“Sin embargo, David pensó: «Un día de estos Saúl me va a matar. Es mejor que me refugie entre los filisteos. Así dejará Saúl de buscarme en todo el territorio de Israel y yo me escaparé de sus manos».” 1 Sam 27, 1
(Estando con los filisteos David se puso al servicio
del rey Aquis, y se unió a su ejército para atacar a Israel. Perdió el camino.)
“Cuando Saúl vio el campamento de los filisteos, tuvo
miedo y su corazón se estremeció. Saúl consultó a Yavé, pero Yavé no respondió,
ni por los sueños ni por el urim ni por los profetas. Saúl dijo entonces a sus
servidores: «Búsquenme a una mujer que invoque a los muertos e iré a
consultarla». Sus servidores le dijeron: «En Endor hay una mujer que invoca a
los muertos.»”1 Sam 28, 5-7
(Saúl consultó a esa mujer y le puso en contacto
con Samuel, quien le confirmó que Yavé lo entregaría en manos de los filisteos
por no haber obedecido cuando le pidió que eliminara a todos los amalecitas,
incluyendo el ganado.)
Si la Biblia nos muestra que se utilizaba “magia”, por llamarlo de alguna forma, para
consultar la voluntad de Dios, ¿por qué no debemos usarla? Bueno, porque una
“consulta” de este tipo se realiza motivados en buena medida por el miedo. Y Jesús
nos dice: “No teman.” Jesús comprende lo peligroso que es el miedo, lo que
puede hacer, la manera en que nos engaña. El miedo es el arma más efectiva del
demonio, junto con la vanidad y soberbia.
Yo solía tenerle mucho miedo al demonio. ¡Terror! De
niña, como a los 10 u 11 años, vi la película de El Exorcista. Mala idea, el
miedo se instaló en mi corazón y no había poder humano ni divino que me
tranquilizara. En esa época vi hasta el cansancio “Jesucristo Superestrella” intentando
disminuir el horror y aferrarme a la fe. De hecho, me sé prácticamente todas
las canciones. Pero ni viendo todos los días la película, ni cantando “Try not
to get worried…” (intenta no preocuparte), ni así logré dormir por meses.
Fue por esa época que salió la tercera película (“El
Regreso del Jedi”) de la primera trilogía de “Star Wars” (“La Guerra de las
Galaxias”). En ella, Darth Vader, la personificación de la maldad absoluta en
la saga, salva a su hijo de morir en manos del Emperador. El amor que en él
existía no resistió la tormenta por la que su hijo pasaba (el emperador lo
estaba matando) y lo salvó matando al emperador (y de paso, la maldad en sí
mismo). Ese acto le devolvió su humanidad y fue recibido en el más allá con los
ancestros y espíritus de la “fuerza”.
Les pedí a mis padres un poster de Darth Vader y lo
pegué en mi cuarto. Santo remedio, pude dormir. Mi lógica fue: si Darth Vader,
que conoce la maldad en toda su extensión, fue capaz de vencerla y permitir que
el amor que vive en él gane con tal de salvar a su hijo, entonces, él puede
impedir que la maldad me haga daño. Después de todo, ¿quién puede vencer el mal
sino aquella persona que lo conoce?
La lógica que seguí era una lógica infantil, pero no
era una lógica del todo equivocada. Sean como niños, nos ha recomendado Jesús.
Claro que ser “como” niños no significa “ser” niños. Es decir, tampoco podemos
decir que sea una lógica del todo correcta. Era, después de todo, una niña. Y
Dios puede entender que seamos niños en la fe, pero no se puede justificar
serlo por siempre.
Como dije, el miedo es el que nos lleva a buscar y
creer en soluciones mágicas o personajes como, en mi caso, Darth Vader. En un
sentido práctico, esas consultas o acciones que tienen que ver con cartas,
horóscopos, veladoras de colores con propiedades fantásticas, brujerías,
espíritus, ángeles, imágenes de santos, y hasta cosas como las sesiones de
constelaciones familiares, o la Programación Neurolingüistica (que deberían
tener una función terapéutica y no una interpretación fantástica y metafísica),
se les han atribuido capacidades de “sanación espiritual, mental y corporal.” Pero
ni son divinas, ni totales, y disfrazan muchas mentiras como verdades. Y eso es
peligroso.
Necesitamos entender, lo antes posible y lo mejor que
podamos, que el deseo de recurrir a estas, llamémoslas, “estrategias”, son en
realidad una necesidad de Dios, de Paz y de confianza en el futuro, en la vida,
en la bondad personal y la de otros. Pero es una lógica infantil. Es una
espiritualidad aún enfocada en la protección, en el “pedir” y “recibir”. Tal y
como lo hace un niño: tiene frío y pide que se le cubra; tiene hambre, pide de
comer; quiere un juguete, le dicen que tiene que “portarse bien”, lo hace
dentro de sus posibilidades, y se le da el juguete. Pero pretender vivir con
esa mentalidad infantil toda la vida es crearnos una falsa sensación de
seguridad y puede convertirse en un límite a nuestro crecimiento personal y
nuestro acercamiento a Dios. Además de que no general soluciones reales a
problemas reales, tanto personales como comunitarios y nacionales.
Esta lógica de “pedir y recibir”, “hacer y obtener”, reconforta
tanto porque nos da una sensación de control: Lo que recibo es resultado de lo
que doy y hago. Además, es una lógica enfocada a disminuir la ansiedad que el
miedo genera. El miedo a vivir solos, a no tener cómo ni con qué cubrir
nuestras necesidades, a vivir condenados por nuestros errores, a ser
descubiertos en nuestras traiciones y mentiras, y tantas otras cosas que
podemos terminar por hacer mal, o que podemos sufrir por nuestras culpas. El
miedo encuentra alivio, salidas, respuestas y justificaciones en estas “estrategias
mágicas o metafísicas”. Lo único que no encuentra es alguien dispuesto a
responsabilizarse de sus acciones.
Pero Jesús nos pide que no tengamos miedo, y Pablo, en
1 Corintios 13, 11, nos asegura: “Cuando yo era niño, hablaba como niño,
pensaba como niño, razonaba como niño; pero cuando llegué a ser hombre, dejé
las cosas de niño.”
Mi miedo al demonio, ahora lo sé con mayor claridad,
era un miedo infantil, y mi lógica para resolverlo fue tan infantil como mi
miedo: Pedirle a un personaje como Darth Vader, que me proteja del mal. Con
todo, tenía razón en algo: Desde mi infantil mentalidad comprendí que sólo
quien ha atravesado por la maldad puede conocerla al grado de vencerla. Es
decir, la espiritualidad infantil tiene su valor y es necesario pasar por eso
para adquirir confianza en nosotros mismos y en Dios, pero no nos prepara para
una vida sustentada en valores que vayan más allá de la superficie y
pensamiento mágico.
Es difícil dejar ir nuestra espiritualidad infantil, porque
es práctica. Hacer tus oraciones se limita a repetir, o encender una vela. Evitamos
dudar, pensar, cuestionar y hacer un esfuerzo por comprender mejor, actuar
aquello que comprendemos y responsabilizarnos de lo que suceda. Además, disminuimos
nuestro miedo. Un miedo que surge porque confundimos responsabilidad con culpa.
¿Y quién quiere tener la culpa de algo? ¿Quién quiere ser condenado? La persona
responsable no genera ni carga culpas, se hace responsable y busca soluciones
para todos.
Si Jesús nos pide que no tengamos miedo es porque sabe
que el miedo nos inclinará a seguir el camino amplio y no el estrecho; el
camino fácil, no el que implicará un mayor esfuerzo. El camino de renuncia, no
el de compromiso.
El camino de Jesús nos lleva a atravesar el dolor, el
sufrimiento, la desesperación, nuestras mentiras, nuestros egos, nuestros
errores, nuestra propia maldad. Implica sacrificarnos a nosotros mismos, no a
los demás. Implica escuchar al demonio (Jesús fue tentado) pero no entrar en un
diálogo de interacción con él, y mucho menos en una negociación. Se escucha y
analiza lo que nos propone, y hacemos el esfuerzo de descubrir la mentira y
acercarnos a la verdad. Si somos capaces de reconocer la mentira, estaremos
mejor capacitados para seguir a Cristo. Y podremos decir: ¡No! ¡Así no son las
cosas!
¿Quieres tener una fe más fuerte? Tienes que atreverte
a enfrentar tu propia maldad. ¿Quieres verte a los ojos y reconocer todo lo que
en ojos de Cristo aún no eres, pero puedes llegar a ser? Deja de mentirte a ti
mismo, y no permitas que otros te mientan. Busca la verdad que hay detrás de
todo. Busca a Dios y sigue a Jesús, porque es Verdad, Camino y Vida.
Jesús no se negó a escuchar al demonio en el desierto,
se negó a creerle, a aceptar que las cosas tienen que ser como el mundo te las
muestra. La realidad de Dios no es obvia ni es la opción más sencilla, pero es
Vida y es vida en abundancia para TODOS. Si no es así, seguramente por ahí hay
una mentira en la que hemos decidido creer porque es más fácil que hacer el
esfuerzo por que las cosas cambien.
De modo que no insistamos en justificarnos, por muy
buena voluntad que creamos tener, si no nos guía la verdad de Cristo, seremos otra
piedra en el camino hacia una humanidad, valga la redundancia, más humana e íntegra.
Jesús, Tú nos has dicho: “«Al que haga tropezar a uno
de estos pequeñitos que creen en mí, mejor le sería que le colgaran al cuello
una piedra de molino de las que mueve
un asno, y que se ahogara en lo profundo del mar.»” (Mt 18, 6) Tus
palabras son muy fuertes, pero implican que mejor sería dejar nuestra inocencia
de tontos, antes de que terminemos ahogados en nuestras culpas, de las que no
podremos escapar. Ahora comprendo que amar es hablar con la verdad, y la verdad
no siempre es bonita. Nos haces un bien enorme cuando nos hablas con dureza,
pero con la verdad en la mano. Ocultarnos la verdad implicaría negarnos la
posibilidad de ser mejores, de ser hijos que den Gloria a Dios.
Es necesario reconocer
el daño que somos capaces de hacer, la maldad en la que podemos participar, y el
maltrato que muchas veces justificamos. Permítenos ser humildes en la acción y
responsables en nuestra búsqueda de aquello que verdaderamente nos acerca a Ti.
Aléjanos de las soluciones fáciles y mágicas, y ayúdanos a abrazar nuestras
cruces reconociendo en ellas el camino que nos lleva a Tu presencia. Y nunca nos
permitas creer que hemos logrado todo esto que Tú pides de nosotros. La verdad
es que alcanzarte es imposible. Eres Tú quien se inclina para escucharnos y
ayudarnos. Que nunca lo olvidemos. Gracias mi dulce bien. Te amo.
Foto tomada de “¿Por qué creamos tanto sufrimiento?”: https://www.actualidadenpsicologia.com/por-que-creamos-tanto-sufrimiento/
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