martes, 10 de julio de 2018

Nuestra debilidad: Tu fuerza


Que un suspiro ante Tu Presencia me derrita.


"Yavé dijo a Gadeón: «El pueblo que te acompaña es demasiado. Si entregara a Madián en tus manos, Israel podría vanagloriarse a costa mía. Diría: Yo mismo me he librado.” Jue 7, 2

Qué importante es reconocer nuestras debilidades, defectos, inseguridades, miedos, angustias, dolores. Ser vulnerable suele ser visto como algo negativo, algo que “no debemos ser” para ser respetados. Pero la “fuerza” no genera respeto por sí misma, genera miedo. La gente que impone su fuerza lo hace con miedo, y para provocar miedo. 

Esas personas quieren que te sometas. Saben que la única manera de tener poder es imponiéndose, dominando, colocando su bota en el cuello del otro. Buscarán siempre tenerte en el suelo, nunca trabajarán para que crezcas, te desarrolles, aprendas. Nunca reconocerán tus logros ni agradecerán tu ayuda. Para ellos, ayudar es “tu deber”, y tu logro es el suyo, no el tuyo, porque tú trabajas para ellos, y eso que haces es lo que te toca hacer ante la autoridad que representan. Su poder está en la “autoridad” que creen tener. Una autoridad alimentada por el miedo. Y viven imponiendo su autoridad precisamente porque tiene miedo de que se descubra lo cobardes que realmente son. 

Pero como asegura Pablo, cuando le pidió a Dios en vano que le quitara un “aguijón” que le atormentaba: “pero me dijo: «Te basta mi gracia, mi mayor fuerza se manifiesta en la debilidad»”. Para Pablo, ese aguijón, que a ciencia cierta no sabemos qué era: lo guardaba de todo orgullo. (2 Co 12, 7 y 9). 

En este capítulo de Jueces, el ejército de Israel paso de tener más de 22 mil hombres a tener 300, y ganaron la batalla no con fuerza, sino aprovechando el miedo que el enemigo tenía al saber que Dios estaba del lado de Israel. No hubo más que elevar antorchas y hacer mucho ruido. “En el campamento todos se pusieron a correr, gritar y huir.” (Jue 8, 21b). 

Jesús, Amor mío, perdona nuestro orgullo y quítalo de en medio. Haznos débiles y danos necesidad de ti. Que no nos vanagloriemos a costa tuya. Que siempre reconozcamos que, si tenemos cualidades, habilidades o poder, es para tu servicio y el servicio que le debemos a los demás, no para alimentar nuestra autoridad y enorgullecernos de “lo buenos que somos”. Es para para alimentar las habilidades y la fuerza de aquellos a los que servimos. Es para encender luces y colocarlas sobre las mesas, no debajo, donde no puedan brillar. 

Mi Bien, hazme débil y dame necesidad de ti. Que mi orgullo sepa bien quién es el verdadero dueño de mis capacidades. Que no exista en mi la certeza de estar en lo correcto. Que viva dispuesta a “sentir” mis errores. Que nunca justifique mis abusos. Que siempre agradezca la gracia que me brindas con tu presencia, tu aceptación y tu amor, y reconozca que, si me los das a manos llenas, no es por mis méritos, sino por tu bondad. Hazme débil y dame necesidad de ti. Así sea siempre. Te amo. 





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