“Cuando
Yavé llamó a Samuel por tercera vez, se levantó y fue a ver a Helí: «Aquí
estoy, le dijo, ya que me llamaste». Helí comprendió que era Yavé quien llamaba
al muchacho, y dijo a Samuel: «Anda a acostarte; si te llaman, responde:
‘Habla, Yavé, que tu servidor escucha’.» Y Samuel volvió a acostarse.” 1 Sam 3,
8 y 9
Jesús,
hoy me ha costado mucho trabajo iniciar mi oración. Hay otras citas que quiero
y no quiero mencionar. Las relacionadas con los hijos de Helí y con el mismo
Helí, las que hablan de los abusos cometidos por los llamados sacerdotes de
Yavé.
La
advertencia llegó mucho antes de que llegara la voz de Yavé a llamar a Samuel,
a sacarlo y alejarlo de la guía de Helí, quien, por bueno que sea, no fue exigente
con sus hijos y no evitó que siguieran haciendo el mal.
“Un
hombre de Dios fue a ver a Helí y le dijo: «Escucha esta palabra de Yavé: Me di
a conocer claramente a la casa de tu padre cuando estaban en Egipto a las órdenes
de Faraón. Lo elegí entre todas las tribus de Israel para que fuera mi
sacerdote, para que subiera a mi altar, quemara el incienso y llevara el efod
delante de mí. Le di a la casa de tu padre todas las ofrendas que los
israelitas sacrificaban por medio del fuego. ¿Por qué ahora desacreditan los
sacrificios y las ofrendas que he ordenado en mi casa? Has tenido más
miramientos con tus hijos que conmigo y has dejado que engorden con lo mejor de
las ofrendas que presenta mi pueblo de Israel.” 1 Sam 2, 27-29
Esa
fue la primera advertencia. Ya después Samuel, por fin, escuchó: “Haré que
caiga sobre Helí la condena que he pronunciado contra su casa, desde principio
a fin. Le dirás que condeno su casa para siempre porque sabía que sus hijos
maldecían a Dios y no los corrigió. Por eso, se lo juro a su casa, que ningún
sacrificio, ninguna ofrenda podrá borrar el pecado cometido por la familia de
Helí.»” 1 Sam 3, 12-14
Jesús
también lo advirtió: “Por eso, yo les digo: Se perdonará a los hombres
cualquier pecado y cualquier insulto contra Dios. Pero calumniar al Espíritu
Santo es cosa que no tendrá perdón.” Mateo 12, 31
¿Qué
es calumniar? Según el Diccionario de la Lengua Española, calumniar es atribuir
falsa y maliciosamente a alguien palabras, actos o intenciones deshonrosas.
En
otras versiones se habla de blasfemar en lugar de calumniar. Blasfemar es
maldecir. En lo personal creo que utilizar el término calumniar es mucho más
acertado, pero si lo dejamos en un simple mal-decir, y se analiza bien lo que implica
mal-decir, tampoco es poca cosa.
Jesús,
protégenos de mal-decir lo que Dios espera de nosotros. Protégenos de hablar de
más o de menos. De confundir tu voz con nuestros intereses y deseos. De tomar
provecho de la fe de otros. De abusar de la confianza puesta en ti a través
nuestro. Y protégenos a todos, porque tu bautismo nos ha hecho sacerdotes.
Todos y cada uno de nosotros, los bautizados, somos sacerdotes. Permítenos
asumir esa responsabilidad y hablar cuando debamos hablar, y callar cuando
debamos callar. Ayúdanos a reconocer la diferencia. A saber identificar tu Voz.
A
veces, como hoy, me da miedo escribir. Sé que mi terquedad y mi dolor puede
llevarme a mal-decir. Sé que mis palabras no son bonitas ni tiernas ni dulces.
Sé que soy muy crítica y dura. Sé que me enojo con facilidad y me indignan
muchas cosas, y eso puede cegar tanto como la luz en exceso. Sé que he cometido
errores graves y que he creído escucharte cuando eran mis deseos los que se
manifestaban. Sé que caer en la tentación de pensar que estás a mí favor y sólo
a mí favor, es una expresión de mi soberbia para darle valor a lo que otros no
reconocen en mí, a lo que otros me han negado y al daño recibido. Perdona mi
incapacidad de reconocer a tiempo que Tú bastas.
Cuídanos
de caer en nuestros propios brazos y nuestras propias escusas. Cuídanos a
todos, porque todos somos llamados. Si es verdad que pocos son elegidos, no es
porque no nos llames, es porque elegimos no escuchar. Que siempre elijamos
escucharte y hacer lo que nos pides. Y si hemos de equivocarnos, que nos demos
cuenta pronto y lo aceptemos sin escusas ni justificaciones, pero que eso,
nuestros errores, tampoco cierren nuestra boca. Si hay que denunciar,
denunciemos. Y si hay que pedir perdón, pidamos perdón. Protégenos y ayúdanos,
enséñanos a actuar según tu Palabra y “haznos dignos de servir en tu Presencia”.
Te amo.
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