignorarse. El peligro más grande es no hablarlo. Así que a buscar ayuda y quien pueda y sepa escuchar. Y si tiene algo que decirte, escucha. Quizá descubras que lo único que quiere es que le tomen en cuenta y que hay maneras de hacerlo sin desvalorizarlo o excluirlo. 

Ayúdanos Jesús a escuchar cómo Tú escuchas. 

“Que las palabras de esta súplica que he dirigido a Yavé estén presente día y noche delante de Yavé, nuestro Dios, para que responda a su servidor y a su pueblo Israel según las necesidades de cada día. Y todos los pueblos de la tierra sabrán que Yavé es Dios, y que no hay nadie más que él. Que el corazón de ustedes sea totalmente de Yavé, nuestro Dios; caminen según sus leyes, observen sus mandamientos tal como lo hacemos hoy.” 1 Re 8, 59-61

Que así sea en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Te amo. 

 

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