Escena de la serie "This is Us" en Netflix. |
“[…] David salió de su escondite, se echó de bruces en
el suelo y se inclinó tres veces. En seguida se abrazaron (David y Jonatán,
hijo de Saúl el aún rey de Israel) y lloraron un largo rato el uno sobre el
otro, pero había llegado el momento de la partida de David. Entonces Jonatán le
dijo: «Anda en paz. Nos hemos hecho un juramento el uno a otro en nombre de
Yavé. Yavé estará entre tú y yo, entre mi raza y tu raza para siempre.” 1 Sam
20, 41-42
Dicen que los amigos se conocen en los peores
momentos. Jonatán, según 1 Sam 18, 1: “Amó a David tanto como a sí mismo.” Bien,
pues en este capítulo, Jonatán demuestra con actos, y no sólo con juramentos y
palabras, su amor y amistad.
Su padre, el rey Saúl, quiere matar a David pues se ha
dado cuenta de que Dios está de su lado y tiene la simpatía y apoyo del pueblo.
Sería un buen rey. Pero Saúl no quiere dejar de ser rey. Y sus tormentas
emocionales, aquellas que David lograba minimizar con la música de la cítara,
ahora se engrandecen con la simple presencia de David. Saúl, invadido por la
rabia, ha estado a punto de matar a David tres veces (con una lanza que David
ha logrado esquivar y después salir corriendo). Jonatán no podía creer que Saúl
quisiera dañar a David, pero ahora se ha convencido al sondear a su padre con
respecto a David.
Actos. Las promesas, el amor, el acompañamiento, la tolerancia,
la ayuda, el apoyo, todo eso se demuestra con actos. No son palabras. Uno puede
jurar y jurar, asegurar una y otra vez que ayudará, que apoyará, que hará lo
posible, pero sin actos, las palabras no significan nada.
Ahora, lo verdaderamente importante es que para “hacer”
y no sólo “prometer” necesitas amar al otro como te amas a ti. Empatar tu
emoción con la suya, para lo cual, lo primero es escucharlo. David le dijo que
su padre quería matarlo y Jonatán no lo creyó posible, pero antes de
descartarlo del todo, y decir: “está en tu cabeza, son imaginaciones tuyas”, confió
en su amigo y buscó comprobar por sí mismo lo que sucedía. Buscó “sondear” a su
padre. Y una vez que se dio cuenta de que era verdad, quería matarlo, “sintió” lo
que sucedía y fue apoyo no para que David llorara, sino para llorar juntos.
Eso es empatía: escuchar y sentir. Comprender las
cosas desde los zapatos del otro, no implica que el otro tenga o no razón. Implica
que logro entender lo que le sucede desde donde está parado, o al menos me
acerco. Y aunque yo no soy él/ella, lo siento como si lo fuera. Y una cosa puedo
casi asegurar, si nos colocamos en el lugar del otro, comprenderemos mucho más
su actuar, y si lo entendemos, podremos ayudarle mucho mejor porque estaremos
más cerca de proporcionarle lo que necesita, y no lo que yo creo que necesita.
Jesús, enséñanos a amar a nuestro prójimo como a
nosotros mismos. Evítanos la pena de recibir promesas que no tienen intención
de cumplirnos, y de emitir juramentos que no podremos cumplir. Enséñanos a
hablar con la verdad y cumplir con nuestra palabra. Y si no lo hacemos,
enséñanos a corregir nuestro actuar y pedir la disculpa que los demás merecen.
Danos la capacidad de escuchar, no lo queremos oír, sino lo que el otro
necesita decirnos. Y permítenos sentir al otro, como si su corazón fuera el
nuestro, para ser hombro y lágrima, fuerza y consuelo, con él/ella, y no para él/ella.
La diferencia entre conmiseración o compasión, y tenerle lástima a alguien, es estar
ahí “con” y no “para”. A veces, casi siempre, no podemos “salvar” al otro. A
veces, sólo podemos “acompañarlo”. Danos la capacidad de acompañar y aprender en
el proceso a verdaderamente amarnos los unos a los otros. Gracias mi querido
Jesús. Te amo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario