domingo, 5 de agosto de 2018

Amar como te amas

Escena de la serie "This is Us" en Netflix.


“[…] David salió de su escondite, se echó de bruces en el suelo y se inclinó tres veces. En seguida se abrazaron (David y Jonatán, hijo de Saúl el aún rey de Israel) y lloraron un largo rato el uno sobre el otro, pero había llegado el momento de la partida de David. Entonces Jonatán le dijo: «Anda en paz. Nos hemos hecho un juramento el uno a otro en nombre de Yavé. Yavé estará entre tú y yo, entre mi raza y tu raza para siempre.” 1 Sam 20, 41-42

Dicen que los amigos se conocen en los peores momentos. Jonatán, según 1 Sam 18, 1: “Amó a David tanto como a sí mismo.” Bien, pues en este capítulo, Jonatán demuestra con actos, y no sólo con juramentos y palabras, su amor y amistad. 

Su padre, el rey Saúl, quiere matar a David pues se ha dado cuenta de que Dios está de su lado y tiene la simpatía y apoyo del pueblo. Sería un buen rey. Pero Saúl no quiere dejar de ser rey. Y sus tormentas emocionales, aquellas que David lograba minimizar con la música de la cítara, ahora se engrandecen con la simple presencia de David. Saúl, invadido por la rabia, ha estado a punto de matar a David tres veces (con una lanza que David ha logrado esquivar y después salir corriendo). Jonatán no podía creer que Saúl quisiera dañar a David, pero ahora se ha convencido al sondear a su padre con respecto a David. 

Actos. Las promesas, el amor, el acompañamiento, la tolerancia, la ayuda, el apoyo, todo eso se demuestra con actos. No son palabras. Uno puede jurar y jurar, asegurar una y otra vez que ayudará, que apoyará, que hará lo posible, pero sin actos, las palabras no significan nada. 

Ahora, lo verdaderamente importante es que para “hacer” y no sólo “prometer” necesitas amar al otro como te amas a ti. Empatar tu emoción con la suya, para lo cual, lo primero es escucharlo. David le dijo que su padre quería matarlo y Jonatán no lo creyó posible, pero antes de descartarlo del todo, y decir: “está en tu cabeza, son imaginaciones tuyas”, confió en su amigo y buscó comprobar por sí mismo lo que sucedía. Buscó “sondear” a su padre. Y una vez que se dio cuenta de que era verdad, quería matarlo, “sintió” lo que sucedía y fue apoyo no para que David llorara, sino para llorar juntos. 

Eso es empatía: escuchar y sentir. Comprender las cosas desde los zapatos del otro, no implica que el otro tenga o no razón. Implica que logro entender lo que le sucede desde donde está parado, o al menos me acerco. Y aunque yo no soy él/ella, lo siento como si lo fuera. Y una cosa puedo casi asegurar, si nos colocamos en el lugar del otro, comprenderemos mucho más su actuar, y si lo entendemos, podremos ayudarle mucho mejor porque estaremos más cerca de proporcionarle lo que necesita, y no lo que yo creo que necesita.

Jesús, enséñanos a amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Evítanos la pena de recibir promesas que no tienen intención de cumplirnos, y de emitir juramentos que no podremos cumplir. Enséñanos a hablar con la verdad y cumplir con nuestra palabra. Y si no lo hacemos, enséñanos a corregir nuestro actuar y pedir la disculpa que los demás merecen. Danos la capacidad de escuchar, no lo queremos oír, sino lo que el otro necesita decirnos. Y permítenos sentir al otro, como si su corazón fuera el nuestro, para ser hombro y lágrima, fuerza y consuelo, con él/ella, y no para él/ella. La diferencia entre conmiseración o compasión, y tenerle lástima a alguien, es estar ahí “con” y no “para”. A veces, casi siempre, no podemos “salvar” al otro. A veces, sólo podemos “acompañarlo”. Danos la capacidad de acompañar y aprender en el proceso a verdaderamente amarnos los unos a los otros. Gracias mi querido Jesús. Te amo. 





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