miércoles, 4 de julio de 2018

El SER que nos compartes


Bristlecone de las Montañas Blancas de Estados Unidos. Fotografía de Mac Danzig

“Entonces Josué dijo al pueblo: «¿Podrán ustedes servir a Yavé? Porque es un Dios santo, un Dios celoso; Él no perdonaría las infidelidades y los pecados de ustedes. Si abandonan a Yavé para servir a dioses extranjeros, él también cambiará: les dará el mal y los exterminará después de haberles hecho el bien.»” Jos 24, 19-20

Que difícil es comprender la bondad de Dios cuando se nos pintan estas imágenes tan crudas de un Dios celoso que no perdona. Pero, mira, trata de pensar en Dios no como un ente ajeno, un “otro”. Cuando decimos que estamos hechos a imagen y semejanza de Dios nos lo imaginamos como nosotros: con un cuerpo, dos ojos, una nariz, brazos, piernas, en fin. Pero no, nosotros estamos hechos a su imagen, no al revés. Es decir, Dios no es una “persona”, ese es Jesús, y es sólo una de las tres personas que expresan lo que Dios Es. Lo que decimos es que hay divinidad en nosotros, lo cual no significa que seamos dioses, sino que somos parte del SER. Dios es el SER y todo lo que Es, es Dios.  

Pues bien, no intentes negar al SER, porque el SER tarde o temprano se manifiesta. Recuérdalo bien: ignorar al SER se paga. De modo que, si sientes coraje, reconócelo y trabájalo. Sientes temor, reconócelo y enfréntalo. Sientes odio, acéptalo y descubre dónde está la herida (el odio no es el opuesto al amor, el odio es amor herido). Reconoce lo que tengas que reconocer y habla con la verdad sobre ello. Pero no niegues el SER, porque el SER es celoso, y no perdona, lo cual no quiere decir que te condena, sino que no quiere ser ignorado. 

El ser se alimenta de AMOR y VOLUNTAD. Y déjame decirte que lo contrario del amor es la “apatía” y lo contrario de la voluntad es el hecho de permanecer “desinteresado”, desapegado de hechos significativos.1
 
Nada duele más que la indiferencia. Dale indiferencia a al SER y no esperes una vida plena, una vida llena de Verdad y Amor y Belleza. Ser Santo como Dios es Santo, no significa negarnos a nosotros mismos, sino reconocernos, amarnos, tener la voluntad de apegarnos a los hechos significativos de nuestras vidas, y extender esa consideración hacia todo y todos. Implica ser exigentes con nosotros mismos, pedir lo correcto y dar lo correcto: lo que Es. Nada de buenas voluntades vacías. Y de ninguna manera significa que estás obligado a aceptar la indiferencia de otros. Quizá el amor te lleve a tolerarlo una vez y ser sacrificado, y aceptemos, con reservas, que igual y es por el bien de todos. Pero no se trata de ser masoquistas. Si quienes te rodean no tienen voluntad de reconocer el SER y su participación en lo que Es, ni tienen la voluntad de amar, no como sentimiento que “nace”, sino como una “decisión de permanecer y trabajar juntos para encontrar soluciones a las necesidades de todos”, si no tienen la voluntad de participar en el cambio necesario para enriquecer la “relación” (toda relación es de, por lo menos, dos), aléjate. 

Jesús sólo se sacrificó una vez, vivió el infierno que es que te dejen solo, y trascendió para seguir adelante. Pero no fue a aparecérseles a los soldados, a los fariseos, sacerdotes, ni a Pilato. Fue a alimentar a quienes estuvieron dispuestos a recibirlo. Aún hoy lo hace, y lo seguirá haciendo por los siglos de los siglos. 

Bendito seas Dios, y Bendito sea el SER que nos compartes. Que sepamos siempre aceptarlo, sufrirlo, enfrentarlo, recibirlo, transformarnos y trascender contigo. ¡Que el celo por tu casa nos devore! Te amo.

1. May, Rollo, “Amor y Voluntad, Contra la violencia y la apatía en la sociedad actual”, Gedisa Editorial, Segunda Edición, 2000. 

Foto tomada de “¿Adivinas cuál es el ser vivo más longevo del planeta?”:  https://www.tiempo.com/noticias/ciencia/-adivinan-cual-es-el-ser-vivo-mas-longevo-del-planeta-.html

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