“Él (el rey David) le dijo: «¡Por Yavé que vive, no
caerá en tierra un solo cabello de tu hijo!». La mujer añadió: «Permítale el
señor rey a su sirvienta decir todavía una palabra». Le dijo: «Habla.» La mujer
respondió: «Al pronunciar ese juramento el rey se condena a sí mismo pues
lesiona al pueblo de Dios cuando no permite que regrese el que desterró. Todos
estamos condenados a morir: no se recupera el agua que se derrama en el suelo;
Dios no hace que vuelan los muertos. Que el rey pues busque los medios para que
regrese el exiliado.» 2 Sam 14, 11b-14
El rey David entonces mandó traer a su hijo Absalón,
pero no permitió que se presentara ante él. Recordemos que Absalón mató al hijo
preferido de David, su hermano, y que huyó. O sea, que David, al permitir que
su hijo regrese, cumplió su palabra de no condenarlo a muerte y vengar a su
hijo Amnón, pero no por eso “aceptó” a su hijo.
La mujer, a la que describen de astuta, realmente lo
fue, porque pidió que se perdonara al hijo de la muerte. Ahora bien, podríamos
decir que Absalón no fue ni asesinado ni exiliado pues fue él quien huyó. No se
le corrió y no se le persiguió para matarlo. Pero esa lógica fue precisamente
la que la mujer con su astucia debatió: Dejar al que huye en el olvido es
matarlo. Jesús nos lo explicó así: quien no es un Buen Pastor y va tras la
oveja perdida, la ha condenado al exilio y en casos extremos, a la muerte. Por
eso, el Buen Pastor va tras la oveja perdida, olvidada, exiliada, sola,
excluida, señalada. En fin, el Buen Pastor busca a sus ovejas, a todas.
Aún así, el rey David no pudo, por cualquier razón,
“abrazar a su hijo”. Permitió que volviera a su tierra, pero de ninguna manera
permitió que se presentara frente a él. Pasaron dos años, y nada. Su padre no
lo quería ver ni le dio un lugar en su mesa.
Esto provocó que Absalón ya no aguantara más y quisiera
presentarse frente a él, claro, es su padre después de todo. Pero Joab, quien
podría servir de intermediario, tampoco quiso ir con Absalón aún cuando le
pedía verlo. Absalón actuó entonces con ira. Y no se nos ocurra juzgarlo mal.
Imagina por un momento ser ignorado, desechado, exiliado, rechazado, señalado
una y otra y otra vez. Imagina.
La ira de Absalón se simboliza con el hecho de que
mandó prender fuego a un campo de cebada de Joab. O sea, se comportó como un
delincuente, un desquiciado, un loco. ¿A quién se le ocurre prenderle fuego a
un campo? A quien quiere llamar la atención, a quien es ignorado e ignorado e
ignorado una y otra y otra y otra y otra vez. Eso, ser ignorado de manera
constante, ya lo dijimos, enciende a cualquiera.
No nos sorprenda la existencia de tanta delincuencia,
el coraje de muchos de nuestros adolescentes, la “maldad y locura” en la que
estamos inmersos como sociedad. Hemos ignorado las necesidades básicas y
fundamentales de muchas personas, y lo hemos hecho por mucho más que dos años.
Y hay tantos que ya están cansados, y que si no han de tener un lugar digno,
entonces han de tener un lugar indigno, pero necesitan existir. Ellos, no importa
cuánto los quieras ignorar, se van a dar a la tarea de existir, para bien o para
mal.
“Joab se paró frente a la casa de Absalón, y le dijo:
«¿Por qué tus sirvientes prendieron fuego a mi campo?» Absalón respondió a
Joab: «Te mandé a buscar con este recado: Ven que quiero mandarte donde el rey.
Le preguntarás, por qué ordenó que volviera de Guesur. Me hubiera valido más
quedarme allá abajo. Ahora quiero presentarme al rey; si cometí un crimen que
me condene a muerte.» 2 Sam 14, 31-32
No nos sorprenda que haya cada vez más personas que
prefieran recurrir al suicidio que al exilio, a ser ignorados, a no poder
hablar de lo que les sucede, a guardar apariencias, a vivir ocultando lo que
realmente sienten y son. Hemos creado sociedades que hacen mucho, logran mucho,
son grandes y exitosas, pero muchas veces, ni como sociedad ni como individuos,
hemos “abrazado” a los nuestros.
“Joab fue a contar todo esto al rey, quien mandó
llamar a Absalón. Este llegó a la casa del rey, se postró con el rostro en
tierra, y el rey lo abrazó.” 2 Sam 14, 33
¡Él lo abrazó! ¿Leíste eso, lo viste, te sentiste
abrazado también, te pudiste ver a ti mismo abrazando a quien te ha lastimado y
ha sufrido por las carencias que vive? Vuélvelo a leer: ¡Él lo abrazó! No lo
regañó, no le dijo que hizo mal, no le restregó en el rostro sus errores, no le
echó en cara lo que él mismo contribuyó a que sucediera. Recordemos que fue
David quien no quiso hacer frente a la violación de su hija Tamar, y no le dijo
nada a Amnón, no tomó cartas en el asunto, ignoró todo con tal de no lastimar a
su hijo predilecto. Es fácil echar en cara y culpar a otros de lo que contribuimos
a provocar, aún cuando no sea la intención. Pero esta vez, David no siguió el
camino fácil. Esta vez, ¡lo abrazó! Lo asumió, se responsabilizó junto con su
hijo a crear un futuro que tenía que ser otro. “Embrace love!” Así se dice en
inglés: abraza el amor, comprométete con él, asúmelo, y responsabilízate de
darlo, fomentarlo, alimentarlo, no de exigirlo.
Una vez más, no esperemos a que sean “ellos”, los
exiliados, los ignorados, los excluidos, los que se postren ante nosotros.
Necesitamos ir a llamarlos, ir a buscarlos, cubrir primero esas necesidades que
tienen. Una vez que logremos empatizar con su sentir y su vivir, que les
hayamos otorgado herramientas para existir, que los tratemos con la dignidad y
el reconocimiento que merecen, serán mucho más capaces de postrarse, lo cual es
decir que serán más dóciles a aceptar la posibilidad de un camino que antes no
se les presentó como opción de vida, y estarán mucho más dispuestos a ser
empáticos con nosotros.
Jesús, enséñanos a ser un Buen Pastor. Enséñanos a
abrazar a nuestros hermanos exiliados. Danos la voluntad para encontrar el modo
de ser empáticos con los otros. Danos el alimento eterno para compartirlo y no
sólo para alimentarnos nosotros y sobrevivir nosotros, y buscar el bien de
nosotros. Mi Bien, si hemos de pedir el “pan nuestro”, que lo pidamos para
todos y lo compartamos con todos. Gracias por ser nuestro alimento. Te amo.
Foto tomada de: https://piquitodepollo.com.mx/carta-a-papa/
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