“Saúl le respondió: «¡Pequé! Vuelve, hijo mío David,
ya no te haré mal. ¡Tú me respetaste hoy la vida, y yo me he comportado como un
necio, he cometido un gran pecado!» David le dijo: «Aquí está tu lanza, señor,
que venga uno de tus muchachos a buscarla. Yavé recompensará a cada cual según
su justicia y su fidelidad. Hoy Yavé tendrá un gran respeto por la mía y me
librará de todo peligro». Saúl dijo a David: «Bendito seas, hijo mío.
Ciertamente te irá bien en todo lo que hagas.” 1 Sam 26, 21-25
El capítulo 24 y el 26 cuentan el mismo hecho en
diferentes versiones, por si alguien dudaba aún que mucho de lo que se dice en
la Biblia es palabra de Dios, pero desde la narrativa humana. Todo, antes de
ser escrito, fueron historias que se contaron de boca en boca, lo cual hace
inevitable que haya cambios, tanto en la escritura que se les dio a los hechos,
como en la manera en que debemos contemplarlos según “la señal de los tiempos”.
En el capítulo 24 Saúl se ve vulnerable frente a David
porque estaba haciendo sus necesidades en una caverna. En el 26, en cambio,
estaba dormido. En el 24 es Saúl quien entra en la caverna donde están David y
sus hombres, es decir, entra en el territorio del otro. En el 26, es David
quien entra al campamento de Saúl acompañado sólo de un compañero.
Podemos discutir qué versión es la real, pero la
realidad no está en la superficie de las narraciones, sino en la verdad inmersa
en los hechos: la resolución del conflicto se dio después de que hubo quien se
aventuró a entrar en el terreno del otro. Esa es otra manera de decir que hay
que ponernos en los zapatos del prójimo, hay que ver las cosas desde su
perspectiva. Además, cada quien deberá entregarle al otro la dignidad robada:
David devolvió la lanza, Saúl perdonó la vida de David y reconoció el daño y la
injusticia hecha.
Carl Rogers, psicólogo humanista, es quizá quien más
énfasis ha hecho en la importancia de la empatía para general una conexión
real, duradera y significativa con el otro. El tipo de conexión que genera
cambios y desarrollo.
Esta conexión es una condición indispensable para que quien
es comprendido se abra a la experiencia de ser reconocido, valorado, y permita
así ser ayudado. Pero más importante aún, al ser reconocido y valorado,
empezará a reconocer y valorar sus propias cualidades y características, y
podrá encontrar por sí mismo el camino que necesita recorrer para mejorar su
existencia. Desde el punto de vista clínico, que es el que a un psicólogo le
compete, es la capacidad de captar el marco de referencia del cliente (hay
quienes los llaman paciente), percibir sus significados personales como si
fueran propios y acompañarlo en sus sentimientos, de modo que éste pueda
explorar con mayor precisión sus experiencias y clarificar sus emociones más
profundas.
Las conclusiones de Rogers no son exclusivas de la
psicología. Han sido empleadas también en la educación, la administración
organizacional, la facilitación del desarrollo humano, en fin. Si vas a tratar
con personas, te conviene aprender a ser empático. Si eres empático obtendrás
mucho más que obediencia: establecerás una relación que enriquecerá la acción
de ambos, de todos. Sacarás lo mejor del otro, crearás un ambiente de confianza
encaminado a la realización de objetivos que beneficien a todos.
Como ya notamos, Rogers no considera como “pacientes”
a sus clientes. Para él, un psicólogo no está por encima de la persona a la que
ayuda. No se trata de establecer una relación de “especialista-enfermo”, sino
una de persona a persona. Después de todo,el proceso de convertirnos en personas tiene que ir de
la mano de la experiencia de ser tratados como tales.
Esto implica también comprender que, si has sido
tratado sin dignidad, es muy probable que no sea por “mala voluntad”. La
mayoría de las personas no hemos sido tratadas con empatía y estamos convencidas
de que la mejor manera de ayudar es corregir, castigar, imponer. No sabemos
distinguir cuándo conviene hacer una cosa u otra, precisamente porque no
comprendemos lo que es entrar en el terreno del otro y ver qué es lo que el otro
necesita, o qué es lo que al otro se le ha arrebatado.
Jesús, ¿cuántas veces no hemos sido capaces de ver las
cosas desde la perspectiva del otro? Danos disposición a entrar en terreno
ajeno y desconocido. Danos la voluntad de aprender a desarrollar en nosotros la
empatía. Que sea colocarnos en los zapatos del otro, el primer paso hacia una
humanidad integral e integrada. Gracias mi Bien, mi dulce y tierno Bien. Te
amo.
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