lunes, 23 de julio de 2018

Haznos dignos de Ti


 
“Cuando Yavé llamó a Samuel por tercera vez, se levantó y fue a ver a Helí: «Aquí estoy, le dijo, ya que me llamaste». Helí comprendió que era Yavé quien llamaba al muchacho, y dijo a Samuel: «Anda a acostarte; si te llaman, responde: ‘Habla, Yavé, que tu servidor escucha’.» Y Samuel volvió a acostarse.” 1 Sam 3, 8 y 9

Jesús, hoy me ha costado mucho trabajo iniciar mi oración. Hay otras citas que quiero y no quiero mencionar. Las relacionadas con los hijos de Helí y con el mismo Helí, las que hablan de los abusos cometidos por los llamados sacerdotes de Yavé. 

La advertencia llegó mucho antes de que llegara la voz de Yavé a llamar a Samuel, a sacarlo y alejarlo de la guía de Helí, quien, por bueno que sea, no fue exigente con sus hijos y no evitó que siguieran haciendo el mal. 

“Un hombre de Dios fue a ver a Helí y le dijo: «Escucha esta palabra de Yavé: Me di a conocer claramente a la casa de tu padre cuando estaban en Egipto a las órdenes de Faraón. Lo elegí entre todas las tribus de Israel para que fuera mi sacerdote, para que subiera a mi altar, quemara el incienso y llevara el efod delante de mí. Le di a la casa de tu padre todas las ofrendas que los israelitas sacrificaban por medio del fuego. ¿Por qué ahora desacreditan los sacrificios y las ofrendas que he ordenado en mi casa? Has tenido más miramientos con tus hijos que conmigo y has dejado que engorden con lo mejor de las ofrendas que presenta mi pueblo de Israel.” 1 Sam 2, 27-29

Esa fue la primera advertencia. Ya después Samuel, por fin, escuchó: “Haré que caiga sobre Helí la condena que he pronunciado contra su casa, desde principio a fin. Le dirás que condeno su casa para siempre porque sabía que sus hijos maldecían a Dios y no los corrigió. Por eso, se lo juro a su casa, que ningún sacrificio, ninguna ofrenda podrá borrar el pecado cometido por la familia de Helí.»” 1 Sam 3, 12-14

Jesús también lo advirtió: “Por eso, yo les digo: Se perdonará a los hombres cualquier pecado y cualquier insulto contra Dios. Pero calumniar al Espíritu Santo es cosa que no tendrá perdón.” Mateo 12, 31

¿Qué es calumniar? Según el Diccionario de la Lengua Española, calumniar es atribuir falsa y maliciosamente a alguien palabras, actos o intenciones deshonrosas. 

En otras versiones se habla de blasfemar en lugar de calumniar. Blasfemar es maldecir. En lo personal creo que utilizar el término calumniar es mucho más acertado, pero si lo dejamos en un simple mal-decir, y se analiza bien lo que implica mal-decir, tampoco es poca cosa. 

Jesús, protégenos de mal-decir lo que Dios espera de nosotros. Protégenos de hablar de más o de menos. De confundir tu voz con nuestros intereses y deseos. De tomar provecho de la fe de otros. De abusar de la confianza puesta en ti a través nuestro. Y protégenos a todos, porque tu bautismo nos ha hecho sacerdotes. Todos y cada uno de nosotros, los bautizados, somos sacerdotes. Permítenos asumir esa responsabilidad y hablar cuando debamos hablar, y callar cuando debamos callar. Ayúdanos a reconocer la diferencia. A saber identificar tu Voz. 

A veces, como hoy, me da miedo escribir. Sé que mi terquedad y mi dolor puede llevarme a mal-decir. Sé que mis palabras no son bonitas ni tiernas ni dulces. Sé que soy muy crítica y dura. Sé que me enojo con facilidad y me indignan muchas cosas, y eso puede cegar tanto como la luz en exceso. Sé que he cometido errores graves y que he creído escucharte cuando eran mis deseos los que se manifestaban. Sé que caer en la tentación de pensar que estás a mí favor y sólo a mí favor, es una expresión de mi soberbia para darle valor a lo que otros no reconocen en mí, a lo que otros me han negado y al daño recibido. Perdona mi incapacidad de reconocer a tiempo que Tú bastas.
Cuídanos de caer en nuestros propios brazos y nuestras propias escusas. Cuídanos a todos, porque todos somos llamados. Si es verdad que pocos son elegidos, no es porque no nos llames, es porque elegimos no escuchar. Que siempre elijamos escucharte y hacer lo que nos pides. Y si hemos de equivocarnos, que nos demos cuenta pronto y lo aceptemos sin escusas ni justificaciones, pero que eso, nuestros errores, tampoco cierren nuestra boca. Si hay que denunciar, denunciemos. Y si hay que pedir perdón, pidamos perdón. Protégenos y ayúdanos, enséñanos a actuar según tu Palabra y “haznos dignos de servir en tu Presencia”. Te amo.





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