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“Todo el pueblo y todo Israel comprendieron que el rey (David) nada había tenido que ver con el asesinato de Abner, hijo de Ner. El rey dijo a sus servidores: «¿No saben acaso que un jefe, un gran jefe ha caído hoy en Israel? Yo, por ahora, a pesar de que he recibido la consagración real, puedo hacer bien poca cosa; esos hombres, los hijos de Seruya, son más duros que yo. ¡Que Yavé haga pagar el mal al que lo hizo!»” 2 Sam 3, 37-39
David ha sido consagrado rey de Judá, la parte sur de
Israel. Isbaal, hijo de Saúl, por su parte, fue hecho rey de Israel en el
territorio norte. Empiezan así las disputas, alianzas y traiciones que tarde o
temprano llevarán a la “eliminación” de alguien.
Jesús, la muerte de un ser humano, lo haya merecido o
no ante los ojos de quienes lo eliminan, implica que te hemos fallado a ti, y
ha sido por la dureza de nuestros corazones.
Hay muchas maneras de matar a alguien, de eliminarlo,
de hacerlo a un lado, de no tenerle consideración alguna. Después de años de
trabajar en la Pastoral Penitenciaria, y aún hoy sin ser agente, dedicar mis
sábados a la atención de adolescentes infractoras, he tenido la oportunidad de conocer
a algunas de estas personas que hemos
“eliminado”. Y habrá quien diga que a ellos nadie los ha eliminado porque no se
les mató. Viven encerrados, que no es lo mismo que eliminar. Sin embargo, no
estoy de acuerdo.
¿Alguna vez has vivido encerrado? Y cuando digo
encerrado no me refiero a paredes, muros o rejas nada más. Me refiero a vivir
limitado en tus capacidades, convencido de que puedes poco o nada porque nadie
cree que puedas o merezcas algo. Y por eso mismo, no te darán ni la oportunidad
de intentarlo ni la preparación para que tu intento no sea un fracaso seguro.
La realidad es que las cárceles no rehabilitan
precisamente porque en gran medida se limitan a “encerrar” a “eliminar” la
presencia de alguien en la sociedad. También he visto personas, las menos
lamentablemente, que realmente encuentran la libertad dentro de la prisión.
Personas de fe y con un corazón noble, conscientes del daño hecho y recibido, y
deseosas de cambio, y firmes en sus acciones para conseguirlo.
Tristemente a veces resulta que, al salir, la mayoría
de estas personas descubren que ya han sido “eliminadas” del todo. No
encuentran la manera de, como solemos decir y no por casualidad, “salir
adelante”. Cargan el estigma del crimen cometido. Por más que intentan la
sociedad las define como criminales, y vuelven a sus pasos porque, después de
todo, esa es una manera de existir. La otra opción es morir, y también hay
quien la elije.
En una sociedad, en un mundo de corazones duros, es
muy difícil “salir adelante” una vez que has sido “catalogado” como esto o
aquello. La etiqueta muchas veces es tan poderosa, que ya no hace falta que
otros te la pongan. La cargas como si fuera tu nombre y apellido.
Por eso, para mí es esencial comprender cuál es el
nombre de Dios: Yavé, Yo soy. Defínete, les digo a las muchachas de la
penitenciaria de adolescentes, con cuidado y con la certeza de que antes que
cualquier otra cosa, eres hija de Dios.
Dios nos ama tanto que nos reconoce sin necesidad de
ser reconocido primero. Él no tiene delirios de grandeza. Para nombrarse, te
nombra. Y para nombrarte a ti mismo, no tienes otra opción que nombrarlo. Por
eso, si has de definirte es muy importante que elijas bien las palabras que
utilizarás, porque serán también las palabras que emplearás para alabarlo y
reconocerte. Tratarte con dignidad con las palabras que usas para hablar de ti,
es darle Gloria a Dios también. Así de unidos estamos: somos UNO con Él.
Cuando decimos “Yo soy”, estamos invocando el nombre
de Dios. Ese es nuestro verdadero “primer apellido, primer nombre”. No hay
manera de escapar del amor de Dios: somos sus hijos. Pero sí hay manera de negar
ser amados. Decir, “yo soy humana” es muy diferente a decir “yo soy inhumana”.
En ninguno de los casos has negado a Dios (aunque no creas en él, creer en algo
no lo hace menos o más inexistente), pero sí has decidido endurecer tu corazón,
o por lo menos, permitirte ablandarlo.
Así que yo le digo a mis muchachas del tutelar de menores
(son tan mías como lo son mis alumnos) cuida tus palabras cuando te definas,
cuando digas quién eres, qué eres, por qué eres. Confía en el amor de Dios y no
escuches a los corazones endurecidos de quienes te ven menos, inexistente,
incapacitado, tonto, limitado. Levántate todos los días y di: Yo soy valioso,
capaz, inteligente. Dilo, aunque no lo creas y aunque el mundo entero diga lo
contrario. No tiene nada que ver con que lo creas ni con lo que otros crean de
ti. Eso eres: un hijo/a de Dios, un corazón humano, capacidad en potencia. Y así
como lo dices, trata también todos los días de darle vida a tus palabras. Haz
el esfuerzo por amar, perdonar, pensar, disciplinarte, en fin. No se trata de
lograrlo, sino de intentarlo. Poco a poco Dios transformará tu ser.
Jesús, que sepamos definirnos como seres capaces de
amar, para que la afirmación del Nombre de nuestro Padre obre su fuerza en
nosotros. Que seamos cuidadosos, además, de actuar en consecuencia con nuestras
palabras, de modo que si decimos: Yo soy amor, verdaderamente hagamos el
esfuerzo de amar. Yo soy paciente, tomemos aire y contemos hasta diez. Que las
palabras tengan sentido, de otra manera no te alabamos ni te glorificamos. Al
contrario, utilizaremos tu nombre en vano. No hay pecado más lamentable, no
porque implique una condena de tu parte, sino porque implica que nos hemos
condenado, limitado y encerrado en nuestros defectos. Libéranos con la verdad
de Tu Ser.
Que, además, mi querido Jesús, comprendamos el daño
que le hacemos a alguien cuando lo definimos de manera negativa: Eres malo,
eres tonto, eres limitado, eres feo. No es lo mismo señalar una acción que
definir y condenar con nuestras palabras a alguien. Perfectamente puedo decir: “no
me escuchas”, en lugar de decir, “eres sordo”; “yo sé que puedes ayudarme”, en
lugar de decir “eres flojo”; “ya lo entenderás, tengamos paciencia”, en lugar
de decir “eres un cabeza dura”.
Ayúdanos Jesús, porque es difícil no definirnos
negativamente. Enséñanos a ver lo bueno, bello y verdadero en cada uno de
nosotros, fomentarlo con nuestras palabras y reforzarlo con nuestras acciones.
Gracias mi Amor por todo lo que nos amas. Te amo.
Foto tomada de "Voices from Around the World Rate Trump's First 100 Days", (2017, Abril). Associated Press: https://www.voanews.com/a/trump-100-days-voices-from-around-the-globe/3825055.html
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