jueves, 19 de julio de 2018

La responsabilidad es nuestra


 
Hoy no hay cita, pero sí hubo lectura. Los últimos dos capítulos de Jueces describen la guerra peleada con Guibea, pueblo de Benjamín por el crimen cometido. El levita los acusó de haber violado hasta la muerte a su concubina. No les dijo que él la entregó, por supuesto. Se hizo la guerra y después de demasiadas muertes dejaron al pueblo de Benjamín sin mujeres. Entonces se describe cómo se las arreglaron para darles mujeres, porque después de todo, es un pueblo de Israel y no debe desaparecer ni una sola tribu. La solución fue grotesca y no la describiré. Da tristeza ser mujer y ver que a lo largo de la historia hemos sido consideradas casi ganado. 

El comentario de la Biblia Latinoamericana (2005) sobre el último capítulo de Jueces (21, 1) nos dice: “Mientras no haya autoridad central y un rey que ‘juzgue’, cada familia y cada tribu se siente obligada a defender y vengar a los suyos”. 

Pero, sinceramente creo que un factor aún más importante es esta incapacidad de asumir la responsabilidad de los propios actos. Por ejemplo, el levita nunca dijo que fue él quien entregó a su mujer para ser violada. Por ejemplo, cada que iban a incursionarse en un enfrentamiento armado, “consultaban” a Yavé si lo debían hacer o no, es decir, consultaban a los dados, que era la manera en que se hacía en aquel entonces. 

Lo grave de todo esto es que sí había una autoridad: los levitas. Fue un levita quien instigó al pueblo, sin asumir su actuar en la totalidad que debía, y fueron los levitas los que aseguraron que “Yavé dijo: ataquen.”

Esto no es un juicio contra Israel, aclaro. Pero leer sin intentar entender dónde está el error, es volver a pretender que todo está bien si Dios lo dice. Y es así como mucha gente lee la Biblia, y es así como se han cometido atrocidades en nombre de Dios. No es Dios, entendido como un ser externo y lejano, quien nos habla con dados o Biblias. Es el Espíritu de Sabiduría el que nos debe mover, al que debemos invocar. ¿Qué puedo aprender de esto? Ante la luz que Jesús enciende en nuestros corazones, ¿dónde está el error? ¿Me identifico con alguien? ¿Cuál habría sido un actuar cristiano? ¿Qué trato se les da a las personas en la narración? ¿Es ese un trato digno? ¿Alguien asumió la responsabilidad de sus actos?

Muchas respuestas no llegaran de inmediato. Eso es también un error: querer respuestas inmediatas. La pregunta surge y la dejas flotar en ti. La respuesta llegará cualquier día. O no llegará. Eso, el que llegue o no una respuesta, no es prueba ni de que Dios existe ni de que no existe. Querer entender a Dios en términos de sí o no, es absurdo. Después de todo Dios es un Misterio. Y mientras la pregunta exista, estás inmerso en el misterio y tu corazón está dispuesto a entrar en él. La pregunta, no la respuesta, es el camino a la sabiduría, a Dios. Además, la pregunta te mantiene humilde ante el misterio. Quien deja de preguntar tiene sólo certezas y nada fomenta más la arrogancia que tener la razón.

Bendito eres Dios nuestro. Te agradecemos la gran interrogante que eres y la gran disposición que tienes para dejarnos indagar tu misterio. Permítenos ser humildes en nuestras preguntas y cautelosos en nuestras respuestas. Pero, sobre todo, permítenos comprender y asumir que tanto las preguntas como las respuestas son “nuestras”. Y nuestra es la obligación de edificarnos en un pueblo digno de ti, de tu generosidad, de tu entrega y de tu disposición al cambio, a la renovación, la trascendencia y la resurrección de nuestros defectos, nuestras tormentas, nuestros dolores y nuestras penas. Bendito eres por siempre Señor. Te amo. 





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