viernes, 3 de agosto de 2018

Perdonar sin olvidar


Cruz del Perdón, frente a la Iglesa de Chuao, Venezuela

“Y así, cuando el espíritu de Dios maltrataba a Saúl, David tomaba la cítara y la tocaba; eso le hacía bien a Saúl, se sentía aliviado y el mal espíritu se alejaba de él.” 1 Sam 16, 23

Es extraño este capítulo 16 del Primer libro de Samuel. Inicia describiendo cómo fue que Samuel consagró a David, el menor de los hijos de Jesé. Y después habla de cómo David llegó a estar a la disposición de Saúl, el anterior rey, con quien se quedó a servirle como una especie de escudero (llevaba sus armas) y le ayudó a aminorar sus tormentos emocionales.  

¿Simbólicamente qué querrá decir que David (presente o futuro rey, no queda muy claro) haya sido el servidor de Saúl (anterior rey)? El orden de los relatos (la consagración de David, primero, y el que sea servidor de Saúl, después) da la apariencia de que primero se le consagró como rey, y más tarde fue asignado servidor del anterior rey. Además, la confianza que Saúl le otorgó a David era tan grande que le confió sus armas. Y era tal la intimidad, que David llegó a conocer las tormentas de Saúl, y le ayudaba a aminorarlas. ¿Cómo es posible que la persona que es consagrada para ser el rey, se convierta en el servidor de quien ya no es rey? 

Según lo veo, si has de ser rey, tienes que aprender de tu(s) sucesor(es). Buscar gobernar, incluso la propia vida, sin tomar en cuenta el pasado y aprender de él, es un error. Necesitas conocer las armas o herramientas que sirven y las que no, así como aminorar las tormentas que nuestras malas acciones pasadas ejercen en nuestra persona y sociedad. Sin este conocimiento y esta compasión y sabiduría, nos condenamos a repetirlo todo una y otra vez.

No es casual que haya sido David, el rey o futuro rey, quien sirviera a Saúl. Era indispensable que David (el presente y futuro) aprendiera de Saúl (el pasado). Estoy convencida de que ignorar el pasado no es un camino sensato. Muchas veces, nuestro pasado podría no ser lo que deseamos que sea, y por eso creemos que para superarlo hay que olvidarlo. Pero olvidar es peligroso. Conocerlo, aceptarlo y aminorar el daño que nos hace, es fundamental si es verdad que queremos que nuestro presente y futuro sea otro. El pasado se integra y supera cuando se perdona. Para muchos perdonar es olvidar. Pero no lo es. Olvidar es ignorar todo lo que sucedió. Perdonar es ver todo lo que sucedió, aceptarlo, aprender de ello, y tomarlo en cuenta para no volver a colocarnos en una situación en la que podamos herir o ser heridos. 

Dicen que una persona puede olvidar lo que le hiciste, pero nunca olvidará cómo la hiciste sentir. El que nos perdone implicaría que esa persona recuerda perfectamente cómo se sintió, pero logra ir más allá del temor, miedo, o dolor, y puede darnos la oportunidad de interactuar nuevamente, pero desde otro lugar. Esa persona ya no es la misma. Ha trascendido su persona, su historia y su dolor. Puede vernos a los ojos sin miedo ni odio. Está más allá de nuestra posibilidad de lastimarla. Es, ahora, más grande y tiene mayor autoridad que nosotros. Pero desde su postura, más elevada, sin duda, no se impone ni nos minimiza. Todo lo contrario, se pone a nuestro servicio y nos ayuda. Eso es ser perdonados. Imagina ahora lo que es perdonar. Lo que es tener esa capacidad de trascendencia, esa capacidad de amar.

Jesús, danos la capacidad de amar, pero no desde la arrogancia de un perdón superficial y un olvido irresponsable. Permítenos vivir nuestro presente, integrando en nuestro ser todo lo que hemos sido, y proyectando en nuestro actuar todo lo que aún podemos ser. Quita de nuestra mente aquella idea de que perdonar es olvidar. Eso es mentira. Perdonar implica tomar en cuenta todo el daño hecho y recibido, e intentar crear otra relación que no incluya ese daño. Así que, si hemos hecho daño, ayúdanos a reconocerlo y cambiarlo. Y si nos han hecho daño, permítenos trascender el dolor y aprender a tomar distancias y tener actitudes sanas que no den oportunidad a otros de lastimarnos. Tú que transformaste el mal de la Cruz en esperanza, y trasmutaste ese símbolo de tortura en un símbolo de amor, enséñanos a perdonar sin olvidar, para que aprendamos a vivir un presente y crear un futuro verdaderamente mejor. Así sea por tu infinita misericordia. Bendito eres por siempre Señor. Te amo.  



Conocida como la Cruz del Perdón, y ubicada en Chuao, Venezuela, se dice que si un esclavo lograba llegar y postrarse ante ella, el castigo que se le daría por alguna falta, sería perdonado.

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