“Entonces
Yavé se volvió hacia él (Gadeón) y le dijo: «¡Anda! ¡Tú eres capaz de librar a
Israel de la mano de Madián: Yo Soy quien te envía!
Pero él respondió: «Disculpa, señor, pero
¿cómo salvaré a Israel? Pues mi clan es el más pequeño de la tribu de manases y
yo soy el más chico en la familia de mi padre». Yavé le dijo: «Yo estaré
contigo y derrotarás a Madián como un solo hombre». Respondió: «Si realmente te
he caído en gracia, hazme ver una señal y así sabré que eres Tú quien me
habla.»” Jue 6, 14-17
Gadeón
no pidió sólo una seña. Pidió una, y otra, y otra. Yo sé que se insiste en
tener una fe ciega. Pero yo no he podido nunca tener una fe ciega. Pido
comprender, pido ayuda, pido señales, y asumo que he creído cosas que no han
venido de Dios, y esas son las que más daño me han hecho y le han hecho a otros.
Por eso, es importante dudar, y pedir ayuda. Estar dispuesto a asumir el error,
confesarlo, hablarlo, enfrentarlo. Arriesgarte a no ser visto con buenos ojos
por los demás, y preferirlo para poder verte a los ojos a ti mismo.
El
peor de los errores es “creer que Dios nos habla y, por lo tanto, tenemos la
verdad absoluta.” Creer algo completamente, sin duda, sin cuestionarnos: ¿será
que es esto lo que realmente quiere Dios? ¿Qué me dice Jesús? ¿Qué hizo él?
¿Qué sabemos como humanos sobre este tema? ¿Qué nos dice la ciencia, el saber?
¿Qué teorías existen? ¿Qué otros mitos, leyendas, historias, saberes me hablan
de lo mismo? ¿Cómo han enfrentado esta situación otras personas? En fin, todo
hay que ponerlo en tela de juicio, hay que leer “las señales de los tiempos”,
hay que medir nuestros actos y sus consecuencias, hay que buscar “frutos”, es
decir hechos concretos, porque por sus “frutos los conocerán”.
He
aprendido, a la mala y con sufrimiento de por medio, que es un riesgo creer sin
más, sin dudar, sin estar dispuesto a poner a prueba nuestras creencias, y sin
estar dispuestos a cambiar el rumbo.
Siempre
que he creído a ciegas las cosas salen mal, muy mal. Me he equivocado
enormemente, he desviado mi fe, y he tenido que reconocer que ha sido más mi
ego, mi deseo de tener la razón o de “sentir lo que quiero” (y lo que siempre
he querido ha sido ser feliz), que la realidad la que habla. Y Dios habla con
la realidad, con el saber, con la sabiduría, con el análisis, con la metáfora, con
la parábola, con la poesía, con la música, con el arte, todos ellos se tienen
que discernir, comprender hasta cierto punto para valorarlos en su complejidad,
no en su sensiblería. Dios nos hizo capaces de tener conciencia y usar la razón,
y si ha de hablarnos nos hablará a la altura de esa razón, difícilmente habla
con el “sentir”.
Si,
ya sé, conozco la frase: “Creo en Dios como el ciego cree en Dios, no lo ve,
pero lo siente.” Quizá mi primer acercamiento a Dios fue un sentir, pero no lo
amo porque lo siento, lo amo porque lo veo, veo sus frutos, veo su entrega, veo
su afán por mostrarnos todo lo bello y valiosos que somos, veo el sufrir, el mío
y el de otros, veo los esfuerzos que tantos han hecho para revelar la verdad de
algo que es más grande que todos nosotros, de un misterio magnífico en el que
participamos, un misterio que por mucho que podamos comprenderlo no lo
abarcaremos del todo.
En
el mismo capítulo (Jueces 6, 36 a 39) Gadeón ya no sólo pidió una señal, pidió una
señal muy específica: que una pieza de tela estuviera empapada con rocío mientras
todo a su alrededor no lo estaba. Se le concedió, y entonces la dijo a Dios:
«no te enojes conmigo» y pidió otra señal, pero ahora lo contrario: que el
rocío ahora moje todo alrededor, menos la tela.. Y así fue. Pongamos a prueba nuestras
creencias siempre. Refutémos, hagamos todo por tirarlas al suelo y descubrir
si en verdad son ciertas. Y si no es posible saber más, tener una mayor
certeza, estemos dispuestos a reconocer que eso que creemos, es sólo una
creencia, una teoría, una postura, no una verdad absoluta. Merecemos la posibilidad
de equivocarnos, porque “nuestra” verdad siempre será limitada, pero la
misericordia de Dios es infinita.
Jesús,
Padre Bueno, Espíritu de Verdad, ayúdennos a dejar de lado nuestras certezas.
No es de Santos no equivocarse. No hay ni uno sólo que no se haya equivocado, y
todo avance en conocimiento, ciencia y saber, se ha dado precisamente gracias
al error reconocido, gracias a poner a prueba lo que creemos es una certeza. Danos
el valor de ponerte a prueba, con humildad, con un “lo siento” dispuesto a
darse, no para “sentir” que tenemos razón y por lo tanto creerlo ciegamente,
sino para “sentir” el daño que podemos hacer cuando actuamos con la frialdad de
una certeza que no necesariamente tenemos, pero creemos tener. Gracias Señor. Te
amo.
Foto tomada de “Kitchen science experiments for kids”:
https://www.thoughtco.com/kitchen-science-experiments-for-kids-604169
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