lunes, 30 de julio de 2018

El colmo de nuestros pecados



“El pueblo decía a Samuel: «Intercede ante Yavé tu Dios por tus siervos, para que no muramos, porque al pedir un rey hemos llegado al colmo de nuestros pecados». Samuel dijo al pueblo: «No teman. Es cierto que cometieron un pecado, pero no se aparten de Yavé y sírvanlo de todo corazón. Si se apartan de él, ¿a quien seguirán? A ídolos que son nada, ni nada valen, que son incapaces de salvarlos porque nada son. Pero Yavé no abandona a su pueblo porque sería desacreditar a su nombre, después de lo que ha hecho por su propio pueblo. En cuanto a mí, si dejara de orar por ustedes, pecaría contra Yavé; les indicaré pues el camino bueno y derecho.” 1 Sam 12, 19-23

El colmo de nuestros pecados es negar nuestra responsabilidad, asumirnos víctimas, y temblar ante las tormentas que nos aquejan, escondiendo la cabeza en la vergüenza de nuestro actuar, en un esfuerzo por ignorarlo. Hemos, como pueblo y como individuos, elegido ser guiados por un rey, es decir, por una autoridad externa. Y eso ya no va a cambiar. Necesitamos jerarquías por el sólo hecho de que necesitamos organizarnos. Pero renunciar a nuestra responsabilidad de juzgar nuestro actuar y el actuar de nuestros gobernantes, cuestionar sus acciones y las nuestras, justificar abusos en aras de un bien mayor (que nunca es mayor, siempre es a beneficio de unos cuantos), eso es un pecado enorme. El colmo de nuestros pecados. 

Es cierto que hemos cometido y seguramente seguiremos cometiendo este pecado con tal de no renunciar a nuestra comodidad. Hablar con la verdad, o por lo menos, intentar acercarnos a la verdad puede ser costoso: implicará que las más de las veces seas rechazado por la mayoría. Después de todo, ser crítico es muchas veces interpretado como “negativo”. Pero eso es precisamente lo que necesitamos hacer, reconocer la verdad por encima de la conveniencia. Richard Rohr, fraile franciscano, en su meditación “El Desarrollo Humano en las Escrituras” nos dice: 

"El pensamiento profético es la capacidad de una auto-crítica sana, la habilidad de reconocer tu lado obscuro, tal como lo hicieron los profetas frente a Israel. Sin enfrentar los propios fracasos, sufrimientos y sombra, la mayor parte de las personas no logran pasar del narcicismo y el pensamiento de grupo. Una auto-crítica sana te ayuda a darte cuenta de que no eres tan bueno, y que tu grupo no es el único elegido. El pensamiento empieza a desquebrajarse, ya sea en, o hacía, un pensamiento dualista, según nos vamos dando cuenta de que todas las cosas son ambas cosas, buenas y malas. Esto hace que la idolatría hacia cualquier cosa y la guerra hacia cualquier persona sea menos probable. Los profetas no tienen muchas cosas buenas que decir acerca de Israel, por consecuencia parece que todos (los profetas) han muerto (Mateo 23, 31-32). De modo que el ‘carisma’1 de la profecía en su sentido más hondo no ha sido muy buscado por la mayoría de los grupos cristianos."

Es verdad que el bautismo nos hace sacerdotes, todos podemos ofrecer a Dios nuestros sacrificios, nuestro ser, nuestro trabajo, pero el carisma de la profecía lo debemos desarrollar. No va a suceder así nada más. Hay que escuchar el llamado (y si conoces a Cristo, has sido llamado) y hay que decir: “Te escucho”. Es decir, “elijo ser crítico”. Elijo no quedarme con dudas ni aceptar respuestas a medias. Elijo cuestionar para entender, profundizar, y no creer ciegamente. Elijo hablar de aquello que piense está mal, incluso si implica señalar a aquellos que amo, y lo elijo porque amo a Dios y eso implica que, igual que Samuel, “si dejara de orar por ustedes, pecaría contra Yavé; les indicaré pues el camino bueno y derecho”, o por lo menos, pondré en duda si es verdad que lo que estamos haciendo es bueno y derecho. Haré un esfuerzo por ser crítico, por juzgar. 

Pero ¿cuántas veces preferimos no decir lo que pensamos o lo que dudamos para no “ofender” a nadie, para no lastimar susceptibilidades, para que no nos dejen de querer y aceptar, para “ser buenos”? 

Jesús, perdona las miles de veces que hemos preferido callar a ser señalados y juzgados. Perdona la, aún mayor, cantidad de veces en que no nos atrevemos ni siquiera a decirnos a nosotros mismos nuestras verdades. En que justificamos nuestros abusos e indiferencias con obligaciones o situaciones que no son más que excusas. Conocemos tu infinita misericordia (cordialidad con la miseria de otros). Sé cordial y guía nuestros pasos hacia un pensamiento crítico. La miseria en la que está sumergida nuestro pueblo tiene mucho que ver con esa falta de pensamiento crítico. Con esa deshonestidad y corrupción del alma, de las ideas y del corazón. Con esa incapacidad de abrir los ojos y vernos los unos a los otros en toda nuestra miseria y pobreza de pensamiento. 

Ayúdanos a tener voluntad de educarnos y no conformarnos con filosofías de tres pesos que aseguran cosas tan triviales como “Dios quiere que seas feliz”, y con eso se justifica que hagas lo que hagas está bien. Ve, confiésate, di unos cuantos padres nuestros y ya. Dios te ama por sobre todas las cosas. ¡No! Si bien Tú nos perdonas, eso no implica que “mas vale pedir perdón que pedir permiso.” Pidamos permiso. Preguntemos: ¿Está bien esto que hago? 

Estoy peleada con estas filosofías baratas, porque me han hecho mucho mal. Hacen mucho daño. Cosas como que la búsqueda de la felicidad es un derecho, sin tomar en cuenta que la busqueda de la verdad esta por encima y es, por lo tanto, una obligación. Ademas de que no hay derecho que se justifique con la felicidad propia a costa de la miseria de otros. Dios nunca ha dicho: “yo quiero que seas feliz”. Dios quiere que seas Santo y quiere que cargues tu cruz. Eso no implica sólo “ser feliz”. Eso es seguir un camino de esfuerzo, disciplina, y dedicación que no siempre será bonito, de hecho, va a ser bastante difícil. Va implicar, por ejemplo, pagarle mejor a los empleados y tener mejores condiciones de trabajo, aunque no parezcan agradecerlo, además de que significará tener menos ganancias porque se distribuyen mejor.  Va a implicar, otro ejemplo, ser servidor en lugar de jefe, gobernante, coordinador, administrador, director, maestro, doctor, en fin, quitarnos el puesto de encima para bajarnos de la tarima y tratar a los demás como lo que son: humanos a los que servimos, no subordinados a los que tenemos derecho de mangonear. Implicará dar el 100% en nuestro trabajo, por que eso es lo correcto, aunque no seamos valorados en su totalidad. Implica también aprender a decir ¡basta! Y no permitir que nos pisen, aunque eso quizá signifique que nos quedaremos solos. Eso, la soledad, pesa, pero no mata, y te da tiempo para pasarla con Dios. Eso siempre será tiempo bien invertido. 

Así que Jesús, ayúdanos a desarrollar un carisma profético. Ser sacerdotes (servirte), apóstoles (aprender de ti) y profetas (ser críticos). Así sea. Te amo.    

1.Carisma: 1) Cualidad o don natural que tiene una persona para atraer a los demás por su presencia, su palabra o su personalidad. 2) En el cristianismo, gracia o don concedido por Dios a algunos hombres en beneficio de la comunidad.


Otro excelente ejemplo de todo esto se puede leer en el artículo de opinión de Axel Capriles, "Maduro y el Avestruz", de donde se obtuvo la imagen de hoy. Muy recomendado. Sigue el link:


Foto tomada de “Maduro y el Avestruz; http://www.abcdelasemana.com/2015/08/06/maduro-y-el-avestruz/


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