“Los
israelitas dijeron a Yavé: «Hemos pecado, trátanos como mejor te parezca, pero
por lo menos sálvanos ahora». Hicieron desaparecer de sus casas los dioses
extranjeros y sirvieron a Yavé. Entonces Yavé no aguantó más el sufrimiento de
Israel.” Jue 10, 15-16
La
fe no es algo total que se tiene o no se tiene. Es una cualidad que se educa y
que madura con el tiempo, siempre y cuando realices acciones que te ayuden a
madurarla, porque si te comportas como un niño toda la vida, pues un niño te
quedas. No es que la fe sea débil o sea poca. Igual que toda relación, implica
trabajo. Y es así como la tenemos que entender: la fe es una relación con Dios
y es más fuerte a medida que estás más involucrado y que reconoces lo que te toca hacer para fortalecer esa relación.
Mi
esposo no es creyente. Increíble que podamos estar juntos, pero podemos. Una de
las cosas que más disfruta él y que yo he aprendido a disfrutar con él, es la
llamada “Stand Up Comedy”, que básicamente es un monólogo que puede hacerte
reír a carcajadas. Mi esposo me ha ayudado a aprender a reír. Los recursos son
varios. Los más baratos son decir un montón de groserías y hablar de sexo. Esos
cansan pronto, no dicen nada, y mejor pasas a otra cosa. Pero los recursos baratos no son los
que emplean los mejores comediantes. El mejor recurso es hablar con la verdad,
enfatizar el absurdo de hechos cotidianos, exponer los propios absurdos, los
propios miedos, los propios defectos. Un comediante que es bueno, se exhibe y exhibe
la realidad que lo rodea, y es capaz de hacernos ver nuestros defectos sin
drama, sin miedo, sin tabú, sin necesitar inmediatamente defendernos. Nos ayuda
a aceptar nuestras mentiras sin por ello sentirnos condenados. Por eso es
liberador reírnos frente a estos comediantes. Son catárticos.
Pero
como dije, he aprendido a verlos y reconocer lo que pueden brindar, pero, eso
ha implicado reconocer que a veces dicen cosas que duelen. Esto es particularmente
cierto cuando hablan de la Iglesia y la fe. De lo infantiles que muchas veces somos
con nuestra fe y de lo absurdo que son muchas de las cosas que hacemos para
alimentar esa fe. Casi siempre la conclusión que nos ofrecen es: yo no creo en “ese”
Dios, o de plano, no creo en Dios.
Y es
que sí es absurdo que muchas veces entendamos nuestra relación con Dios como
una condición: si haces esto, entonces yo te amo y te ayudo, pero si no, pues no.
Pero eso es vivir una relación inmadura, el tipo de relación que es capaz de
decir, por ejemplo, cosas como: “trátanos como mejor te parezca, pero por lo
menos sálvanos ahora.” Quizá ellos, los comediantes, dirían: en otras palabras,
“pégame, pero no me dejes.” ¿Cómo puede una mentalidad sana hablar así?
A veces,
cuando los escucho confesar sus luchas en la fe y la manera en que la han
perdido precisamente por quedarse ahí, en los ejemplos más simples de lo que es
una relación con Dios, quisiera intervenir, y decirles, mira, no es así. Yo sé
que a veces encapsulamos a Dios y nos lo tomamos como remedio a nuestros males. Demasiadas veces lo limitamos a un libro, lo encerramos en una veladora, en una oración repetida
hasta el cansancio, sin darle un sentido mayor que creer como si fuera magia. Yo
sé que son demasiadas las veces que nos damos golpes en el pecho, mientras la
iglesia, es decir, nosotros que somos la iglesia, nos "sacudimos como polvo" cosas
tan graves como la pedofilia o el enriquecimiento a costa de la fe. Pero en
todo esto hay más de una lectura, y, también, debo decirlo, hay que leer más
que sólo la Biblia o peor aún, sólo el librito de oraciones o el eterno
cuestionario del catecismo, que no deja mucho lugar a cuestionarnos nada. La fe
no es pregunta y respuesta, apréndelo así y ya. Hay que educarse. En el sentido más amplio del término.
La
famosa frase de “Ayúdate que yo te ayudaré” no es bíblica. Pero si se lee con
atención la cita, en la medida en que “sirvieron a Yavé”, Yavé “no aguantó más
el sufrimiento de Israel”. En otras palabras, hay que hacer lo que nos toca. Si
hacemos lo que nos toca, las cosas mejoran. Y no es una condición, es una realidad.
¿Quieres una fe madura? Madura, haz el trabajo.
En
fin, que es doloroso que nuestra fe no la queramos llevar a otros niveles de comprensión
y entrega, y que sea precisamente nuestra acción infantil, prejuiciosa e
inmadura, incapaz de hablar con la verdad y enfrentarla, la que aleje a tantos.
De modo que Jesús, mi querido y amado Jesús, sacúdenos y despierta en nosotros la
voluntad de crecer, de madurar, de atrevernos a establecer una relación
comprometida contigo, y no sólo de apoyarnos en una letanía de rezos vacíos,
buenas voluntades inactivas, ritos cansados y enfocados en detalles que no
alimentan nuestra conciencia, sólo distraen nuestros sentidos. Enséñanos a
tomarte de la mano y, no nos permitas vivir enamorarnos de ti. Quien sólo vive
en la nube del enamoramiento, no vive en la realidad. Enséñanos a amarte. Porque
el amor también se aprende y se practica. Así sea. Te amo.
Foto tomada
de: https://www.mcgill.ca/science/prospective/medical
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