“Apenas
Saúl volvió la espalda alejándose de Samuel, Dios le cambió el corazón y ese
mismo día se cumplieron todas las señales. Al llegar a Guibea, Saúl y su sirviente
se encontraron con el grupo de profetas: el espíritu de Dios se apoderó de él y
se puso a profetizar en medio de ellos.” 1 Sam 10, 9-10
Jesús,
comprendo que a veces hay que alejarnos de quienes nos han guiado para
permitirte a Ti hacer tu trabajo. Después de todo, nadie se queda eternamente
como alumno en una escuela, por ejemplo. No podemos vivir eternamente a la
sombra y el resguardo de quienes nos han formado. Debemos dejar a nuestros
padres, nuestros maestros, nuestros mentores, nuestros guías, y caminar con
nuestro propio pie.
Pero
cuando hemos sido amados, nunca se camina completamente solo. Yo crecí rodeada
de música. Mi mamá cantaba hermoso. Entre las canciones con que me educaron
está una de Alberto Cortés: “Camina siempre adelante”. Es fácil recordarla: “Cuando
le dije a mi padre, que me iba a echar a volar, que ya tenía mis alas y
abandonaba el hogar. Se puso serio y me dijo, a mí me ha pasado igual. También
me fui de la casa cuando tenía tu edad. En cuanto llama la vida, los hijos siempre
se van. Te está llamando el camino, y no le gusta esperar: Camina siempre
adelante… “ y sigue con un muy valioso grupo de consejos. Entre ellos, el que
me compete hoy:
“No
has de confiar en la piedra, con la que puedas topar, apártala del camino, por
los que vienen detrás.” En este mundo hay tantas piedras. Constantemente nos
quejamos de ellas, constantemente nos paralizamos ante ellas. Pero la mayoría
no intenta apartarlas del camino. Les sacamos la vuelta, las ignoramos, nos acostumbramos
a tropezarnos una y otra vez con ellas, pero son pocas las personas que intentan
quitarlas del camino. Yo hago mi esfuerzo, pero la piedra que tengo delante de
mí se siente enorme. Y nadie puede decir que no lo intento. Me he
esforzado tanto en intentar moverla que hay momentos en que ya no quiero
intentarlo más. Y sinceramente, creo que no voy a lograr moverla ni un
centímetro, me esfuerce lo que me esfuerce, es enorme. ¿Pero sabes qué Dios mío?
Voy a intentar dejarla donde está y convertirla en altar, y desde ahí, honrar a
mis padres, maestros, mentores y guías, y cantar en alabanza tu nombre: “Yo Soy”.
Porque quizá no quieres que se mueva, sino que se transforme.
Ayúdame Tú, y así como a Saúl, “cambia mi corazón” y conviértelo
en un altar que viva para alabar Tu nombre. Convierte mi piedra en canto. Seguro
así se apartará del camino, o, al menos, será un refugio de alabanza para
quienes también están cansados de intentar mover piedras insalvables. Quizá.
Espíritu de Dios, ayúdame a cantar. Gracias. Te amo.
Por si alguien tiene ganas de cantar hoy conmigo:
Por si alguien tiene ganas de cantar hoy conmigo:
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