lunes, 27 de agosto de 2018

El Valor de la Crítica



“A lo mejor Yavé toma en cuenta esta pena mía para devolverme la felicidad después de la maldición de hoy.” 2 Sam 16, 12

Es David quien pronunció estas palabras. La pena de la que habla es la vergüenza y humillación de ser hostigado y agredido por un hombre de la familia de Saúl, quien le grita maldiciones y le avienta piedras. “Simeí lo maldecía: «¡Ándate, ándate! ¡No eres más que un sanguinario y un criminal!»” 2 Sam 16, 7 

Uno de los hombres de David se ofrece para ir a “cortarle la cabeza” a ese insensato que lo ofende, lo agrede y lo maldice. David le responde que no, “tal vez me maldice porque Yavé le dijo: ¡Maldice a David! ¿Y quién tendrá derecho a preguntarle por qué lo hace?»” 2 Sam 16, 10b

¿Hay alguien molesto contigo? ¿Enojado? ¿Ofendido? ¿Te grita, te ofende, te agrede, te mete el pie cuando tiene la oportunidad, te lastima, habla mal de ti? ¿Has contribuido a su desgracia de algún modo? ¿Has tenido la autoridad para lastimarlo, ignorarlo o ayudarlo? 

David no asume que merece todo eso, pero sí asume una postura reflexiva: tal vez me maldice porque Yavé le dijo, porque Yavé quiere que ponga atención a algo, porque Yavé necesita que tome consciencia de algo. 

Las humillaciones, las ofensas, las agresiones, no siempre se merecen, pero siempre tienen algo que enseñarnos. 

Quizá a tu parecer no has hecho nada para merecer eso, pero quizá necesites reflexionar para descubrir tu ceguera en la participación de una sociedad excluyente, difícil, complicada, en la que unos viven la abundancia mientras otros sufren la desgracia de no contar ni con sus necesidades básicas. En la que unos son escuchados inmediatamente, mientras otros, no importa cuánto ni qué tanto griten, son ignorados insistentemente. En la que alguien es excluido porque no tiene el nivel (intelectual, social, económico, de popularidad, en fin, hay tantas maneras de diferenciarnos) que tenemos todos, o porque es feo o gordo o lento o lo que sea. Quizá tú también te dejes llevar por el chisme e “inocentemente” hables y te enteres de lo que se dice de fulano o zutano. Talvez te limitaste a ignorar el sufrimiento de otros, y no alzaste tu voz frente a las autoridades para que ese otro sea escuchado, sea visto, sea reconocido o se le haga justicia. Tal vez siempre buscas pagar menos de lo que el trabajo del otro merece, o das menos calidad y cantidad en el servicio o producto que ofreces. “The devil is in the details”, se dice en Inglés lo que significa: El diablo está en los detalles. 

Y en último de los casos, pensando que verdaderamente eres intachable, perfecto y estás más cerca de la santidad que todos nosotros, aún así esas ofensas y humillaciones te colocan en la posibilidad de tomar consciencia de lo que “no se hace”. Ser lastimado puede ser un incentivo para no lastimar a otros. Te da una experiencia que puedes canalizar hacia el desarrollo de la empatía. Sabes lo que es una humillación, ser lastimado, ser ofendido, ser ignorado, y ahora sabes lo mucho que duele. Eres, gracias a eso, más sensible ante el dolor ajeno. 

Jesús, permítenos aprender de las ofensas que merecida o inmerecidamente recibimos. Danos la capacidad de entregarnos completamente a la reflexión de nuestros actos y a la aceptación de nuestros pesares, de modo que sin importar qué rostro nos muestre la vida -de amor, paz, tolerancia, dolor, pena, sufrimiento, soledad- logremos encontrar Tu Presencia en todo eso que nos sucede. Gracias Papá por acompañarnos en la experiencia de aquello que nos hace más humanos. Que sepamos aceptar las enseñanzas que nos brindan los sucesos de nuestra vida. Que nos detengamos en nuestra primera intención de “cortar cabezas” y acabar con las críticas. No, nadie nos hace un favor más grande que aquella persona que nos critica. Nos ayuda a ser más valientes, más sensibles, más humanos, más conscientes. Bienvenida la crítica que tenemos mucho que aprender. Te amo. 






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