Con respecto a 1 Sam 21 1-7, la Biblia Latinoamericana
comenta: “Jesús usará este texto como un ejemplo cuando acusen a sus discípulos
de no respetar el día sábado (Mc 2,13). El hecho podría parecer insignificante
en sí mismo (comer pan consagrado que podía ser consumido exclusivamente por
los sacerdotes), ¿y no tenía David, el rey legendario, el derecho de hacer lo
que está prohibido a las personas comunes? Pero Jesús afirma que debemos actuar
con la misma libertad, porque en realidad todas estas leyes sagradas, bien sean
del tiempo de Abiatar (el sacerdote que le dio el pan sagrado a David) o del
nuestro, han sido forjadas por hombres. Valen por cuanto mantienen un orden
religioso que necesitamos, pero también necesitamos otras cosas, y a veces debemos
dejarlas a un lado con todo respeto para cumplir con otros deberes.”
Agrego que además de pan, el sacerdote Ajimelec le dio
a David lo que fuera la espada de Goliat, que por cierto se tenía bien
merecida. Así que he aquí que David, en su huida, o quizá debamos decir el
inicio de su verdadera vocación, fue alimentado con pan consagrado y armado con
el fruto de su experiencia. Una vez más el mensaje es claro: confía en Dios y
en tu experiencia. Pero hay más… David sale de la presencia de Ajimelec y llega
donde Aquis, rey de Gat. Ahí surge el miedo. Todo llamado a la aventura, diría
Joseph Campbell, estudioso de la mitología y sus símbolos, llega con incertidumbre
y miedo.
El temor hizo a David actuar como un “loco”.
Literalmente se “hizo el loco”, y el rey Aquis, por supuesto, se fastidió con él
y casi casi dijo: Si ya saben cómo se pone, ¿para qué me lo traen? Jajajajajajaja…
Me encanta porque a veces le damos un peso tan grande
a todo lo “sagrado” que no nos atrevemos a decir lo que creemos, a señalar lo
que dudamos, ni a defender lo que pensamos. Pero, ¿realmente hay que tomarlo
taaaan en serio? ¿Realmente tenemos que convertir todo lo sagrado en “algo a lo
que hay que temer”?
Comprendo a David y lo aplaudo. A veces la mejor
manera de enfrentar nuestro llamado es no tomarlo tan en serio. Da miedo tratar
de ser quien eres cuando eso implica que puedes ser juzgado y condenado. Pero no
lo tomes tan en serio. Si lo tomas tan en serio ganará el miedo y dejarás tu
llamado de lado, y con ello, tu oportunidad de acercarte a Dios de manera más
personal e íntima.
Después de todo, una duda es una duda. Una idea es una
idea. Nada más. A mi me da mucha gracia cuando alguien me dice en tono de
desprecio: “No creo en Dios”. ¿Realmente piensas que a Dios le preocupa que
creas o no en él? ¿Necesita Dios que creas en Él para existir? Pero los que
creen ciegamente, sin lógica ni criterio, esos no me dan risa, me dan miedo.
Les tengo miedo a los cristianos de hueso colorado (léase católicos y
protestantes o hermanos separados, como gusten llamarlos). Esos que no tienen
flexibilidad, que no comprenden la duda, que exigen fidelidad sin darla. Esos
sí que me dan miedo. Son capaces de aniquilar a alguien si no piensa como
ellos. Son los que creen que les debemos obediencia porque se han ganado un
lugar en la mesa de la dirección de lo sagrado. “Tienes que obedecer”, nos
dicen. Y generalmente, son los primeros que no obedecen porque han dejado de lado
el Espíritu de la ley, y se han empeñado en ser jueces, y no en juzgar según el
criterio de Dios. Para ellos el orden está por encima de la persona y no son
capaces de ver en los demás aquello que Dios ama en todos nosotros.
Cuando te enfrentes a personas así -reyes sentados en
su trono-, hazte el loco como lo hizo David, y sigue tu camino. Quiero decirte
que eso es lo que yo hago, pero la verdad es que yo he sido tan necia como esos
reyes inflexibles. Y en más de una ocasión me he sentado en mi trono de soledad
con tal de no lidiar con personas a las que considero estúpidas. Es difícil
tomarlo a la ligera, pero no nos engañemos. Si no podemos ser flexibles no es
porque se trate de Dios, sino porque se trata de nuestro ego.
Resumamos. Escuchar nuestro llamado implica: Primero,
alimentar nuestra fe. Segundo, armarnos de nuestra experiencia. Tercero, bajarle
los humos a nuestro ego y no tomarlo tan en serio. Si tu llamado implica sufrir
y hacer sufrir, quizá no es Dios quien te llama, sino el juez que vive en ti
quien te guía.
Jesús, alimenta nuestra alma con tu tolerancia,
flexibilidad y amor. Dales a nuestros pasos la sabiduría de la experiencia de
vivirte cada día. Ríe con nosotros y enséñanos a encontrar la belleza en el
error, la gracia en la elaboración de nuestras ideas, y la grandeza en la
sencillez de sabernos humanos, no maestros. Gracias por tu sonrisa. Que tu
sonrisa se dibuje en nuestro rostro y seamos capaces de extenderla a todo lo
largo y ancho de nuestra existencia. Te amo.
Foto tomada de “Kids' Smiles Predict Their Future
Marriage Success”:
https://www.scientificamerican.com/article/kids-smiles-predict-their-future/
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