“Toda la tierra sabrá que hay un Dios en Israel, y
todos los que están aquí reunidos sabrán que Yavé no necesita espada o lanza
para dar la victoria, porque la suerte de la batalla está en sus manos: él los
va a poner a ustedes en nuestras manos.” 1 Sam 17, 46c-47
Las palabras citadas las dijo David antes de vencer a
Goliat. Goliat era un soldado experimentado que medía más de dos metros, tenía más
de un arma (llevadas por su escudero), un casco de bronce y vestía una coraza
de escamas de cerca de 60 kilos. En pocas palabras era un gigante, un monstruo.
David, en cambio, era un muchacho que rechazó usar el equipo de combate que el
mismo Saúl, rey de Israel, le ofreció: “«No puedo caminar con todo esto porque
no tengo costumbre.»” (1 Sam 17, 39b) Sus armas fueron una honda (una especie
de resortera) y 5 piedras planas que colocó en su morral de pastor (pero sólo necesitó una).
Claro que David no iba solo. Tenía su experiencia y a Yavé
de su lado. “¡Así como tu servidor ha vencido al león y al oso, lo mismo hará
con ese filisteo (Goliat) que ha insultado las tropas del Dios vivo! David dijo además: «De la misma manera que Yavé me
ha librado de las garras del león y las zarpas del oso, así también me librará
de las manos de este filisteo.»” (1 Sam 17, 36-37)
No desacredites la experiencia que tienes. Todo lo que
te ha sucedido antes, aun cuando parezca poca cosa (cuidar un rebaño no es tan
grandioso como pelear guerras) te prepara para lo que viene. Yavé, Yo Soy, está
contigo. Di tu nombre con convicción: ¡Yo Soy________! Y reconócete amado,
cuidado e instruido por esta vida que el Dios Vivo te ha dado. Me encanta que
Dios, al nombrarse, nos nombra, nos reconoce y nos hace tan suyos como lo es Él
nuestro. Yo soy________. Cuida bien las palabras que usas para nombrar quién eres,
cómo eres. Quizá haya quien te vea y no vea mucho en ti. Pero en ti hay mucho
más de lo que tú mismo puedes ver.
Últimamente he dudado si podré o no continuar con
estas oraciones. He dudado también si vale la pena o no compartirlas. Si tiene
sentido hace el esfuerzo con tanto trabajo que de por sí tengo. Justo ahora,
estoy de vacaciones, así que ha habido tiempo, pero esto se acaba en un par de
días.
Sin embargo, leyendo esta historia de David, me dije:
Valora tu experiencia e inténtalo. Justo ahora lucho contra un gigante y el
campo de batalla promete ser mucho más desafiante en los próximos meses, pues estaré
trabajando. Mis gigantes se llaman ansiedad y depresión, y hay muchas personas
que piensan que eso es… pues es poca cosa. Es cuestión de “querer” estar bien,
de “querer” estar vivo. Pero mi experiencia me dice que no se trata de “querer”,
porque finalmente siempre he querido estar bien. Es un tanto más complejo que
sólo querer.
Sin embargo, todo este tiempo se ha tratado de
adquirir experiencia. Y hoy, no he dejado de estar ansiosa y deprimida, pero la
depresión sí ha dejado de tener poder sobre mí. Mis gigantes, ahora lo sé muy
bien, no se van a ir, pero sí soy capaz de enfrentarlos cada que se levantan. Y
en cada enfrentamiento, gano experiencia. Y con cada experiencia, adquiero
valor. Y no importa si hoy gano o pierdo, porque debo confesar que a veces
pierdo. Que a veces simplemente no logro levantarme. Algo así de simple -levantarme-
se convierte en una lucha enorme. Pero siempre gano experiencia porque busco
dónde está Dios en esto que vivo. ¿Dónde?
Esa experiencia que me ayuda hoy, y sé que me ayudará
mañana, deseo con todo mi ser, que la logres valorar tú en tu propia vida.
Todos somos David y todos tenemos un Goliat, a veces tenemos más de uno. Pero
lo importante es estar vivo y experimentar la lucha. No se trata de ganar. Habrá
batallas que no logres ganar, pero perder una batalla no implica haber perdido
del todo: has ganado experiencia. Finalmente, lo importante es estar vivo para
adquirir experiencia, y con ella, experimentar a Dios, que es amor y vida; que
es verdad y bondad y belleza.
Jesús, susurra en nuestros oídos la confianza con que
nos miras, y abre nuestros ojos a la verdad de nuestro ser: somos tuyos, y al
serlo, somos todo lo que necesitamos ser. Ayúdanos a tener la voluntad de aprender
de nuestra experiencia, asumir nuestra realidad y luchar nuestras batallas. La
lucha, el seguir. El experimentar la vida, tal y como llega, es lo que nos transforma.
No hay trascendencia en la victoria ni en el fracaso. No vivimos para ganar ni
para perder. Vivimos para experimentar, y en la experiencia, conocerte,
escucharte y asumir la vida que nos brindas, agradecidos siempre, porque pase
lo que pase hemos aprendido. Y si, además, enfocamos nuestro ser a buscar y
encontrar la verdad, la bondad y la belleza en todo lo que sucede, en todo lo
que somos, y en todo lo que nos rodea, es a Ti a quien nos hemos acercado y es
tu sabiduría la que aprendemos a saborear.
Gracias mi amado Jesús por ser Camino, por nacer,
igual que David, en la sencilla ciudad de Belén. Eres grande precisamente
porque te has asumido el más pequeño. Enséñanos esa sencillez, casi infantil,
de pelear con gigantes con la absoluta confianza de que, pase lo que pase,
habremos ganado experiencia, y con ella te habremos experimentado a ti. Gracias.
Te amo.
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