sábado, 25 de agosto de 2018

¡Lo abrazó!


 
“Él (el rey David) le dijo: «¡Por Yavé que vive, no caerá en tierra un solo cabello de tu hijo!». La mujer añadió: «Permítale el señor rey a su sirvienta decir todavía una palabra». Le dijo: «Habla.» La mujer respondió: «Al pronunciar ese juramento el rey se condena a sí mismo pues lesiona al pueblo de Dios cuando no permite que regrese el que desterró. Todos estamos condenados a morir: no se recupera el agua que se derrama en el suelo; Dios no hace que vuelan los muertos. Que el rey pues busque los medios para que regrese el exiliado.» 2 Sam 14, 11b-14

El rey David entonces mandó traer a su hijo Absalón, pero no permitió que se presentara ante él. Recordemos que Absalón mató al hijo preferido de David, su hermano, y que huyó. O sea, que David, al permitir que su hijo regrese, cumplió su palabra de no condenarlo a muerte y vengar a su hijo Amnón, pero no por eso “aceptó” a su hijo. 

La mujer, a la que describen de astuta, realmente lo fue, porque pidió que se perdonara al hijo de la muerte. Ahora bien, podríamos decir que Absalón no fue ni asesinado ni exiliado pues fue él quien huyó. No se le corrió y no se le persiguió para matarlo. Pero esa lógica fue precisamente la que la mujer con su astucia debatió: Dejar al que huye en el olvido es matarlo. Jesús nos lo explicó así: quien no es un Buen Pastor y va tras la oveja perdida, la ha condenado al exilio y en casos extremos, a la muerte. Por eso, el Buen Pastor va tras la oveja perdida, olvidada, exiliada, sola, excluida, señalada. En fin, el Buen Pastor busca a sus ovejas, a todas. 

Aún así, el rey David no pudo, por cualquier razón, “abrazar a su hijo”. Permitió que volviera a su tierra, pero de ninguna manera permitió que se presentara frente a él. Pasaron dos años, y nada. Su padre no lo quería ver ni le dio un lugar en su mesa. 

Esto provocó que Absalón ya no aguantara más y quisiera presentarse frente a él, claro, es su padre después de todo. Pero Joab, quien podría servir de intermediario, tampoco quiso ir con Absalón aún cuando le pedía verlo. Absalón actuó entonces con ira. Y no se nos ocurra juzgarlo mal. Imagina por un momento ser ignorado, desechado, exiliado, rechazado, señalado una y otra y otra vez. Imagina.  

La ira de Absalón se simboliza con el hecho de que mandó prender fuego a un campo de cebada de Joab. O sea, se comportó como un delincuente, un desquiciado, un loco. ¿A quién se le ocurre prenderle fuego a un campo? A quien quiere llamar la atención, a quien es ignorado e ignorado e ignorado una y otra y otra y otra y otra vez. Eso, ser ignorado de manera constante, ya lo dijimos, enciende a cualquiera. 

No nos sorprenda la existencia de tanta delincuencia, el coraje de muchos de nuestros adolescentes, la “maldad y locura” en la que estamos inmersos como sociedad. Hemos ignorado las necesidades básicas y fundamentales de muchas personas, y lo hemos hecho por mucho más que dos años. Y hay tantos que ya están cansados, y que si no han de tener un lugar digno, entonces han de tener un lugar indigno, pero necesitan existir. Ellos, no importa cuánto los quieras ignorar, se van a dar a la tarea de existir, para bien o para mal. 

“Joab se paró frente a la casa de Absalón, y le dijo: «¿Por qué tus sirvientes prendieron fuego a mi campo?» Absalón respondió a Joab: «Te mandé a buscar con este recado: Ven que quiero mandarte donde el rey. Le preguntarás, por qué ordenó que volviera de Guesur. Me hubiera valido más quedarme allá abajo. Ahora quiero presentarme al rey; si cometí un crimen que me condene a muerte.» 2 Sam 14, 31-32

No nos sorprenda que haya cada vez más personas que prefieran recurrir al suicidio que al exilio, a ser ignorados, a no poder hablar de lo que les sucede, a guardar apariencias, a vivir ocultando lo que realmente sienten y son. Hemos creado sociedades que hacen mucho, logran mucho, son grandes y exitosas, pero muchas veces, ni como sociedad ni como individuos, hemos “abrazado” a los nuestros.

“Joab fue a contar todo esto al rey, quien mandó llamar a Absalón. Este llegó a la casa del rey, se postró con el rostro en tierra, y el rey lo abrazó.” 2 Sam 14, 33

¡Él lo abrazó! ¿Leíste eso, lo viste, te sentiste abrazado también, te pudiste ver a ti mismo abrazando a quien te ha lastimado y ha sufrido por las carencias que vive? Vuélvelo a leer: ¡Él lo abrazó! No lo regañó, no le dijo que hizo mal, no le restregó en el rostro sus errores, no le echó en cara lo que él mismo contribuyó a que sucediera. Recordemos que fue David quien no quiso hacer frente a la violación de su hija Tamar, y no le dijo nada a Amnón, no tomó cartas en el asunto, ignoró todo con tal de no lastimar a su hijo predilecto. Es fácil echar en cara y culpar a otros de lo que contribuimos a provocar, aún cuando no sea la intención. Pero esta vez, David no siguió el camino fácil. Esta vez, ¡lo abrazó! Lo asumió, se responsabilizó junto con su hijo a crear un futuro que tenía que ser otro. “Embrace love!” Así se dice en inglés: abraza el amor, comprométete con él, asúmelo, y responsabilízate de darlo, fomentarlo, alimentarlo, no de exigirlo. 

Una vez más, no esperemos a que sean “ellos”, los exiliados, los ignorados, los excluidos, los que se postren ante nosotros. Necesitamos ir a llamarlos, ir a buscarlos, cubrir primero esas necesidades que tienen. Una vez que logremos empatizar con su sentir y su vivir, que les hayamos otorgado herramientas para existir, que los tratemos con la dignidad y el reconocimiento que merecen, serán mucho más capaces de postrarse, lo cual es decir que serán más dóciles a aceptar la posibilidad de un camino que antes no se les presentó como opción de vida, y estarán mucho más dispuestos a ser empáticos con nosotros.  

Jesús, enséñanos a ser un Buen Pastor. Enséñanos a abrazar a nuestros hermanos exiliados. Danos la voluntad para encontrar el modo de ser empáticos con los otros. Danos el alimento eterno para compartirlo y no sólo para alimentarnos nosotros y sobrevivir nosotros, y buscar el bien de nosotros. Mi Bien, si hemos de pedir el “pan nuestro”, que lo pidamos para todos y lo compartamos con todos. Gracias por ser nuestro alimento. Te amo. 







No hay comentarios:

Publicar un comentario