“Ana
le respondió: «Señor, yo sólo soy una mujer que tiene pena; no he tomado vino
ni bebida alcohólica, sino que estaba expandiendo mi corazón delante de Yavé.
No tomes a tu sierva por una mujer cualquiera; si me quedé tanto rato orando ha
sido porque mi sufrimiento y mi pena son muy grandes.» Helí entonces le dijo:
«Vete en paz, y que el Dios de Israel atienda la oración que acabas de
hacerle.» Ella le respondió: “¡Ojalá tu sierva sea siempre bien vista por ti!»
Se levantó, comió, y su cara tenía otro aspecto.” 1 Sam, 15-18
Mi
Bien, qué fácil es para quienes no sienten el corazón que sufre, emitir un
juicio. Helí veía a la mujer llorar y orar, pero no pudo más que juzgar que si
se tomaba tanto tiempo y si lloraba tanto, entonces era porque estaba borracha.
Tenemos tan poca imaginación, que la empatía es prácticamente imposible.
Sí, se
requiere una enorme imaginación para colocarse en los zapatos de otros. Para
intentar sentir lo que el otro siente. Y quiero decir “sentirlo” de verdad
“sentirlo”. En la carta a los Hebreos 13, 3, leemos: “Acuérdense de los presos
como si estuvieran con ellos en la cárcel, y de los que sufren, pues ustedes
también tienen cuerpo.” En otras palabras, imaginen el dolor, la impotencia, la
desesperación, la soledad. Imaginen con todo su cuerpo, sientan el frío, sienta
piel chinita, el temblor, la taquicardia que implica una ansiedad que no parece
tener fin, la opresión en el pecho, los ojos rojos e hinchados de tanto llorar.
A
veces, casi siempre, juzgamos a partir de nuestra experiencia. Y
lamentablemente, la palabra “depresión” es para muchos una “tristeza muy grande”,
pero tristeza al fin. Tere Uscanga, psicóloga, lo explica así: La palabra “depresión”
no se usa con su verdadero significado. Insistimos en creer que se trata de una
tristeza, un duelo, un mal momento, pero cuando es un problema clínico y
crónico, que se extiende en intensidad y tiempo, no es una tristeza que simplemente
se supera. Es más, estamos tan ciegos ante lo que implica, que ya ni le
llamamos depresión, decimos, “hoy estoy depre”. Estamos tan ciegos que no
podemos siquiera nombrarlo en su totalidad. Hoy todo el mundo está “depre”.
Ayer,
alguien me dijo que salir de la depresión es fácil. Es cuestión de “querer”.
Claro, es tan fácil como dejar el alcohol, el cigarro, las drogas, la comida en
exceso, las relaciones destructivas, el celular y el dañino hábito de vivir
pegado a él, en fin. Dejar cualquier cosa que te hace daño es cuestión de
“querer”. Entonces, si no lo hemos hecho es porque no “queremos”. Por si no se
ha notado, el tono de lo que acabo de decir es sarcástico.
Y perdona
mi sarcasmo, Dios mío, pero por muy “científico” que me digan que es un
procedimiento que promete modificar tus neurotransmisores, implicará disciplina
y constancia y esfuerzo. Implicará dormir a ciertas horas, por un determinado
número de horas, hacer ejercicio, comer más sano, emplear estrategias de
relajación, modificar a voluntad tu lenguaje, aprender a enfocarte en el lado
amable de las cosas, en fin. Todo es “actitud”. Hay miles de técnicas y saberes
que ayudan. Pero ese es el punto, ayudan, pero de eso a decir que “es fácil”.
Uff… Tan fácil como lo sería correr una carrera de 5 kilómetros para alguien
que, apenas si camina. O peor aún, para alguien que cada que corre se lastima
las rodillas, porque tiene exceso de peso, precisamente porque no corre, apenas
si camina.
Y no
sé, Dios mío, si realmente valga la pena molestarme por esto. Ayer me sentí
como una hormiga tratando de hacer entrar en razón a una persona cuya existencia
es tan diferente a la de la hormiga. Tendrías que ser hormiga para valorar todo
lo que ser hormiga implica. El enorme esfuerzo que haces para cargar cosas tres
veces más pesadas que tú, y trabajar y trabajar y trabajar con todo tu empeño
para mover algo de un lugar a otro, sólo para que la enorme persona que está
ahí te diga: bah… eso es fácil. Tome la hoja que estás cargando en sus dedos y
la coloque lejos de ti y justo del lado opuesto a donde la ibas a llevar
originalmente, porque como no es la hormiga y no preguntó: ¿a dónde llevas eso?
Asumió que te hacia un favor.
No te
lo tomes personal, me digo. Pero ese es el caso, llega un momento en que es
personal. Es MI vida, es la vida de todos nosotros (ahora que estoy en grupo de
apoyo de personas con algún trastorno emocional, ya no soy yo, somos nosotros y
hay cada historia, cada comentario, cada juicio, que bueno, es sorprendente que
sigamos vivos). Y lo siento, pero no se puede “tomarlo impersonal”. Y si no lo
puedes entender, intenta aunque sea imaginarlo, aventarte al suelo y tratar de ver
las cosas desde la pequeñez de una hormiga. De otra forma, no es que “no quiera
yo”, es que “no tienes la capacidad de caminar a mi lado”. Y si he de cargar
con mi problema y además la culpa que me avientas encima… Gracias, pero me
quedo con el problema y tú quédate con tu solución “impersonal y sencilla”.
- Hay
resentimiento en tus palabras.
- Lo
sé Jesús, hay resentimiento en mis palabras, de hecho, en todo mi cuerpo, en
todo mi ser. Me niego a cargar con la culpa de “es cosa de querer”. No hago
otra cosas que “querer” y esforzarme.
- Perdónalos,
no saben lo que dicen.
- Pues
no, no saben, pero como que alguien les tiene que explicar, ¿no? Como que ya
estuvo bueno de tanto juicio. Como que si lo que queremos es prevenir el
suicidio, no hay que empujarnos a sentir que si “no se puede” es porque “no se
quiere”. Si así va a ser, mejor dales el cuchillo, las pastillas, la pistola o
la soga. La depresión clínica, y otros trastornos, no son un chiste. Son tan
graves y tan mortales como un cáncer. ¿Te imaginas decirle a alguien: “si
tienes cáncer es porque tú quieres”?
- Sabes
que esta persona no pretendía juzgarte.
- Pero
lo hizo. Lo hacemos todo el tiempo. Somos un pueblo sin imaginación, sin
empatía, incapaz de ver que si lo que quiero es acercarme al otro, tengo que
hacerlo desde SU realidad, no la mía.
- Te
amo… por terca.
- Yo
también te amo… por paciente. Que tu paciencia no se acabe, y que siempre me
dejes caminar cual hormiga en tu mano.
- Y
que tú no dejes de cargar con pequeñeces tres veces más pesadas que tú. Las
grandes diferencias están en los detalles. Y tú eres un enorme pequeño detalle. No lo
olvides.
Foto tomada de: https://stmed.net/wallpaper-28757
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