jueves, 9 de agosto de 2018

Salvar la relación



“Perdona, por favor, la falta de tu sierva. […] David respondió a Abigail: «¡Bendito sea Yavé, Dios de Israel, que te mandó hoy a encontrarme! Bendita seas por tu prudencia, bendita porque me has impedido hoy que me manche con sangre y que haga justicia por mi mismo.» […] David recibió en sus manos todo lo que ella había traído, y luego le dijo: «Vuelve en paz a tu casa, ya te escuché y cuenta conmigo». […] Más o menos diez días después, Yavé hirió a Nabal, quien murió. David entonces mandó a decir a Abigail que la tomaría por mujer.” 1 Sam 25, 32-39

Abigail era la esposa de Nabal, un hombre que no quiso ser justo con David y sus compañeros. Nabal no quiso agradecer el cuidado y el buen trato que recibieron sus pastores por parte de David, quien ahora le pedía: “Ten pues hoy un gesto de amistad con mis muchachos ya que llegamos en un día de fiesta. Por favor, dales a tus servidores y a tu hijo David lo que te dicte tu corazón.” 1 Sam 25, 8 

Pero el corazón de Nabal no pudo ver el bien recibido. ¿Quiénes se creían que eran? Para él, no eran nadie de modo que no les dio nada. Abigail, su esposa, a la que se le describe como prudente en el texto, tuvo a bien agradecer con acciones y palabras la intervención de David en los frutos obtenidos. Reconoció el buen cuidado y trato recibido. Supo darse cuenta de que un fruto nunca es sólo de una persona, es de todos, es de la comunidad, de la sociedad en su conjunto, por lo tanto, debe ser reconocimiento de todos y beneficio para todos.

Nabal no supo valorar ni la intervención de David ni a la mujer que tenía a su lado. David, en cambio, supo reconocer que la prudencia, una cualidad que puede entenderse como generalmente femenina, es algo que vale la pena tener de nuestro lado, a la que hay que escuchar, y con quien conviene casarnos, es decir, comprometernos con ella. Considerar que la fuerza de lo masculino, que es matizada por la prudencia de lo femenino, le da un nuevo sentido a aquello de: “Por eso el hombre deja a su padre y a su madre para unirse a su mujer, y pasan a ser una sola carne." (Gen 2, 24) Una persona íntegra (una sola carne), no es ni sólo masculino ni sólo femenino, (deja a su padre y madre), sino integra ambos: fuerza y prudencia. 

David iba armado de toda su fuerza dispuesto a matar a Nabar y a toda su gente. La prudencia de Abigail, en cambio, pidió disculpa por la indiferencia mostrada, a pesar de que ella no hizo nada malo. Comprendió que hay cosas mucho más prioritarias que tener o no la razón, por eso pedir perdón no degrada. Pedir perdón por la inconsciencia mostrada, aún sin intención, es salvar la relación. De modo que, aunque ella no hizo nada malo, pudo pedir perdón, cubrió las necesidades de David, y buscó una resolución al conflicto. Abigail supo darse cuenta de que negar nuestra responsabilidad hacia el otro es una necedad. Pensar que todos nuestros logros son sólo nuestros, es de brutos. Negarnos a cubrir las necesidades que otros tienen por ser incapaces de reconocer su participación en nuestros resultados, es cruel. No escuchar a la prudencia que es capaz de ablandar nuestro corazón, es encaminarnos hacia la violencia. 

Hace poco me topé con la imagen de una frase escrita por Fer Herrera. La frase dice: «Está muy de moda el “aprender a soltar”, pero se nos olvida el sostener, reparar, cuidar, amar, y no salir huyendo cuando todo se complica». 

Cásate con la prudencia, no la sueltes. Haz un compromiso con ella y escúchala. Endulza tu corazón compartiendo tus frutos con todos. Sé generoso en el reconocimiento y se capaz de pedir un “perdón” sin sentir que con ello dejas de ser hombre, es decir, un human digno (recordemos que todos somos hombres, es decir, humanos). La dignidad no está en la grandeza del orgullo, está en la prudencia de un corazón capaz de “sostener” las relaciones, “reparar” el daño, “cuidar” a los demás, “amar” a todos, y no “salir huyendo” con excusas para no responder al llamado del compromiso de buscar el bien de todos, y no sólo el propio. 

Jesús, mi Bien, mi Amor, enséñanos a comprometernos con la prudencia. Enséñanos a pensar las cosas más de una vez, considerar la relación como la prioridad número uno, y actuar según Tu corazón y no la dureza del nuestro. Lo pedimos en Tu nombre que es sinónimo de dulzura, atención, valentía y compromiso. Te amo.  


Foto tomada de “12 conflictos más comunes de pareja”: https://www.enpareja.com/divorcio/12-conflictos-mas-comunes-de-PAREJA-20160717-0003.html



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