lunes, 2 de julio de 2018

Testigos del Misterio


“Por su parte los hijos de Rubén y los hijos de Gad llamaron a ese altar «Testigo», porque dijeron: «Es testigo entre nosotros de que Yavé es Dios.» Jos 22, 34

Jesús, ¡cuánta importancia tiene el saber edificar “testigos” y alabar la presencia de Dios entre nosotros! Los hijos de Rubén y Gad habían solicitado quedarse en las tierras del otro lado del Jordán. Ellos no deseaban irse a tierra prometida pues ya habían hecho su vida ahí en donde estaban y habían encontrado su existir en la tierra que los acogió. Moisés no tuvo objeción, pero el trato (y un trato se cumple) era que ayudarían a conquistar la tierra prometida y volverían donde su familia después. Así lo hicieron. Honraron su palabra y, al regresar, edificaron junto al Jordán un altar enorme. Los Israelitas se enojaron creyendo que alababan a otros dioses, porque, pues, porque todo lo que no hacemos “nosotros” lo creemos “ajeno” a “nosotros”. Así somos los seres humanos: “territoriales” hasta con nuestras creencias, ideas, cultura, conocimiento, en fin. Así que ya estaban dispuestos a hacerles la guerra y matar a sus hermanos. Afortunadamente, primero hablaron con ellos. ¡Y, oh maravilla! Los escucharon. 

Los hijos de Rubén y Gad les explicaron que ese altar era Testigo de que ellos alababan a Yavé, Así, sus hijos (los de las doce tribus) no podrán decirle a los nuestros (los de Rubén y Gad): “ustedes no tienen nada que ver con Yavé ni con nosotros, pues viven del otro lado del Jordán”. Insisto, todo lo entendemos mediante “territorios”. Pero ese altar, ese “testigo”, era una señal de que Yavé es Dios para todos.  

Jesús, permítenos reconocer la “entrega” de otros a tu proyecto y nuestro crecimiento como Iglesia (con mayúscula, es decir, la Iglesia Universal, la que acoge a la humanidad en su totalidad, no es sus diferencias). Permítenos abrir nuestro entendimiento y reconocer a tus “testigos” y los “testimonios” que ellos pueden brindarnos de Ti. Ayúdanos a reconocerte en nuestros hermanos, en todos, no sólo en los que comulgan con nuestra visión, nuestra tierra, nuestra cultura, nuestro existir, nuestra visión de lo que Tú Eres. 

Para mí, por ejemplo, la ciencia construye todos los días “altares” de aproximación al “Misterio”. Quizá ellos no lo llaman Dios, porque no comparten (al menos no todos) la conceptualización de Dios como un ser todo poderoso e inteligente que creó el universo. Pero todos los días trabajan para aproximarse al descubrimiento y conocimiento “del Ser”, de todo lo que “Es”, de cómo es que eso que “Es”. ¿Y quién es Dios sino “Yo Soy”, es decir, “El Ser”? 

Pero verán, no les toca a ellos reconocernos a nosotros los creyentes en Dios. Nos toca a nosotros, pueblo de Israel, reconocer a nuestros hermanos, los constructores de “Testigos” de la gloria y maravilla que “Es” todo lo que “Es”. ¡Y qué hermosos testigos son! ¡Cuánta pasión, dedicación, esfuerzo, paciencia, detalle, deseo de hacer el bien, hay en su labor!

He conocido a cristianos defensores de derechos humanos que, por ejemplo, no han sido capaces ni de prestarme un baño para mi hija de, entonces, cinco años (se sentía mal del estómago, acababa de vomitar en la calle, y yo quería limpiarla). Así de “insensibles” podemos ser los “cristianos defensores de los derechos humanos”. A esa misma persona la escuché, en otra ocasión, decir que los científicos era fríos y calculadores. Yo fui periodista de ciencia en mi juventud y puedo asegurar que no he conocido seres más “entregados” que los científicos apasionados por su labor. Y no hay pasión que sea fría. El fuego del Espíritu es lo que he visto en sus ojos y escuchado en sus palabras. Y si bien no falta nunca la posibilidad de que te encuentres con un altanero que cree que es la “neta del planeta”, les puedo asegurar que ninguno de ellos me negaría un baño para una niña de cinco años. ¿Por qué? Porque saben reconocer la “necesidad” humana, y no se andan con cuentos: el cuerpo es cuerpo, y hay que atenderlo. 

Así que, Jesús, Espíritu de Belleza, Verdad y Amor, Padre Bueno, seamos realmente hermanos de nuestros hermanos y reconozcamos los muchos y muy diversos “testigos” de la grandeza y maravilla del Misterio del Ser. Gracias mi Bien por tantos y tan buenos hermanos. Te amo. 


 


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